Sedes de las Cofradías
y Hermandades

Las cofradías y hermandades de Semana Santa de Valladolid tienen su sede en algunos de los templos más emblemáticos de la ciudad, espacios de gran valor histórico, artístico y espiritual. Estas iglesias no solo son el hogar de las imágenes que protagonizan nuestras procesiones, sino también lugares de culto y encuentro donde se mantiene viva la tradición y la devoción a lo largo del año. A continuación, puedes conocer cada una de estas sedes y su importancia dentro de la Semana Santa vallisoletana.


Sagrada Cena • San Pedro Apostol

IGLESIA PARROQUIAL DE SAN PEDRO APÓSTOL
Cofradía Penitencial y Sacramental de la Sagrada Cena

Calle Real de Burgos, 10, 47011

Desconocemos cuándo se fundó la parroquia de San Pedro, erigida sobre lo que fue una ermita dedicada a Santo Toribio de Astorga en la calle Real de Burgos. Sería una de las iglesias más antiguas de la ciudad. Según Sangrador se tiene constancia de su existencia desde finales del siglo XII, si bien la noticia más antigua que se conserva data del 13 de septiembre de 1278 cuando el canónigo Ferrán Domínguez ordena en su testamento que cuando falleciera se entregara “a la obra de Sant Pedro cinco moravedis”.

Años después debió de lograr la categoría de parroquia pues consta que en 1375 “fueron declarados exentos del pago de moneda el cura y sacristán de esta iglesia”. Por entonces se construiría un templo gótico, reedificándose a partir de 1571. La falta de dinero paralizaría las obras hasta que en 1606 el maestro de obras Francisco Negrete se obligó a “acabarla de fenecer, con diferentes calidades y condiciones”. Por entonces se remataría el cuerpo del templo y se levantarían la fachada y una sencilla torre adosada en el flanco derecho de ésta. Décadas después se acometería la construcción del coro y de su escalera de acceso. Una reforma llevada a cabo en 1749 por los maestros de obras Tomás Martínez y Antonio Crespo, acomodándose a las condiciones dictadas por el arquitecto José Morante, le daría su aspecto interior definitivo.

En el suelo dentro del cancel de entrada al templo se conserva una curiosa lápida en la que está labrada una calavera. Pertenece al general francés Jean-Pierre Firmin Malher, que murió fortuitamente el 13 de marzo de 1808 atravesado por una bayoneta en nuestra ciudad semanas antes del inicio de la Guerra de la Independencia.

Desde el año 1965 la iglesia es la sede canónica de la Cofradía Penitencial y Sacramental de la Sagrada Cena. Aquí mantiene al culto las imágenes que conforman sus tres pasos: Jesús de la Esperanza (Juan Guraya Urrutia, 1946), La Sagrada Cena (Juan Guraya Urrutia, 1942-1958) y Nuestra Señora del Sagrario (José Antonio Navarro Arteaga, 2023).

El exterior del templo es sumamente sencillo. La fachada consta de dos cuerpos y el remate. El bajo, labrado en piedra, presenta una portada clasicista adintelada con un frontón triangular decorado con bolas y presidido por una escultura de San Pedro; mientras que en el segundo, realizado en ladrillo y mampostería –a comienzos de 2013 se terminó de restaurar la fachada y de retirar la piedra con la que se había forrado en 1967–, se abre un gran ventanal para iluminar el coro. A continuación, se construyeron dos espadañas laterales y un hueco central para una tercera campana que viene a coincidir con el lugar donde se abría el óculo.

El edificio resultante, construido en piedra y ladrillo, es una sencilla iglesia en la que se entremezclan elementos de diversas épocas. Posee una amplia capilla mayor de testero plano que hace las funciones de crucero –en el muro de la epístola se abre una puerta que da acceso a la sacristía y al camarín del Cristo de la Espiga–; y cuerpo de una sola nave dividida en cuatro tramos con capillas hornacinas de escasa profundidad excavadas en los muros laterales y separadas por pilastras de orden toscano que sujetan un entablamento volado sobre el que corre un andén y en el que se abren vanos termales –los del muro de la epístola están abiertos mientras que los del muro del evangelio están cegados–. Los cuatro tramos de la nave van cerrados por una bóveda de medio cañón decorada con yeserías geométricas mientras que la capilla mayor está cubierta por una fantástica bóveda de crucería estrellada de regusto gótico con combados y decorada en las claves con elaborados pinjantes renacentistas. El coro, dispuesto en el último tramo, lleva en su parte inferior una bóveda con yeserías de escaso resalte.

En el interior del templo tienen cabida cinco hermosos retablos que conforman el conjunto de retablos rococós más relevante de la ciudad. El retablo mayor (atrib. Antonio Bahamonde, 1758. Las esculturas se asignan a Felipe de Espinabete), sufragado por Juan Francisco Bujedo, secretario de Cámara de la Real Chancillería, está presidido por San Pedro en cátedra, hallándose en las calles laterales San Juan Bautista y San Antonio de Padua, y en el ático la Inmaculada Concepción y sendos relieves dedicados al primer papa: San Pedro en prisión y el Arrepentimiento de San Pedro.

Los retablos de las capillas del evangelio están dedicados a Santo Toribio (santo al que estaba dedicada la ermita primitiva) (atrib. Antonio Bahamonde, h. 1750) y a la Inmaculada Concepción (h. 1750), mientras que los de las capillas de la epístola son el de Nuestra Señora de los Dolores de la cofradía de los Servitas (Antonio Bahamonde, 1752-1754) y el del Santísimo Cristo de la Espiga (Rosendo Díez, h. 1778). Este Cristo, tras cuya hornacina existe un camarín que en la actualidad se encuentra cegado, fue uno de los que gozó de mayor devoción en la ciudad, sacándose en rogativa en épocas de sequía. Por su parte, el retablo de los Servitas es realmente interesante por sus imágenes pasionistas: Cristo atado a la Columna, Jesús Nazareno, Cristo Yacente (José Fernández, 1752) y la Piedad (José Fernández, 1749) que preside el retablo bajo la advocación de María Santísima de los Dolores.

A mayores, en los muros del crucero existen dos pequeños altares dedicados a Nuestra Señora del Rosario (Anónimo, Siglo XVIII) y a la Virgen de los Dolores (Anónimo vallisoletano, h. 1730) que viene a copiar libremente a la Virgen de las Angustias (h. 1561) de Juan de Juni; y en los pies del templo encontramos los tres pasos de la Cofradía de la Sagrada Cena, un altarcito presidido por un Crucificado (h. 1600) cercano al estilo de Francisco del Rincón, y una hornacina cerrada por un cristal en el que suele exponerse un fantástico San Pedro en cátedra (h. 1760) que sale en procesión el día de su fiesta.

Oración del Huerto • San Nicolás

IGLESIA PARROQUIAL DE SAN NICOLÁS DE BARI
Cofradía Penitencial de la Oración del Huerto y San Pascual Bailón

Calle Puente Mayor, 11. 47003

La actual parroquia de San Nicolás ocupa desde 1841 la que fuera iglesia del convento de los Trinitarios Descalzos, pues la primitiva, que fue mandada construir por el Conde Ansúrez y después reedificada a finales del siglo XVI por los arquitectos Juan de Nates y Pedro de Solórzano, se encontraba en las inmediaciones del puente Mayor. Es curioso que junto a este primitivo templo se fundó en 1591 un monasterio de “doncellas nobles sin dote por monjas”, encomendado a la orden jerónima bajo la advocación de la Concepción, que se servían para sus cultos de la parroquia, con lo cual se formó una peculiar simbiosis.

El actual templo fue comenzado a levantar hacia 1693-1694 y su terminación no acaecería hasta poco después de 1732. El edificio tenía forma de cruz latina, con una nave principal y dos laterales que daban acceso a una serie de capillas. Hace unas décadas se suprimió tanto la nave de la epístola como la capilla de San Miguel de los Santos que se localizaba en el lado de la epístola del crucero. Se trata de un templo monumental cubierto por bóveda de cañón con lunetos en su nave central y en la del evangelio por bóvedas de arista. Ambas naves están separadas por arcos sostenidos por pilares. La fachada, muy similar a la de los Trinitarios Descalzos de Hervás (Cáceres), fue obra de Fray Bernabé Hervás, mostrando una portada adintelada flanqueada por dos pilastras anilladas y coronad por una simple hornacina con una escultura de San Nicolás, y por encima el emblema de los Trinitarios.

En su interior apenas nada queda del amueblamiento original. En el retablo mayor, realizado a finales del siglo XIX con piezas procedentes de diversos lugares, encuentra acomodo Nuestra Señora de Prado, antigua titular del monasterio jerónimo homónimo, y una escultura de San Nicolás (Miguel Ángel Tapia, 1998). Los retablos colaterales están dedicados al Cristo del Amparo y a San Miguel de los Santos, si bien este último poseía capilla propia y este retablo estaba ocupado por el Ecce Homo (Gregorio Fernández, 1620-1621) que hoy se conserva en el Museo Diocesano y Catedralicio. A lo largo de templo se pueden ver otros retablos y altares que contienen importantes devociones populares, caso de la Virgen del Carmen o la bella imagen de vestir de la Virgen de la Salud. En diversas estancias del templo se conservan diversas piezas descabaladas de la prodigiosa cajonería que poseyó la sacristía y que probablemente fue realizada en un taller granadino a mediados del siglo XVIII.

Desde 2011 la parroquia es la sede canónica de la Cofradía Penitencial de la Oración del Huerto y San Pascual Bailón, que tiene puestos al culto en el templo de sus pasos: la Oración del Huerto (2000-2002) y el Cristo del Prendimiento (1995-2011), obras ambas del escultor local Miguel Ángel Tapia.

Jesús Resucitado • Porta Coeli

IGLESIA CONVENTUAL DE PORTA COELI (MM. DOMINICAS)
Cofradía de Nuestro Padre Jesús Resucitado, María Santísima de la Alegría y las Lágrimas de San Pedro

Calle Teresa Gil, 20. 47002

El convento de Nuestra Señora de Porta Coeli fue fundado el 19 de diciembre de 1601 por doña Mariana de Paz, viuda del regidor Juan Bautista Gallo. Las monjas deberían acogerse a la orden franciscana y vestir el hábito concepcionista. No pasaron ni cinco años cuando el 6 de octubre de 1606 dicha señora traspasó el convento, la fundación y el patronato perpetuo a don Rodrigo Calderón, Marqués de Sieteiglesias y “valido” del Duque de Lerma, que cambió la regla franciscana por la dominica. El 2 de noviembre de 1609 se otorgó la nueva escritura de fundación y patronato que desencadenará la construcción del nuevo edificio, cuyas trazas elaboraría el prestigioso arquitecto clasicista local Diego de Praves, que le finalizó en 1613, año en el que los pintores Diego Valentín Díaz y Gaspar de Ángulo se comprometen a realizar la ornamentación pictórica del interior de la iglesia. El templo posee una nave con crucero sobre el que se eleva una cúpula y cabecera de testero plano, estando a la izquierda de ésta la reja que comunica con la clausura monacal. A los pies se dispone un coro alto. La fachada, realizada en su mayor parte en ladrillo, aunque con la base de piedra, sigue los modelos clasicistas del momento en la ciudad con una sencilla portada adintelada de piedra en cuya hornacina hay una Virgen con el Niño, a sus lados sendas pirámides rematadas por los escudos de los patronos.

Su interior es austero pero las pocas obras de arte que contiene son de una calidad exquisita. Existen tres retablos: el mayor y los colaterales, realizados hacia 1612 por el ensamblador Juan de Muniategui utilizando mármoles de Estremoz. Todos ellos contienen pinturas del célebre pintor italiano Orazio Borgianni, seguidor de Caravaggio. Los retablos colaterales son simples encasamentos realizados en mármol verde, el del evangelio contiene un gran lienzo de San Francisco recibiendo los estigmas y encima en el ático otro más pequeño de la Circuncisión, y en el de la epístola un gran lienzo de La Virgen entregando el rosario a Santo Domingo y encima uno más pequeño de la Presentación de la Virgen en el templo. Por su parte, el retablo mayor está realizado con mármoles de diversos colores, generando así gran riqueza visual. De traza muy simple, presenta un estrecho banco con cuatro pinturas en los netos (dos de Borgianni: la Inmaculada y la Visitación, y otras dos de Diego Valentín Díaz: los Desposorios de la Virgen y la Huida a Egipto), un único cuerpo con la calle central que acoge un gran lienzo de la Asunción de la Virgen y dos entrecalles laterales divididas en dos pisos con cuatro esculturas en mármol de santos dominicos (Santo Domingo, San Raimundo de Peñafort, Santa Catalina de Siena y la beata Bienvenida de Austria). El remate del ático es mediante un frontón triangular que en su nicho central exhibe un Calvario en mármol, y a los lados sendas pinturas de Borgianni: la Anunciación y el Nacimiento de la Virgen.

Así, a ambos lados del crucero se abren sendos nichos que acogen los sepulcros de don Francisco Calderón y doña María de Aranda, padres de don Rodrigo (lado del evangelio); y de don Rodrigo Calderón y doña Inés de Vargas (lado de la epístola). Se desconoce el autor de estas cuatro excepcionales esculturas realizadas en mármol hacia 1615. Cerca de este último sepulcro, sobre una peana, se encuentra una escultura del dominico vallisoletano San José Fernández (Escuela de Olot, 1900).

Desde el año 1986 la iglesia es la sede canónica de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Resucitado, María Santísima de la Alegría y Las Lágrimas de San Pedro, que mantiene al culto dos de sus imágenes procesionales: Nuestro Padre Jesús Resucitado (Ricardo Flecha, 1994) y María Santísima de la Alegría (Ricardo Flecha, 2009).

Atado a la Columna • Sagrado Corazón

IGLESIA DE LAS ESCLAVAS DEL SAGRADO CORAZÓN
Hermandad Penitencial de Nuestro Padre Jesús Atado a la Columna

Plaza de Salvador, 2. 47002

El actual templo de las Esclavas del Sagrado Corazón, que la congregación homónima (fundada por Santa Rafaela María Porras en 1877) regentó junto al convento anejo hasta el año 2021, fue construido entre 1941-1946 por el arquitecto Manuel López Fernández, siendo aparejador Ángel Fidalgo. Con respecto al proyecto original hubo cambios en la organización de la fachada. Ésta presenta dos cuerpos (el inferior realizado en piedra y el superior en ladrillo con piedra recuadrándolo) y ático triangular rematado en una cruz y en los extremos por pedestales con bolas herrerianas. La portada es muy sencilla con dos cuerpos: en el arco de medio punto del inferior se observa el emblema de la congregación religiosa, y en el cuerpo superior a Nuestra Señora del Sagrado Corazón.

La iglesia tiene una sola nave y coro alto a los pies, el alzado interior presenta a los lados tres alturas: la primera es un muro liso en el que se abren las puertas de las distintas dependencias, el segundo, a modo de galería a ambos lados que se abre a la iglesia y la tercera con ventanales abiertos para dotar de luminosidad al recinto. Es muy interesante la capilla mayor, cubierta por una bóveda acasetonada, que acoge el retablo mayor, cuyo estilo deriva de modelos renacentistas, al igual que la pintura mural que hay sobre él, que se trata de una copia de la Asunción del pintor Tiziano conservada en la Basílica de Santa María Gloriosa dei Frari de Venecia. Está firmada por su autor “BL – AH”.

El retablo asienta sobre un alto zócalo y está estructurado en un cuerpo con tres calles, las laterales con sendas pinturas de ángeles realizadas por religiosas de este instituto religioso (el ángel turiferario va firmado por “Gabriela ¿S? aci”), que se han inspirado en modelos cuatrocentistas italianos, y en la central un Crucificado de finales del siglo XVI. También es obra de las religiosas la pintura de la Inmaculada Concepción que aparece en el lado izquierdo de la embocadura de la capilla mayor, y que va firmado por “María Torres, aci”. El acrónimo “aci” abrevia el nombre de la congregación “Ancillae Cordis Iesu”.

Tras la marcha de las religiosas en 2021 la iglesia volvería a abrir sus puertas el 25 de noviembre de 2023 con una Eucaristía celebrada por el Vicario General, D. Jesús Fernández Lubiano. Fue entonces cuando tomó posesión de la misma la Hermandad Penitencial de Nuestro Padre Jesús Atado a la Columna, que dispuso la imagen del Santo Cristo de la Humildad (José Antonio Hernández Navarro, 2004) en el colateral de la epístola, donde anteriormente hubo un cuadro de religión Santa Rafaela María del Sagrado Corazón de Jesús; y más recientemente se entronizó a San Estanislao de Kostka en un altar erigido en el muro del evangelio (frente al lugar que ocupó el sepulcro de Hermana María del Pilar), donde ya ha quedado expuesto al culto de forma permanente.

Nazareno • Penitencial de Jesús

IGLESIA PENITENCIAL DE JESÚS
Insigne Cofradía Penitencial de Nuestro Padre Jesús Nazareno

Calle de Jesús, 2. 47001

Comenzada a construir hacia 1665, año en el que el maestro arquitecto medinense Manuel de Vega se compromete a fabricar los cimientos, la iglesia abrió “oficiosamente” sus puertas el Viernes Santo 3 de abril de 1676 cuando al terminar su procesión de regla la Cofradía Penitencial de Nuestro Padre Jesús Nazareno se recogió en ella en vez de regresar a la que venía siendo su sede canónica desde su fundación en 1596: el convento de San Agustín. A raíz de esta actuación los religiosos agustinos pusieron un pleito a la cofradía. La justicia falló a favor del convento obligando a la cofradía a devolver los pasos procesionales, con lo cual esta última se vio en la necesidad de tener que ir encargando imágenes nuevas para sustituir a las antiguas.

La primera sería la del Nazareno, que durante estos primeros años de independencia estaría dispuesto en un simple altar u hornacina abierta en el muro pues la iglesia estaba aún inacabada. Tal es así que en 1686 remata la sacristía el maestro José Gómez, y en los últimos años del siglo se levantaron las bóvedas y la cúpula, todo lo cual corrió a cargo del maestro de obras Bernardo Jiménez. Anexo al muro izquierdo del templo, sobre la sacristía, se levantó la casa de hermandad, recientemente reformada.

La iglesia es de tipo penitencial, con una sola nave, en cuyo crucero se eleva sobre pechinas una cúpula de media naranja que al exterior toma la forma de un cimborrio cuadrado. El aspecto actual del templo es fruto de diversos contratiempos e intervenciones: en 1799 se desató un incendió que afectó a los retablos y destruyó algunas efigies, caso de la del primitivo Cristo del Despojo que labró Juan de Ávila entre 1678-1679; en 1885 la iglesia sufrió la sección del último tramo y la fachada a causa de la construcción de la nueva Casa Consistorial y la consiguiente alineación de la calle de Jesús; mientras que entre 1941-1943 se procedió a limpiar y reparar la iglesia y retablos y a construir el coro alto dispuesto sobre la puerta de entrada. La nueva fachada, que recuerda la arquitectura alemana decimonónica del Rundbogenstil por la utilización del ladrillo prensado y de arcos de medio punto, fue construida en 1885 por Joaquín Ruiz Sierra. Sobre un zócalo de piedra se levanta a modo de retablo con tres paños, los laterales rematados por sendas espadañas y el central por un frontón triangular. En la imposta de la parte alta aparecen unos arquillos que recuerdan las decoraciones del románico lombardo. Sobre la puerta de entrada se abre un ventanal ovalado que permite la entrada de luz al templo.

Con el transcurso de los siglos tres han sido los retablos mayores que ha poseído la penitencial. El primero fue el construido por Blas Martínez de Obregón entre 1702-1704, contando con las esculturas de José de Rozas, a excepción de las efigies de San Pedro y San Pablo –únicas conservadas del conjunto– que fueron labradas por su hijastro José Pascual Robledo. Mientras tanto se fue construyendo el camarín, que sufrió diversas demoras, de suerte que en 1710 se encargó su ejecución y la de su caja de escaleras al maestro de obras Pablo Mínguez, finalizándolos Manuel Marcos. El segundo retablo, provisional, fue el antiguo retablo mayor del convento de San Norberto (PP. Premostratenses), que fue construido por el ensamblador Pablo Álvaro, y traído a la penitencial con motivo de la exclaustración dictada en el mes de febrero de 1810 por el gobierno intruso. El retablo tuvo que reponerse a los Mostenses en abril de 1815, encargando la cofradía por entonces el tercer y último retablo mayor, que es el que ha llegado hasta nuestros días. Fue construido por el ensamblador Calixto Álvaro y quedó dispuesto en su sitio en 1817, no policromándose por Anastasio Navarro hasta 1833.

De todos los retablos barrocos con los que contó en un principio el templo actualmente tan solo se conserva el situado en el muro del evangelio del crucero, el retablo de Nuestra Señora de la Soledad y Sacro Monte Calvario, que obedece a una tipología de retablo “Yacente-Dolorosa” que fue habitual durante el barroco. En él reciben culto la Virgen del Sacro Monte Calvario (Anónimo, h. 1706) y el Cristo Yacente (atrib. Pedro de Ávila, h. 1718-1723). Enfrente, en el muro de la epístola del crucero se dispone el Cristo de la Agonía (Juan Antonio de la Peña, 1684), que preside un retablo neoclásico procedente de la iglesia conventual de San Pablo. Finalmente, los retablos colaterales fueron construidos por una misma familia de ensambladores: los Bahamonde. El padre, Eustaquio labró en 1802 el del lado de la epístola, dedicado el Cristo del Despojo (Claudio Cortijo, 1801), mientras que el hijo, José Bahamonde, labró en 1811 el del lado del evangelio, dedicado a San José (Manuel de Ávila, 1731). Anteriormente a que la iglesia sufriera la amputación del templo los retablos colaterales estaban dedicados a San José (evangelio) y a Nuestra Señora de la Natividad (epístola), mientras que en la nave estaban dispuestos el de Nuestra Señora de la Soledad y Sacro Monte Calvario (muro del evangelio) y el del Cristo del Despojo (muro de la epístola).

Como curiosidad, en una hornacina abierta en la escalera de la casa de hermandad se conserva el boceto del Cristo del Despojo.

Despojado • San Andrés

IGLESIA PARROQUIAL DE SAN ANDRÉS APÓSTOL
Real Cofradía Penitencial del Santísimo Cristo Despojado, Cristo Camino del Calvario y Nuestra Señora de la Amargura

Plaza de San Andrés, 2. 47004

La parroquia de san Andrés fue erigida en 1482 en una colación homónima surgida en el valle del ramal sur del Esgueva sobre una ermita aún más antigua. El Libro Becerro de San Andrés refleja que se “fundó en su principio en ermita, por los años de 1236 y entonces colocaron en una pequeña capilla un Cristo Crucificado con el título del Consuelo, a quien todos los vecinos de esta Ciudad (en aquel tiempo Villa) devotamente se encomendaban a su patrocinio por sus continuas maravillas”. Pese a su relativa poca importancia, sabemos que en San Andrés eran enterrados los restos de los reos ajusticiados en la ciudad, dado que su situación caía fuera de los límites de la ciudad durante el siglo XV. De hecho, fue en san Andrés donde reposó el cadáver del condestable don Álvaro de Luna, mandado ejecutar por el rey Juan II en esta ciudad el 2 de junio de 1453.

Hacia 1527 se empezó a renovar el edificio y, a finales de esa centuria, se terminó la actual cabecera a instancias de fray Mateo de Burgos, comisario general de la Orden Franciscana en España. Durante el XVII se le añadió una capilla en el lado del evangelio del crucero, la de Nuestra Señora de los Ángeles. Hasta finales del siglo XVIII la iglesia no destacó ni por su tamaño ni por la entidad de las obras artísticas que atesoraba en su interior. Se trataba de un pequeño templo formado por una nave con una capilla a cada lado, un crucero al que se abría en el lado del evangelio la citada capilla de Nuestra Señora de los Ángeles y una cabecera poligonal.

El momento de mayor desarrollo constructivo se dio entre 1772 y 1776, cuando un hijo de pila de la parroquia, el franciscano fray Manuel de la Vega y Calvo, quien ostentó entre otros cargos el de comisario general de las provincias de Indias de la Orden de San Francisco, patrocinó las obras de ampliación de la iglesia que consistieron en la construcción de dos tramos nuevos que dieron lugar a cuatro capillas más, y de un coro a los pies, de la colocación de un nuevo pavimento, de la erección de un nueva fachada y de la reconstrucción de la torre, actuaciones todas ellas que corrieron a cargo del arquitecto académico Pedro González Ortiz.

Desde el 24 de marzo de 1961 la parroquia es la sede canónica de la Real Cofradía Penitencial del Santísimo Cristo Despojado, Cristo camino del Calvario y Nuestra Señora de la Amargura, que tiene dispuestas al culto en diversas capillas sus imágenes devocionales: el Santísimo Cristo de la Fe o Cristo de Leocricio (Leocricio Rodríguez de Monar, 1949), el Santísimo Cristo Despojado (José Antonio Hernández Navarro, 1993), Nuestra Señora de la Amargura (José Antonio Hernández Navarro, 2000) y Cristo camino del Calvario (Miguel Ángel González Jurado, 2009).

En el presbiterio destaca el fastuoso retablo mayor (Pedro Correas, 1740-1742) presidido por el santo titular, San Andrés (atrib. Adrián Álvarez, h. 1600), acompañado en las calles laterales por San Joaquín con la Virgen Niña, San José con el Niño, San Pedro y San Pedro, y en el banco por unas pequeñas tallas de Santa Justa y Santa Rufina. Por su parte, en el ático, en forma de cascarón, un gran relieve de la Asunción.

En el lado del evangelio se encuentran las siguientes capillas:

Capilla de San Antonio de Padua, con un retablo realizado entre 1772-1776 y costeado por fray Manuel de la Vega. Es rococó, de transición al neoclasicismo. En su interior contiene el grupo escultórico de la Aparición del Niño Jesús a san Antonio de Padua (Agostino Storace, h. 1772-1776), mientras que en el ático se encuentra una escultura de San Simón de Rojas. En un lateral de la capilla está el Santísimo Cristo del Consuelo, un interesante crucificado gótico de hacia 1500.

Capilla del Calvario. Retablo de cronología y características idénticas al anterior que contiene un fantástico Calvario (Gregorio Fernández, 1606) que, según Urrea, pudiera ser el que coronó el retablo mayor de la desaparecida iglesia de San Miguel Arcángel. En el ático se encuentra Santo Domingo de Guzmán.

Capilla de la Inmaculada Concepción. Retablo barroco (Juan de Medina Arguelles, 1662), de tipo pre churrigueresco, contratado por el patrono de la capilla, el canónigo don Pedro de Pesquera. Está presidido por una fantástica Inmaculada Concepción (atrib. Alonso de Rozas, h. 1662).

Capilla de Nuestra Señora de los Ángeles, del Sagrario o de las Maldonadas. Es la capilla más sobresaliente del templo. Trazada por Francisco de Praves, posee planta de cruz griega con cúpula rebajada y bóvedas de medio punto con yeserías geométricas. Fue fundada por Inés y Catalina Enríquez de Maldonado en 1631. La capilla fue fundada como panteón de las citadas aristócratas, por lo que se abrieron sendos nichos a ambos lados del crucero para alojar dos parejas de bultos funerarios (Francisco Alonso de los Ríos, 1653) que efigian a las hermanas Enríquez Maldonado y a otros dos familiares. Están realizadas en madera policromada en blanco para imitar el mármol. Posee tres retablos clasicistas obras del ensamblador Melchor de Beya en 1631. El central, de mayor tamaño, posee un banco con pinturas, tabernáculo y esculturas de San Juan Bautista, San Esteban, Santa Isabel, Santa Catalina y un Crucificado. Con la excepción de este último, que se debe a Pedro de la Cuadra, el resto fueron labradas por Francisco Alonso de los Ríos. El Crucifijo no es original del retablo, sino que procede de la parroquial de La Cistérniga, ya que en su lugar iba un Calvario, también obra de Francisco Alonso de los Ríos, que hace décadas fue llevado a la capilla del Seminario Mayor. No obstante, la imagen central no es escultórica, sino un lienzo de Nuestra Señora de los Ángeles (advocación de la capilla) que es atribuible a Diego Valentín Díaz. Los colaterales son pictóricos. Uno está dedicado a San Jerónimo (lado del evangelio) y el otro a la Lactación de san Bernardo (lado de la epístola), mientras que en los bancos hay pinturas de otras cuatro santas y en los áticos lienzos con la Estigmatización de san Francisco y santo Domingo flagelándose.

Volviendo a la iglesia, sirve de colateral del evangelio el retablo de Nuestra Señora de las Nieves (h. 1767). Su imagen central es una Virgen del Henar, pero su titular, la Virgen de las Nieves, está en el ático. En las calles laterales se encuentran las esculturas de San Jerónimo y San Gregorio, del taller de Pedro de Sierra.

En el lado de la epístola, y comenzando desde los pies del templo, se encuentran las siguientes capillas:

Capilla de San Francisco. El retablo, realizado entre 1772 y 1776, fue costeado por fray Manuel de la Vega y tiene en su remate el escudo de la orden franciscana, al igual que en los otros tres que sufragó. Posee en la hornacina un San Francisco en oración (Felipe de Espinabete, h. 1772-1776) y en el ático una Santa Clara. Como curiosidad, en una de las paredes encontramos una pintura de la Virgen de las Nieves.

Capilla de la Virgen de Guadalupe. El retablo, también costeado por fray Manuel de la Vega, sigue la misma traza que los otros. En esta ocasión el cuerpo contiene un lienzo de la Virgen de Guadalupe y en el ático una escultura de San Miguel Arcángel.

Capilla de Nuestra Señora de la Soledad. El retablo (Pedro Bahamonde, 1736-1737), costeado por la cofradía homónima, fue realizado para alojar a su titular, una Virgen de la Soledad (atrib. José de Rozas, h. 1700) de bastidor, bajo la cual existe un sepulcro con un Cristo Yacente (atrib. Felipe de Espinabete, h. 1772-1776). En el ático un relieve de Santa Ana enseñando a leer a la Virgen, mientras que anexas al retablo existen dos peanas con sendos bustos relicarios de Santa Lucía y Santa Águeda.

Retablo de Nuestra Señora del Carmen. Situado junto a la entrada a la sacristía, cerca de la cual también se encuentra el Retrato de fray Manuel de la Vega (Ramón Canedo, 1776), fue costeado por la Cofradía de San Severo en 1746. Lo preside una Virgen del Carmen de finales del siglo XIX, flanqueada por San Blas y un San Sebastián (atrib. Alejo de Vahía, h. 1500). En el ático, un San Isidro Labrador que viene a recordar que en este templo se fundó la Cofradía de San Isidro.

Retablo de Nuestra Señora de las Candelas. Es el colateral de la epístola y posee una traza similar al del evangelio. Lo preside la Virgen de las Candelas. En las calles laterales, San Isidoro y San Agustín, los otros dos Padres de la Iglesia que completan los del colateral del evangelio, y en el ático, San Eugenio de Toledo, todas ellas esculturas del taller de Pedro de Sierra. Sobre la mesa de altar hay un receptáculo en cuyo interior se conserva una Cabeza decapitada de san Juan Bautista (Felipe de Espinabete, 1773).

Pasión • San Quirce y Santa julita

IGLESIA DE SAN QUIRCE Y SANTA JULITA
Cofradía Penitencial de la Sagrada Pasión de Cristo

Plaza de la Trinidad, 2. 47003

El monasterio de religiosas cistercienses de San Quirce y Santa Julita se fundó hacia 1256, extramuros de la ciudad, en la margen derecha del río Pisuerga. En un principio contó con el apoyo económico de dos grandes mujeres de la nobleza: la infanta portuguesa Teresa Gil y la reina castellana María de Molina, y posteriormente llegó a gozar de la protección real como lo demuestran las gracias otorgadas por Enrique I, Enrique II, Carlos V, Felipe II o Felipe III, así como la esposa de éste, Margarita de Austria. Esta última solía acudir al monasterio a través del pasadizo que los reyes mandaron construir desde el palacio real hasta la tribuna del templo.

En el siglo XIV el monasterio se trasladó a su actual ubicación, aunque la actual iglesia fue construida por Francisco de Praves entre 1621-1632 siguiendo el riguroso estilo clasicista imperante por entonces en la ciudad, y utilizando materiales humildes como la piedra, el ladrillo, la mampostería y el tapial. Por entonces también se realizarían el resto de dependencias del monasterio, el cual fue cerrado en 2018 debido a la falta de vocaciones. Por fortuna, la iglesia ha seguido conservado el culto gracias a ser la sede canónica de la Cofradía Penitencial de la Sagrada Pasión de Cristo desde 1993.

La iglesia posee planta de cruz latina con una sola nave cubierta con bóveda de cañón con fajones. En el centro del crucero, muy poco marcado, se eleva una cúpula de media naranja sobre pechinas que no se trasdosa al exterior. En las paredes laterales se abren ventanas que iluminan el interior, a lo que hay que sumar los balcones tribunas del muro de la epístola y el dispuesto en el muro que divide la iglesia y el coro. Este último, un verdadero prodigio del barro exaltado, se inauguró en 1744.

La iglesia está adornada con múltiples retablos barrocos que reflejan las diferentes etapas del mismo: desde el prechurrigueresco al churrigueresco y finalizando en el rococó. El más relevante es el retablo mayor (1697), realizado por el ensamblador Blas Martínez de Obregón y que cuenta con las esculturas de San Bernardo, San Benito, Santa Escolástica, San Quirce, Santa Julita y un relieve de la Asunción-Coronación de la Virgen en el ático, todo ello obra de Juan de Ávila. Los retablos colaterales, en los que colaboraron los mismos maestros (Martínez de Obregón y Ávila), son versiones simplificadas del retablo mayor, contando en los áticos con cuatro Virtudes recostadas y dos relieves que se cree que representan a Santa Imelda y a Santa Taciana mártir.

Con excepción del retablo mayor y del retablo de San José, que han mantenido sus imágenes originales, desde la marcha de las monjas el resto de retablos ha pasado a albergar las devociones tanto pasionistas como de gloria de la cofradía. Así en ellos, y en otros altares hechos ex profeso para ellas, nos encontramos con la Virgen de la Pasión (atrib. Francisco Giralte, h. 1543-1550), Nuestra Madre de Esperanza (atrib. Juan de Ávila, h. 1690), Jesús Divino Redentor (José María Leal Bernáldez, 2023), Nuestro Padre Jesús Flagelado (Francisco Díez de Tudanca o Antonio de Ribera, h. 1650), Nuestro Padre Jesús con la Cruz a cuestas (Gregorio Fernández, 1614-1615), el Santísimo Cristo del Perdón (Bernardo del Rincón, 1657), el Santo Cristo de la Elevación (Francisco del Rincón, h. 1606), el Santo Cristo de las Cinco Llagas (atrib. Manuel Álvarez, h. 1548-1563), el Santo Cristo del Calvario (atrib. Francisco Díez de Tudanca, h. 1650-1661) o el grupo de San Juan Bautista degollado (Andrés de Rada, 1579), patrón de la hermandad. A todo este rico patrimonio escultórico hemos de añadir otros bienes como son la serie de pinturas del Ciclo de la vida de la Virgen (Diego Díez Ferreras, h. 1675) y otros hermosos lienzos pertenecientes a la cofradía como el que representa a la Virgen de la Pasión en su camarín.

Exaltación de la Cruz • Ntra. Sra. del Carmen

IGLESIA PARROQUIAL DE NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN
Cofradía de la Exaltación de la Santa Cruz y Nuestra Señora de los Dolores

Avenida de Segovia, 131. 47013

La parroquia de Nuestra Señora del Carmen de las Delicias fue construida según los planos del arquitecto Ramón Pérez Lozana entre el 10 de octubre de 1937, día en el que se bendijo y colocó la primera piedra, y el 3 de abril de 1949, en que se dio por terminada, si bien se había inaugurado el 5 de julio de 1942. La construcción de la misma corrió a cargo de presos de la Guerra Civil acogidos al régimen de redención de penas por el trabajo. Anteriormente hubo dos edificios puestos bajo la advocación de Nuestra Señora del Carmen: la primitiva capilla o ermita, inaugurada en 1903 y utilizada hasta 1911, y posteriormente un nuevo templo (una nave reformada) que en 1914 fue erigida parroquia y que fue incendiada en dos ocasiones en 1936: el 22 de marzo y el 18 de julio. Tras este último incendio, del que fueron acusados un padre y un hijo que fueron fusilados al poco tiempo, quedó completamente destruida. El actual aspecto del templo se debe a la reforma acometida a comienzos de la década de 1970 con motivo de una mala interpretación de las prescripciones canónicas emanadas del Concilio Vaticano II: se eliminaron pinturas murales y retablos, se cambiaron de lugar esculturas y pinturas, caso de los catorce lienzos que conforman el Vía Crucis realizado por el pintor Eugenio Ramos y bendecido el 31 de marzo de 1949 y que tiene como anécdota el haberse utilizado en la Plaza Mayor durante el Pregón de las Siete Palabras de 1950.

Se trata de una iglesia de planta de cruz latina con crucero y tres naves separadas por pilares, las laterales de menor altura y anchura que la mayor, la cual remata en su cabecera en un ábside octogonal. Los pilares de la nave sirven de asiento a unos arcos poligonales, sobre los cuales se abre un cuerpo de ventanas en forma de cruz decoradas con una interesante colección de vidrieras, vidrieras que se pueden observar en otras partes del templo, como por ejemplo en las ventanas que se abren en la parte baja de la fachada. Los diferentes tramos de la nave central van separados por arcos parabólicos que recuerdan el simbolismo de la iglesia gótica, la cual tiende a elevar el espíritu. Tanto la utilización de los arcos poligonales como de los parabólicos hacen sentir en el templo una influencia expresionista que quizás proceda de la arquitectura religiosa de Fritz Höger.

Al exterior domina el color rojizo del ladrillo, principal material, que se combina con la blanca piedra utilizada para remarcar la portada, el remate del frontón, etc… La portada de acceso, al que se accede subiendo tres peldaños de piedra, es abocinada y está conformada por arcos parabólicos, los cuales también se utilizan para los pares de ventanas abiertos a los lados. Por encima de la portada está abierto un ventanal central en forma de cruz que ilumina el interior del templo, y ya por encima el cuerpo de la nave remata en un frontón con un tejado a dos aguas. En el lado izquierdo se observa el baptisterio y a la derecha una gran torre campanario, estando ambos elementos rematados por curiosas cúpulas octogonales gallonadas, de influencia regionalista, cubiertas por ladrillos en forma de escamas, sobre las cuales campean unos pararrayos en forma de cruz.

En el crucero se disponen numerosas esculturas, la mayor parte de ellas realizadas en los talleres de Olot, destacando las de San Antonio de Padua (Anónimo vallisoletano, Último tercio del siglo XVII) y Santa Teresa de Jesús (Cleo Beklemicheff, 1938). La capilla mayor muestra un espléndido altar mayor barroco presidido por el Santísimo Cristo de la Buena Muerte (Anónimo romanista, h. 1600). Al lado, la titular del templo, Nuestra Señora del Carmen (h. 1870-1875). No es la única imagen de esta advocación conservada en la iglesia puesto que nos encontramos con la titular (1936) de la Cofradía de Nuestra Señora del Carmen y la imagen (Taller El Arte Cristiano de Olot, 1958) que sale en procesión el día de su fiesta.

En las naves laterales se dispone el citado Vía Crucis (Eugenio Oliva, 1949), abriéndose en el muro del evangelio, a los pies, la capilla del Bautismo, en la cual se dispone el grupo de la Sagrada Familia (Taller de Olot, 1946) así como el Santísimo Cristo de la Exaltación (Francisco Fernández Enríquez y Rubén Fernández Parra, 2000) y Nuestra Señora de los Dolores (atrib. Pedro de Ávila, h. 1730). El cuadro del Bautismo de Cristo (Valentín Orejas Vallés, 1942), que en origen se encontraba en esta capilla, actualmente está en la nave de la epístola.

Desde su fundación, en 1944, es la sede canónica de la Cofradía de la Exaltación de la Cruz y Nuestra Señora de los Dolores, que tiene al culto en diversas partes del templo sus imágenes devocionales: el Santísimo Cristo de la Exaltación, el Santísimo Cristo de la Buena Muerte y Nuestra Señora de los Dolores.

Siete Palabras • Santiago Apostol

IGLESIA PARROQUIAL DE SANTIAGO APÓSTOL
Cofradía de las Siete Palabras

Calle Atrio de Santiago, 2. 47001

Como muchas de las parroquias de la ciudad, la iglesia de Santiago tiene su origen en una ermita, concretamente en la dedicada al Santo Cristo del Escobar, que ya debía de existir por el año 1104. La cofradía que asistía la ermita decidió hacia 1360 ponerse bajo la protección del Apóstol Santiago, de suerte que años después, hacia 1400, la ermita fue elevada a parroquia.

El actual templo fue construido a expensas del mercader y parroquiano don Luis de la Serna, que acometió la reconstrucción del cuerpo de la iglesia, finalizado en 1490, y posteriormente en 1497 de la capilla mayor, adquiriendo su patronato y convirtiéndola en su lugar de enterramiento. La capilla mayor fue construida por el arquitecto vasco Juan de Arandia, que la remató en la Navidad del año 1500. Se trata de una cabecera de planta poligonal, profunda, pero de menor anchura que la nave y cubierta por bóvedas de crucería estrellada que apean sobre ménsulas decoradas con los escudos de los Reyes Católicos. En un friso dispuesto en la parte alta se puede leer la inscripción: “Esta yglia. E capilla mando hacer Luis de la Serna a gloria de Dios y de su bendita madre y del bien abenturado apostol Santiago patron de España”. Al exterior, decorado con veneras a modo de modillones, muestra en su paño central un relieve dedicado a Santiago Matamoros flanqueado por los escudos de don Luis de la Serna y de su esposa doña Blanca de Calatayud.

En esta misma capilla mayor se construyeron cuatro arcosolios, dos en cada una de las paredes laterales, que acogieron parejas de bultos yacentes que señalaban los enterramientos de don Luis de la Serna y de sus familiares. Tapados en una fecha indeterminada, fueron redescubiertos en 1974, si bien el situado en el lado de la epístola al lado del arco triunfal fue perforado para abrir una puerta hacia la sacristía. Los otros tres conjuntos sepulcrales se han conservado pero modificados ya que la estatua de doña Blanca López de Calatayud, esposa de don Luis de la Serna, se retiró del lado de su marido y se dispuso con su suegro, don Francisco Núñez de la Serna. Por su parte, la esposa de este último, Teresa Rodríguez, madre de don Luis, se retiró y se encuentra actualmente en un arcosolio de la capilla de la Virgen del Pilar. Recapitulando, los del lado de la epístola representarían a un hijo o yerno y a una hija o nuera de don Luis, y el segundo a don Francisco Núñez de la Serna y doña Blanca López de Calatayud. En el lado del Evangelio, se encuentra el arcosolio perforado y a continuación el que contiene la solitaria estatua yacente de don Luis de la Serna. Las esculturas funerarias, labradas en alabastro, han sido atribuidas en su mayoría al escultor tardogótico Alejo de Vahía, con excepción del de doña Blanca que presenta rasgos renacentistas.

La capilla se encuentra presidida por el colosal retablo mayor (1698-1702), obra del ensamblador Alonso de Manzano, y cuyas esculturas corrieron a cargo de Juan de Ávila: en el centro un teatral grupo de Santiago Matamoros, en el ático la Aparición de la Virgen del Pilar a Santiago y sus discípulos, mientras en las calles laterales se encuentran San Juan Bautista y San José, imagen titular de la antigua cofradía de San José de maestros de obras que existió en la parroquia. En los muros laterales están colgados dos cuadros que representan a San Mateo y a San Juan, conservándose los de los otros dos evangelistas en el coro alto. Entre los arcosolios hay dos sitiales (atrib. Manuel Álvarez, h. 1580) procedentes del cercano Monasterio de las Comendadoras de Santa Cruz, en uno de los cuales hay un relieve de Santiago Peregrino en el respaldo.

Aneja a la capilla mayor, en el muro del evangelio, se eleva una torre, construida entre 1504-1512 por Juan de Arandia y García de Olave. Posee cinco cuerpos separados por medio de cordones. En 1610 fue coronada por un chapitel empizarrado de estilo Austria, sufriendo diversas reformas a lo largo del siglo XVIII. Todo el exterior del templo presenta un aspecto austero y ciertamente enmascarado por el pórtico de acceso y la casa parroquial levantados en lado occidental. En el atrio, antes de penetrar en la puerta de acceso al templo, existe un modesto altar de la Cofradía de las Siete Palabras con una buena escultura de Cristo Crucificado fechable hacia 1600. Precisamente, la iglesia de Santiago es la sede canónica de esta cofradía desde 1941.

El cuerpo del templo posee una gran nave con seis tramos y pequeñas capillas entre contrafuertes. A los pies se sitúa el coro y una capilla a cada lado. Antiguamente el acceso al templo se realizaba por tres portadas, dos enfrentadas axialmente en el centro de la nave, cegada la del lado del evangelio para construir la capilla de las Siete Palabras, y la de los pies, más grande y que daba acceso al cementerio y al Atrio de Santiago. La actual nave debe ser de mediados del siglo XVI, resuelta en origen en arcos diafragma sobre los que apearían artesonados de madera (del que subsiste sólo el del coro a los pies). La cubrición actual a base de bóvedas tabicadas apeadas sobre pilares fasciculados fue realizada según las trazas diseñadas por Francisco de Praves en 1615. El coro a los pies es también obra del siglo XVI.

A ambos lados del arco triunfal de acceso a la capilla mayor se disponen dos retablos colaterales churriguerescos que contienen dos de las imágenes más valiosas y devotas del templo: el grupo de Santa Ana, la Virgen y el Niño (atrib. Francisco Rincón, 1597) y la Nuestra Señora de las Candelas (atrib. Juan de Anchieta, h. 1570). En el lado del evangelio se abren la capilla de la Virgen del Pilar (destaca una escultura San Antonio Abad (Francisco Rincón, h. 1593) y el denominado Cristo del Escobar (Anónimo vallisoletano o palentino, h. 1530-1550); la capilla de la Inmaculada o de Santa Lucía, con un retablo clasicista que exhibe en su calle central una pintura de la Inmaculada Concepción de Fray Juan Sánchez Cotán, está cerrado por una cúpula sobre pechinas; la capilla de las Siete Palabras, en la que recibe culto el portentoso Cristo de las Mercedes (atrib. Pompeyo Leoni, h. 1600) flanqueado por copias de los ladrones (Joaquín Cruz Solís, 1965-1966) de Gregorio Fernández; la capilla de Nuestra Señora del Sagrado Corazón; la capilla del Santo Ángel de la Guarda que presenta un retablo presidido por el Ángel de la Guarda (atrib. Juan de Ávila, h. 1672-1677); y la capilla de Nuestra Señora de Loreto, a cuyo lado, y ya en el muro de los pies se abre una hornacina que contiene una imagen de Jesús Resucitado (Anónimo vallisoletano, Último tercio del siglo XVI) a la que dio culto y procesionó la Cofradía de Jesús Resucitado hasta 1993.

En el lado del evangelio, el primer espacio es el de tránsito a la sacristía y en sus paredes se haya colgado una interesante pintura del Éxtasis de San Pablo, obra de Diego Valentín Díaz. A continuación se encuentran la capilla de Santa Rita, en la que la Congregación de San Felipe Neri rindió culto a su patrón hasta que construyó su propio templo y en la que aún se conserva una escultura barroca del mismo; la capilla de la Virgen del Carmen, antiguamente puesta bajo la advocación de Nuestra Señora de la Cabeza, que posee un retablo realizado por Pedro de Cea en 1672 pero repintado horriblemente en el siglo XIX o XX; la capilla de la Epifanía, presidida por el fantástico retablo de la Epifanía de Alonso Berruguete, una de sus obras maestras, mandada realizada por el banquero don Luis de la Haya y su esposa doña Catalina Barquete en 1537; y la capilla de San Jerónimo, actual baptisterio, situada debajo del templo y presidida por un retablo (h. 1598) cuya parte escultórica se debe a las gubias de Francisco del Rincón.

Cristo de la Luz • Colegio Santa Cruz

CAPILLA UNIVERSITARIA / CAPILLA DEL COLEGIO DE SANTA CRUZ
Hermandad Universitaria del Santísimo Cristo de la Luz

Plaza de Santa Cruz, s/n. 47002

El Colegio de Santa Cruz, uno de los primeros ejemplos de la introducción de la estética renacentista en España, fue fundado por el cardenal don Pedro González de Mendoza, en virtud de sendas bulas expedidas por el papa Sixto IV en 1479 y 1482. En aquellos años la arquitectura española se debatía entre el mayoritario aunque ya periclitado estilo gótico hispanoflamenco y los albores del renacimiento llegados desde Italia. Este debate se observa perfectamente en el edificio que resulta ser una fusión de ambos: estructuras góticas con decoraciones renacientes. En la actualidad el edificio es la sede del Rectorado de la UVa, de la Biblioteca Histórica y del Museo de Arte Africano Arellano Alonso de la Uva.

Las obras de construcción del edificio comenzaron en 1486, desconociéndose el nombre del maestro que diseñó la traza. En un primer momento (1486-1488) parece que los arquitectos encargados pudieron ser Enrique y Juan Egas, pero la inclinación del cardenal Mendoza hacia lo italiano y su estética renaciente fueron decisivos para que encargara la continuación y finalización del colegio (1488-1491) a Lorenzo Vázquez de Segovia, artífice de los rasgos renacientes, caso de la decoración del cuerpo de acceso en la fachada principal, una de las principales obras del Renacimiento español. El edificio quedó casi rematado en 1491, inaugurándose en 1492.

El colegio posee una planta cuadrada regular, estructurado en torno a un patio con tres pisos con arquerías de medio punto apoyadas en pilares octogonales que se van reduciendo progresivamente en altura. El segundo piso conserva antepechos góticos mientras los del tercero y último son ya barrocos. En las esquinas superiores se conservan cuatro ángeles tenantes de escudos que serían labrados por el escultor tardogótico Alejo de Vahía.

La fachada es ciertamente interesante si bien ha sufrido ciertos cambios que han modificado su imagen original ya que en 1761 se encargó al arquitecto cortesano Ventura Rodríguez que diseñara unos nuevos ventanales para sustituir los originales góticos, tarea de la que se ocupó su discípulo Manuel Godoy, que no solamente transformó los ventanales de las fachadas, sino que también adaptó a la estética neoclásica los de las fachadas laterales del edificio. Es por ello, por ejemplo, que los ventanales del segundo piso presentan actualmente una alternancia de frontones curvos y triangulares, recordando las soluciones utilizadas por Miguel Ángel en el Palacio Farnese de Roma. La fachada está estructurada en cinco paños separados por contrafuertes góticos que van disminuyendo paulatinamente en altura hasta rematar en unos pináculos que apean sobre la balaustrada que corona el edificio. El paño central está tapizado por un almohadillado de progenie italo-renacentista. En la parta baja se abre la portada que da acceso al edificio, a base de una puerta de medio punto sobre la que se sitúa un tímpano con un relieve gótico que efigia la fundación del colegio: el cardenal Mendoza arrodillado ante Santa Elena, que fue la que localizó la Vera Cruz. En la parte alta de este paño central está labrado el escudo de los Reyes Católicos flanqueado por los del cardenal Mendoza: el de los Mendoza y el de los Figueroa.

En el zaguán, a la derecha, se abre la puerta de entrada a la capilla, sede canónica de la Hermandad Universitaria del Santísimo Cristo de la Luz desde su fundación en 1941. Este espacio lo componen dos ámbitos: la capilla propiamente dicha y, a sus espaldas, la sacristía. Esta última, de planta cuadrada, está cubierta por una bóveda de crucería apoyada en ménsulas con ángeles tenantes de escudos labrados por Alejo de Vahía hacia 1486-1492. También en la sacristía encontramos una cajonería realizada en 1939 imitando el estilo del mueble del Renacimiento, reutilizando para ello un tablero con tres paneles procedentes de la cajonería primitiva que representan un Calvario y sendos escudos del cardenal Mendoza.

La capilla está presidida por el Santísimo Cristo de la Luz (Gregorio Fernández, h. 1630-1633), imagen titular de la Hermandad. Apodada “la Perla de Gregorio Fernández”, es probablemente la imagen más sobrecogedora que labrara Fernández pues la muerte se percibe en cada parte de su cuerpo. El patetismo de su rostro es inenarrable, llegando al extremo sobrecogedor del detalle de las espinas que perforan la ceja y oreja izquierdas. En este pequeño recinto encontramos otras obras de interés: una pintura de la Sagrada Familia (Anónimo, Segunda mitad del siglo XVII) que copia un original del pintor flamenco Anton Van Dyck, una escultura de la Asunción (Anónimo vallisoletano, h. 1600) y dos pequeñas tallas en madera policromada de Santo Tomás de Aquino y San Nicolás de Bari (Crispín Trapote, 1941).

Preciosísima Sangre • La Antigua

IGLESIA PARROQUIAL DE SANTA MARÍA LA ANTIGUA
Real y Venerable Cofradía de la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo

Plaza de Portugalete, s/n. 47002

La iglesia de Santa María “La Antigua” ya es citada en un documento del cabildo de la colegiata de 1177. Ese antiguo templo desapareció pues el actual data del siglo XIII, momento del cual aún subsisten la torre y el pórtico adosado al lateral norte. La torre es el elemento más destacado del templo, siendo a su vez uno de los iconos de la ciudad. Al exterior tiene cuatro cuerpos separados por impostas ajedrezada, rematando en un esbelto chapitel apiramidado. Su estructura debió de inspirarse, aunque logrando mayor esbeltez, en la de la vecina colegiata de Santa María la Mayor, mostrando ambas influencias lombardas.

El cuerpo de la iglesia corresponde a las restauraciones llevadas a cabo después de su declaración en 1897 como Monumento Nacional por los arquitectos Antonio Bermejo, Vicente Lampérez, Ricardo García Guereta y Fernández Casanovas, que lo desmontaron y reconstruyeron a excepto la cabecera. La iglesia posee tres naves separadas por pilares fasciculados y cubiertas por bóvedas de crucería rematados en medallones que han recuperado su esplendor, así como el interior del templo, tras la restauración integral del templo realizada entre 2018-2019.

Las naves se nos presentan prácticamente desornamentadas, ya que tras la restauración del mismo se suprimieron la mayor parte de los retablos y altares, siendo el más destacado que poseyó el que Juan de Juni labró entre 1545-1562 para la capilla mayor, a la cual se adaptaba a la perfección y que hoy se encuentra en la catedral. En el lado del evangelio se observa un retablo de factura contemporánea dedicado a Nuestra Señora de los Ángeles, imagen de bastidor que se encuentra flanqueada por sendas pinturas de Pablo Puchol que representan a San Francisco de Paula y Santiago el menor (1909). También son interesantes las esculturas de la Virgen del Carmen (Anónimo, h. 1760), Santa Ana (Anónimo, Primera mitad del siglo XVII) y San Juan Evangelista (Anónimo, Finales del siglo XIX). Por su parte, en el lado de la epístola hallamos un retablo barroco que contiene un San Roque (Anónimo, Siglo XVIII) que tuvo una enorme devoción y un grupo incompleto de la Sagrada Familia (Anónimo, Siglo XVII), amén de otra Sagrada Familia de gran tamaño y probablemente realizado en los talleres de Olot.

A todas estas obras hemos de añadir el Santísimo Cristo de la Preciosísima Sangre (Genaro Lázaro Gumiel, 1953) y a María Santísima de la Caridad (Rafael Martín Hernández, 2016), imágenes titulares de la Real y Venerable Cofradía de la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, que tiene su sede canónica en este templo desde 1953.

El Descendimiento • San Miguel y San julián

REAL IGLESIA PARROQUIAL DE SAN MIGUEL Y SAN JULIÁN
Cofradía El Descendimiento y Santo Cristo de la Buena Muerte

Calle San Ignacio, 8. 47003

La Real iglesia parroquial de San Miguel y San Julián se encuentra establecida desde 1775 en el edificio que en origen fuera Casa Profesa de los jesuitas y que, a raíz de la expulsión de los jesuitas en 1769, y el deterioro de las vetustas iglesias de San Miguel y de San Julián, se decidió fundir ambas parroquialidades en este lujoso y amplio templo.

La Casa Profesa de la Compañía de Jesús en Valladolid la fundaron en 1543 los padres Pedro Fabro y Antonio de Araoz, de nación portuguesa, poniéndola bajo la advocación de un santo portugués: San Antonio de Padua. Los jesuitas gozaron de las donaciones de personas principales de la ciudad, por lo que la fundación quedó consolidada. El edificio actual se comenzó hacia 1579 y estaba casi finalizado en 1590, de suerte que se consagró el 21 de septiembre de 1591. Se desconoce el nombre del arquitecto que diseñó los planos, aunque parece que pudiera haber corrido a cargo de Juan de Nates, que debió inspirarse en el gran modelo jesuita de Castilla: la colegiata de San Luis de Villagarcía de Campos. La iglesia recibió un fuerte impulso al adquirir el 21 de diciembre de 1610 el patronato de la capilla mayor doña Magdalena de Borja Oñez y Loyola, viuda de don Juan Urbán Pérez de Vivero, Conde de Fuensaldaña y Vizconde de Altamira, que utilizaría dicho espacio para disponer el sepulcro del matrimonio. Asimismo, era nieta de Francisco de Borja y sobrina de Ignacio de Loyola, es por ello que ordenó que la Casa de Probación quedara bajo la advocación del primero y la Casa Profesa bajo la advocación del segundo. Desde su fundación, en 1939, es la sede canónica de la Cofradía El Descendimiento y Santo Cristo de la Buena Muerte.

La iglesia presenta una espaciosa nave flanqueada por capillas entre contrafuertes comunicadas entre sí por pasillos, crucero alineado en planta y capilla mayor elevada unos peldaños. Sobre las capillas se abren vanos termales que permiten la iluminación del templo. Detrás de la capilla mayor se encuentras otras dependencias: sacristía, antesacristía y relicario. La nave va cubierta por una bóveda de cañón con lunetos y fajones, las naves laterales con bóvedas ovaladas vaídas o de aristas, y el crucero con una cúpula vaída sobre pechinas. La fachada principal está inspirada en el modelo jesuita por excelencia: la de la iglesia del Gesù de Roma, realizada por Jacopo Vignola. Presenta dos cuerpos superpuestos unidos por aletones, más ancho el inferior por la suma de nave y capillas. La portada arquitrabada está rematada por un frontón curvo partido en el que se dispone una hornacina con la escultura de San Miguel (Anónimo, h. 1500) procedente de la primitiva iglesia dedicada al arcángel, y los escudos de los condes de Fuensaldaña. A los lados se observan portadas simuladas pues no están abiertas. El cuerpo superior de la fachada, que muestra el escudo de Carlos III, sobre el que se abre un gran ventanal rectangular, está rematado por frontón triangular coronado por bolas herrerianas.

El interior del templo está alhajado con infinidad de obras de arte: retablos, esculturas, pinturas, relicarios, etc… En la entrada de la capilla mayor están dispuestas las estatuas de los arcángeles San Rafael y San Gabriel que Gregorio Fernández labró en 1606 para el desaparecido retablo mayor de la primitiva iglesia de San Miguel, conjunto al que también pertenecen las esculturas de San Miguel, San Pedro, San Pablo, San Felipe y Santiago del retablo mayor. Estas esculturas vinieron a sustituir a los Padres de la Iglesia, hoy en el Museo Nacional de Escultura. Tanto estos últimos como el resto de la imaginería de este retablo fue realizado en su mayor parte por Adrián Álvarez entre 1595-1599, fecha esta última la de su fallecimiento. Parece que ser que en los relieves del banco pudieron participar Francisco del Rincón y Gregorio Fernández. El retablo corresponde al esquema utilizado por la Compañía de Jesús constando de dos cuerpos y ático, con unas líneas generales que se acomodan a los postulados escurialenses. En el muro izquierdo se construyó el sepulcro de los condes de Fuensaldaña (h. 1617), única obra que conocemos labrada por Gregorio Fernández en mármol.

Los retablos colaterales, realizados por Cristóbal, Francisco y Juan Velázquez entre 1613-1616, presentan numerosos relicarios y están puestos bajo las advocaciones de San Francisco Javier y San Ignacio, santos que se deben a la gubia de Gregorio Fernández en 1622 y que han servido de modelos a numerosos escultores del Barroco castellano. En los extremos del crucero están instalados otros dos retablos, de estirpe rococó: el del evangelio, procedente de la iglesia de San Julián, está dedicado a la Inmaculada Concepción (atrib. Pedro de Sierra, h. 1750) con una bella imagen de San Juan Nepomuceno (atrib. Luis Salvador Carmona, h. 1750-1755) en el ático; mientras que el de la epístola, que era el de Nuestra Señora del Rosario de la primitiva iglesia de San Miguel, está presidido por la Virgen del Desconsuelo (Ángel Trapote, 1969-1970).

En el lado del evangelio están ubicadas las siguientes capillas: la capilla de San Siro, en la que se conserva la pila bautismal, un cuadro del Bautismo (Luciano Sánchez Santarén, 1903) y un retablo en el que se disponen las esculturas del ermitaño San Siro (atrib. Pedro de Sierra, 1739) y la Virgen de la Correa (Anónimo vallisoletano, Comienzos del siglo XVIII), que procede del convento de San Agustín; la capilla de San Antonio, presidida por un fantástico retablo rococó similar al frontero de la Inmaculada que está presidido por un San Antonio de Padua con el Niño (atrib. Gregorio Fernández, h. 1610) de vestir, pero con el cuerpo completamente tallado; y la capilla de la Magdalena, en la que se halla un retablo relicario presidido por una Santa María Magdalena (Anónimo vallisoletano, Finales del siglo XVII) que copia la famosa escultura de Pedro de Mena que se custodia en el Museo Nacional de Escultura.

En el lado de la epístola, y comenzando también por los pies del templo, se ubican las siguientes capillas: la capilla de Nuestra Señora del Carmen, con un retablo compuesto con trozos de varios y presidido por la Virgen del Carmen (Taller de Olot, 1903), es destacable la pintura mural de la Virgen de las Angustias que está dispuesta sobre el vano que da acceso a la capilla aneja; la capilla de la Inmaculada, posee un retablo rococó casi exacto al frontero de San Antonio de Padua, que está presidido por una Inmaculada Concepción (atrib. José de Rozas, Finales del siglo XVII) flanqueada por dos esculturas dieciochescas de San Estanislao de Kostka y San Luis Gonzaga y en el ático un relieve con los tres mártires jesuitas del Japón (San Pablo Miki, San Juan de Goto y Diego Kisai); y la capilla de la Buena Muerte, la más fastuosa de todas, que deja a las claras su advocación con las dos pinturas que hay en las paredes laterales: la Dormición de la Virgen y de la Muerte de San José. Preside la capilla un fantástico retablo rococó de raigambre granadina que es una ascua de oro. En él encontramos todo un ciclo de escenas de la Pasión tanto en relieves como en esculturas de bulto redondo caso del Cristo Yacente (Gregorio Fernández, h. 1627) acompañado con la Virgen de la Amargura (atrib. Juan Alonso Villabrille y Ron, h. 1727), el Calvario (la Virgen, San Juan y la Magdalena se atribuyen a Villabrille y Ron, h. 1727) presidido por el Cristo de la Buena Muerte (atrib. Juan de Juni, h. 1540-1577), y la Piedad (atrib. Alejandro Carnicero, h. 1738), o los bustos de Ecce Homo (atrib. Alonso de Mena, Segundo cuarto del siglo XVII) y Dolorosa (atrib. Antonio de Gautúa, Primer cuarto del siglo XVIII) situadas en las hornacinas laterales.

Del resto del conjunto parroquial destacan la sacristía, que hace las veces de museo y en el que destacan el retablo fingido (atrib. Diego Valentín Díaz, Mediados del siglo XVII) de su cabecera, los cinco grandes lienzos que representan la Apoteosis de la Eucaristía (el de la Apoteosis de la Eucaristía es obra de Felipe Gil de Mena, el resto de Bartolomé Santos) y las anamorfosis de Carlos V y de la emperatriz Isabel de Portugal (Escuela alemana, Segundo cuarto del siglo XVI); y el relicario, contenedor de infinitas reliquias y esculturas de gran valor, entre las que destacan los seis bustos de los Padres de la Iglesia (Gregorio Fernández, Década de 1620), conjunto al que también pertenecen los otros dos (San Agustín y San Ambrosio) existentes los áticos de los retablos de San Francisco Javier y San Ignacio de Loyola.

Artilleros • Penitencial de la Vera Cruz

IGLESIA PENITENCIAL DE LA SANTA VERA CRUZ
Cofradía Penitencial de la Santa Vera Cruz
Hermandad del Santo Cristo de los Artilleros

Calle Rúa Oscura, 1, 47003

La iglesia penitencial de la cofradía de la Santa Vera Cruz comienza su historia en 1580 cuando el ayuntamiento, previa aprobación del rey Felipe II, le vendió unos terrenos a la cofradía que estaban situados al final de la calle de la Costanilla (Platería), entre las calles del Azoguejo (Guadamacileros) y Rúa Oscura, por 1.000 ducados y un censo anual de 200 maravedíes. Las trazas de aquella primitiva iglesia las diseñó el arquitecto Pedro de Mazuecos el Viejo, tratándose de un edificio sencillo que constaba de una sola nave con cúpula sobre el crucero, si bien debería respetar una fachada o “testero” que existía al fondo de la calle tras la reconstrucción acometida con motivo del devastador incendio de 1561. En esta fachada debían de colocar una imagen de “Nuestra Señora, de bulto, de metal dorada, y de oro y azul y adornada”. Años después, en 1595 la cofradía solicita al arquitecto Diego de Praves que trazara una nueva fachada, en la que se dispondría un balcón corrido de hierro, realizado por el rejero Juan del Barco en 1597.

La fachada está divida en dos pisos: en el inferior el protagonismo se lo lleva la portada, que está compuesta a la manera de un arco triunfal, con columnas pareadas, arco de ingreso doblado con clave resaltada en la que quedó plasmada la fecha de ejecución (1595) y placas en las enjutas. Este arco recuerda el Arco de los Sergios de la ciudad croata de Pula. A los lados dos entradas más que sirven de acceso a las naves laterales. El arquitrabe es corrido, surgiendo del friso canes de talón que soportan el vuelo del balcón. La verticalidad de la calle central se corta con el balcón corrido -característico de las iglesias penitenciales- y sobre éste se repite el arco triunfal del cuerpo bajo con un tratamiento más simplificado y plano. El arco irrumpe en el frontón y contiene una hornacina con la estatua de Emperador Constantino empuñando la Cruz. A los lados el remate de la fachada se realiza por medio de espadañas.

A lo largo del siglo XVII la cofradía creció notablemente y el edificio se les quedó pequeño, es por ello que en 1665 se comenzará un nuevo templo, aprovechándose del antiguo tan solo la fachada. El nuevo templo sería mucho más espacioso y en él estaría “con más decencia el Santísimo Christo y aviendo reconocido la estrechura que hoy tiene para armar y tener los pasos de semana santa, porque no caben en el cuerpo principal de la dicha iglesia, con que al sacarlso y volverlos se hacen pedazos las figuras, que son de tanta estimación”. Se encomendaron las trazas al arquitecto Juan Tejedor Lozano, encargándose de la obra los maestros de cantería trasmeranos Francisco de la Torre, Domingo Gómez de Sotomayor y Lucas López de Labin. Está documentado que en 1674 se estaban acometiendo las capillas de los pasos de la Oración del Huerto y el Descendimiento. Las obras avanzaban lentamente, celebrándose la inauguración del templo en 1681. La iglesia sufrió un pavoroso incendio en 1806, que provocó la pérdida del archivo documental, y ya en el siglo XX varios intentos de demolición para poder acometer el proyecto de una Gran Vía que conectara la plaza Mayor con la plaza de San Pablo. La iglesia, amén de ser la sede canónica de su propietaria, la Cofradía Penitencial de la Santa Vera Cruz, también lo es de la Hermandad Penitencial del Santo Cristo de los Artilleros desde su fundación en 1944.

La iglesia posee tres naves separadas por pilares cuadrados, crucero muy amplio sobre el que se eleva una cúpula muy esbelta (destruida en parte tras el desplome sufrido en junio de 2023 pero vuelta a reconstruir poco después). La nave central y el crucero se cubren con bóvedas de cañón peraltadas decoradas con yeserías, mientras que las naves laterales van cubiertas por bóvedas de arista. A los pies del templo una tribuna protegida por pasamanos de hierro que permite el acceso al balcón de la fachada. La sacristía y la casa de hermandad están dispuestos perpendicularmente a la calle de la Rúa Oscura, la primera de ellas es de planta rectangular y está decorada con yeserías geométricas.

La capilla mayor contiene un fastuoso retablo mayor (Antonio de Billota y Juan Guerrero de Horna, 1678-1679) ideado en origen para que lo presidiera el Cristo del Humilladero pero que la devoción hacia Nuestra Señora de los Dolores (Gregorio Fernández, 1623-1624) lo desplazó de allí. Una vez dispuesta la Virgen se abrió un camarín a sus espaldas. En las hornacinas laterales están la Virgen y San Juan, y en el ático un gran relieve de Santa Elena y el Emperador Constantino portando la Cruz flanqueado por sendos ángeles. Todas estas esculturas y el relieve se deben a la gubia de Alonso de Rozas, mientras que el dorado y policromado de todo el conjunto corrió a cargo de Diego de Abendaño.

Los retablos colaterales, situados ya en el crucero, fueron contratados en 1693 por el ensamblador Alonso Manzano y sirven de expositor a dos de las imágenes procesionales de la cofradía: el Ecce Homo (Gregorio Fernández, h. 1620), imagen titular de la Hermandad del Santo Cristo de los Artilleros, y Cristo atado a la Columna (Gregorio Fernández, h. 1619). En los áticos de ambos retablos hay sendas pinturas de la Sagrada Familia y San Francisco con Santa Teresa debidas a los pinceles de Andrés Amaya.

En los testeros laterales del crucero encuentran asiento sendos retablos. En el lado del evangelio está colocado el retablo del Lignum Crucis, fechable en el último tercio del siglo XVIII. En la hornacina principal está el Lignum Crucis (Anónimo, Primer tercio del siglo XVII) que contiene una reliquia de la Cruz de Cristo, mientras que en las laterales se observan sendos ángeles que en origen no pertenecerían a este conjunto. Coronan el retablo dos ángeles gigantescos flanqueando un medallón con la Cruz que caracteriza a la cofradía. En el lado de la epístola se sitúa la capilla de la Borriquilla que contiene en su interior el paso de la Entrada Triunfal de Jesús en Jerusalén (atrib. Francisco Giralte, h. 1542-1550). La entrada a la capilla conserva restos de un retablo clasicista de comienzos del siglo XVII, sobre el cual se sitúan dos ángeles y un medallón exactos al del retablo frontero.

Pasando a las capillas laterales del templo, comenzando por los pies del lado del evangelio encontramos las siguientes: la primera es la capilla de la Virgen del Carmen, que contiene una imagen de la Virgen del Carmen (Anónimo vallisoletano, Segundo cuarto del siglo XVII) que sigue los modelos iconográficos de Gregorio Fernández. El Niño original que llevaba en la mano le fue robado, siendo sustituido por otro realizado por el escultor Rafael Martín Hernández en 2001. Tanto el retablo que contiene a este Virgen como el frontero de Nuestra Señora de la Soledad son los primitivos retablos colaterales del templo. La segunda capilla es la de la Virgen de la Paz (Anónimo, Siglo XVI), que preside un retablo rococó que en su ático contiene un relieve de San Juan Nepomuceno. La tercera capilla, cuya embocadura conserva restos de un retablo clasicista de la primera mitad del siglo XVII, sirve de altar a las imágenes principales, Jesús y el Ángel confortador, del paso de La Oración del Huerto (Andrés de Solanes, h. 1630), cuyo historiado se conserva en el Museo Nacional de Escultura.

En el lado de la epístola se encuentran las siguientes capillas: la primera es la capilla de la Virgen de la Soledad, en la que está un retablo clasicista, que como ya dijimos era uno de los antiguos colaterales del templo. Está presidido por una imagen bastidor de Nuestra Señora de la Soledad (Anónimo vallisoletano, Mediados del siglo XVII), mientras que en el ático hay una pintura de la Santa Faz. En la segunda capilla está el altar del Cristo del Humilladero, imagen que en ocasiones se ha atribuido a Alonso Berruguete. Realizada a mediados del siglo XVI, está rodeada por una sencilla estructura de espejos rematada en medio punto que procede de la hornacina principal del retablo mayor. La tercera y última capilla contiene el paso del Descendimiento (Gregorio Fernández, 1623-1624), teniendo en la embocadura restos de un retablo prechurrigueresco. Tanto el fondo de esta capilla como el de la capilla de la Oración del Huerto fueron decorados con sendos paisajes pintados por Gabriel Casado, asistido por sus hermanos cofrades Manuel Segovia y José Luis Vaquero, en 2003.

Piedad • San Martín

IGLESIA PARROQUIAL DE SAN MARTÍN
Muy Ilustre Cofradía Penitencial de Nuestra Señora de la Piedad
Hermandad del Santísimo Cristo Jesús de Medinaceli, Nuestra Señora de la Divina Misericordia y Discípulo Amado

Calle de San Martín, 10. 47003

La iglesia parroquial de San Martín ya existía allá por el año 1148, si bien apenas se conservan restos de este período, únicamente su torre campanario, muy similar a la de la Antigua, románica, destacando ambas por su esbeltez y motivos decorativos como las líneas de imposta que las dividen en varios cuerpos o las columnillas adosadas. No obstante, la originalidad en la torre de San Martín está en el vano amainelado que se cubre con arco apuntado. El templo primitivo fue demolido hacia 1558 y reedificado a inicios del siglo XVII según las trazas diseñadas por el arquitecto Diego de Praves, obra que finalizó su hijo Francisco en el año 1621. La parroquia es sede canónica de dos cofradías: de 9la Muy Ilustre Cofradía de Nuestra Señora de la Piedad desde 1935, y de la Hermandad del Santísimo Cristo Jesús de Medinaceli, Nuestra Señora de la Divina Misericordia y Discípulo Amado desde 2017.

Su fachada es un bello ejemplo clasicista que, por desgracia, perdió su segundo cuerpo tras el hundimiento de la bóveda en los años sesenta del siglo XX. En la portada se concentra la decoración más interesante, realizada en piedra caliza. La portada de acceso se cubre con un arco de medio punto y, sobre este, una hornacina en cuyo interior se encuentra la interesante escultura de San Martín a caballo y partiendo la capa al pobre (Antonio Tomé, 1721).

El interior del templo, aunque muy reformado y rehabilitado integralmente entre 2004 y 2007, muestra la sobriedad de principios del siglo XVII y consta de una única nave con capillas laterales. En cuanto a la decoración es muy sencilla y se basa en grandes pilastras, arcos de medio punto y sencillos entablamentos. La cúpula del crucero desapareció tras el hundimiento, debía iluminar todo el presbiterio, efecto conseguido gracias a la última rehabilitación de esta iglesia. También, tras la intervención, aparecieron en el suelo las tumbas de los miembros de esta parroquia y sus familias, que las fueron adquiriendo entre los siglos XVII y XVIII, todas ellas muy interesantes por su iconografía, inscripciones y blasones.

Nada más entrar destaca su imponente retablo mayor (Pedro de Cea, 1672-1674), que se enclava dentro de los denominados “prechurriguerescos” por la gran cantidad de motivos vegetales que acumula. Su tipología responde al a un primer estadio del llamado “retablo-camarín”, por ese ventanal abierto que recibe el nombre de transparente, que consiste en ese ventanal del presbiterio que deja pasar la luz. Está formado por un potente banco en el que destacan unas ménsulas de gran tamaño sobre las que se apoyan las seis columnas salomónicas de orden gigante que configuran el único cuerpo y que definen tres calles. En la central, que es notablemente más ancha, se encuentra en el transparente la Virgen de la Peña de Francia, una talla originalmente románica y readaptada en los siglos posteriores como vestidera que gozó de gran devoción en esta parroquia. Justo debajo de ella se colocó la talla de San Benito (atrib. Felipe de Espinabete, h. 1760) en el siglo XIX -procedente de la antigua iglesia de San Benito el Viejo-. A los laterales, en el banco, se encuentran las tallas de Santa Teresa de Jesús y San Agustín y, en el primer cuerpo San Pedro y San Pablo, y en el ático un relieve de San Martín dando su capa a un pobre, todas estas esculturas fueron realizadas por Juan Antonio de la Peña en 1674.

Aunque la configuración de sus retablos ha cambiado notablemente debido a las obras realizadas durante los años sesenta del siglo pasado, esta parroquia sigue conservando obras muy interesantes. Empezando por las del lado del evangelio, nada más entrar está la capilla bautismal. Bajo un arcosolio hay una lápida que señala que en ese lugar recibió este sacramento el poeta José Zorrilla (1817-1893). A su lado un Cristo Yacente (atrib. Esteban Jordán, Finales del siglo XVI).

La capilla más importante es la siguiente, la dedicada a día de hoy a Nuestra Señora de la Piedad, que históricamente ha pertenecido a Gaspar de Vallejo, caballero de la Orden de Santiago y miembro del Consejo de Castilla. Su planta en forma de cruz latina le hace destacar sobre el resto y también la cúpula sobre el crucero con yeserías, en la que, entre festones flores y frutas, sobresalen los relieves de los apóstoles rodeando a la Inmaculada Concepción, que se encuentra en el centro. El retablo de la Virgen de la Piedad, al igual que la imagen titular, proceden de la capilla de la Soledad de la antigua iglesia conventual de San Francisco. Tras la desamortización y demolición de este monasterio en 1837 fueron trasladados a la iglesia de San Martín, ya que pertenecía al patronato de la familia Salcedo Rivas, que en este templo tenían una de las capillas. Es un retablo de principios del siglo XVII, cuya hornacina central está reservada a la Quinta Angustia de Gregorio Fernández (h. 1627). Otra interesante pieza que se encuentra actualmente en esta capilla es el Cristo de la Humildad (José de Rozas, 1691), propiedad de la Cofradía de la Piedad.

La capilla que está junto a los brazos del templo está dedicada a san Juan de Sahagún. Originalmente pertenecía a Alfonso Fresno de Galdo, obispo de Honduras, aunque desde el siglo pasado está puesta bajo la advocación de este santo salmantino cuya talla se encuentra en el centro del retablo neoclásico vestida con el hábito agustino y sujetando la custodia. Tanto la imagen del santo como el relieve del Martirio de san Bartolomé del ático fueron parte de las esculturas que labró Juan Antonio de la Peña en el trienio de 1699 a 1701 para el desaparecido retablo de la capilla de San Juan de Sahagún, que era la de don Gaspar de Vallejo. Dicho retablo corrió a cargo del ensamblador Alonso Manzano y su dorado lo ejecutó Antonio Barreda y Lombera. En esta capilla también destaca un crucifijo gótico de hacia 1500, muy interesante, que muestra un cuerpo estilizado junto a un rostro de facciones afiladas, pero con una expresión relajada; y un fantástico San Antonio de Padua de progenie rococó.

En la capilla mayor se ha dispuesto el Santísimo Cristo de la Paz (Antonio Reiné, 2019), última adquisición patrimonial de la Cofradía de la Piedad.

En las capillas del lado de la epístola se pueden observar varias imágenes de notable calidad: en el brazo del crucero hay otro crucifijo (comienzos del siglo XVII) que se encuentra en un altar rococó readaptado y a su lado una talla de San Ramón Nonnato (mediados del siglo XVIII) procedente de un antiguo retablo.

En la capilla central de este lado destaca otro retablo del siglo XVIII, de estilo rococó. En su hornacina central se encuentra el Ángel de la Guarda (atrib. Juan de Ávila, h. 1675-1685), imagen titular de una antigua cofradía homónima fundada en el hospital de la Resurrección y que, tras una serie de avatares históricos, terminó en esta iglesia parroquial donde, desde 1945, recibe culto por parte de los miembros del Cuerpo Nacional de Policía y médicos pediatras.

La última imagen a la que hay que hacer referencia es la de Jesús de Medinaceli, pues actualmente se le rinde culto en una de las capillas laterales del lado del evangelio. Es una talla de vestir, obra del escultor Juan Antonio Blanco, realizada en 2012. Junto a ella se sitúan las imágenes que acompañan a Jesús en el paso de La Sentencia: el soldado romano (2022) Pilatos (2023) y Claudia Prócula (2024), esculturas todas ellas labradas por Ana Rey.

Cruz Desnuda • Inmaculada Concepción

IGLESIA PARROQUIAL DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN
Cofradía de la Orden Franciscana Seglar La Santa Cruz Desnuda

Paseo de Zorrilla, 27. 47007

Desde su regreso en 1923 los franciscanos habían regentado la iglesia de la Sagrada Familia, que estuvo situada enfrente de la actual iglesia de la Inmaculada Concepción, en el Paseo de Zorrilla, en la esquina entre las calles Tres Amigos y Magallanes. La escasa capacidad de aquel templo llevaría a los franciscanos a construir una nueva iglesia de mayor tamaño: la parroquia de la Inmaculada Concepción, y el convento de San Antonio de Padua que se encuentra anejo.

La iglesia, construida entre 1951-1956 por el arquitecto Julio González siguiendo la estética del hormigón armado preconizada por el arquitecto francés Auguste Perret, fue bendecida e inaugurada por el arzobispo D. José García Goldáraz el 31 de diciembre de 1959. El templo, realizado en hormigón, presenta una traza elegante, moderna, austera y armónica. Está organizado a través de una amplia nave rematada en un profundo presbiterio situado en un nivel más elevado y presidido por una gigantesca imagen de San Antonio de Padua (Antonio Vaquero, 1965) tallada en madera de abedul. Sobre el presbiterio, que tiene una altura y anchura más reducida que el resto del templo, se dispone un mosaico dedicado a San Francisco de Asís. A ambos lados de la embocadura de la capilla mayor se disponen dos altares presididos por la Inmaculada Concepción y el Sagrado Corazón, obras ambas talladas en piedra de Novelda por Antonio Vaquero en 1961. A la derecha de la nave se abre una reducida nave de la epístola, presidida por el altar del Cristo de San Damián, en cuyo espacio se disponen los confesionarios. Éstos, así como todas las obras en madera de la iglesia, fueron realizadas por los hermanos Francisco y Suceso Fernández León.

A los pies del templo se dispone un coro alto en el que se encuentra un órgano de estética sonora neoclásica construido por Organería Española S.A. en 1968 y restaurado por los Hermanos Azpiazu en 2009. Debajo del coro, a ambos lados del cancel encontramos dos altares: en el muro derecho el de San Francisco de Asís (¿Antonio Vaquero?), h. 1961) y en el izquierdo el de la Santa Cruz Desnuda (Francisco Fernández León, 1993), imagen titular de la Cofradía de la Orden Franciscana Seglar (VOT) La Santa Cruz Desnuda, que tiene esta parroquia por sede canónica desde 1959.

En el exterior, la fachada está construida en ladrillo y hormigón, de suerte que combinan armónicamente los colores rojo y blanco. Sobre las tres puertas que dan acceso al templo hay otros tantos relieves representando el emblema franciscano de las manos cruzadas de Dios y de San Francisco en la puerta central, y santos franciscanos en las puertas laterales. Por encima se desarrolla el cuerpo de la iglesia, levantándose sobre la parte central una torre campanario que está decorada con una gran Cruz con el cordón franciscano (Antonio Vaquero, 1960) tras el cual se abre un rosetón que permite la iluminación del interior del templo, así como las vidrieras dispuestas sobre las puertas laterales.

Santo Entierro • San Joaquín y Santa Ana

REAL MONASTERIO DE SAN JOAQUÍN Y SANTA ANA (MM. CISTERCIENSES)
Cofradía del Santo Entierro

Plaza de Santa Ana, 4. 47001

El origen del Real Monasterio de San Joaquín y Santa Ana se encuentra en el Monasterio de Santa María de la Consolación de Perales, un cenobio cisterciense fundado en 1160 por Nuño Pérez de Lara y Teresa Fernández de Tovar en un paraje situado entre Palencia y Carrión de los Condes. En 1594, a instancias de Felipe II, se efectuó en el cenobio una reforma o “recolección” dado que por entonces las normas se habían relajado. No todas las monjas decidieron aceptarla, las que sí se trasladaron a Valladolid y fundaron el Monasterio de San Joaquín y Santa Ana. A pesar de las dificultades que acaecieron en un primer momento, pues se opusieron a su asiento la parroquia de San Lorenzo y el convento de la Santísima Trinidad, las monjas se establecieron en una casa que les adquirió don Francisco de Reinoso, abad de Husillos. Tras dos años de dificultades, el 8 de junio de 1596 se dispuso el Santísimo Sacramento en su nuevo templo.

A lo largo del siglo XVII se efectuaron diversas reformas, llegando a adquirir el patronato del convento en 1675 la Condesa de Alcaudete y Marquesa del Villar; pero será el siglo XVIII el de su mayor esplendor, propiciado en un primer momento por la Marquesa de Canales, doña María Teresa Coloma, que profesó en el convento en 1717 e hizo generosas donaciones de dinero y obras artísticas, y posteriormente por Carlos III, que tomó la decisión de la reconstrucción total del cenobio. Varios fueron los arquitectos implicados en su construcción, así, el proyecto fue diseñado por el célebre arquitecto italiano Francesco Sabatini, que venía trabajando para el Rey desde hacía tiempo, mientras que la obra se encargó a Francisco Álvarez Benavides, dirigiendo los trabajos como aparejadores Francesco Valzania, Juan Monti y Manuel de Mariátegui. La primera piedra se colocó el 11 de febrero de 1781 y el 18 de septiembre de 1787 la obra ya estaba acabada por cuando en dicha fecha regresaron las monjas a su nuevo cenobio.

La fachada, elevada sobre un zócalo de piedra vista, posee dos alturas organizadas por medio de pares de pilastras sin basas ni capiteles, sobre las cuales se soporta un frontón triangular en cuyo interior acoge el escudo de Carlos III labrado en piedra. Sobre la portada, adintelada y con pequeñas orejetas, se abre una hornacina presidida por una escultura de Santa Ana con la Virgen que procederá del primitivo edificio.

Una vez cruzado el umbral de la puerta se accede a un vestíbulo que antecede a la iglesia, construida según un plan central dado que su planta es ovalada, a lo que hay que sumar una profunda capilla mayor cuadrangular, a cuyos lados se abren la sacristía (izquierda) y el coro bajo de las monjas (derecha). El cuerpo de la iglesia está organizado por medio de simples pilastras que a cada lado acogen tres capillas hornacinas de remate de medio punto, y que a su vez sostienen un entablamento sobre el que se eleva una cúpula trasdosada con linterna y con seis óculos abiertos para permitir la entrada de luz. Un arco sobre el eje perpendicular del templo da acceso a la capilla mayor, que también está cubierta por medio de una cúpula.

Si algo destaca en el templo es la pureza de las líneas, ningún elemento ornamental distrae de lo verdaderamente importante. En su interior hay siete retablos neoclásicos realizados en madera y policromados de tal manera que imitan materiales nobles (mármoles y bronce) como es característico del momento: el retablo mayor, que en su hornacina contiene un grupo escultórico de San Joaquín, Santa Ana y la Virgen que sería labrado por entonces, y seis retablos más en el cuerpo de la iglesia cuyas trazas corresponden a dos modelos diferentes presentando pinturas: las tres del lado del evangelio se deben a los pinceles de Ramón Bayeu (Santa Escolástica, la Virgen con San Francisco y San Antonio de Padua, y San Benito de Nursia), mientras que las tres del lado de la epístola son obra de su cuñado, Francisco de Goya (San Bernardo asistiendo a un tullido, la Muerte de San José -se cree que Goya se autorretrató en figura de Jesús-, y Santa Lutgarda). Estos últimos, los óleos de Goya, fueron realizados en el segundo semestre de 1787 y son las únicas pinturas que de su autoría se conservan actualmente en Castilla y León, si bien antiguamente existieron otras, por ejemplo, en Salamanca.

En las dependencias del monasterio se instaló en 1978 un museo de arte sacro que hace pocos años se amplió al añadir a su espacio expositivo tres de las cuatro pandas del claustro alto. En el museo se puede disfrutar de infinitud de piezas de escultura, pintura, objetos devocionales de la vida monacal, vajillas, orfebrería, textiles litúrgicos y civiles, una colección de Niños Jesús e incluso piezas muy curiosas, alguna de ellas de arte japonés. Las obras más célebres son el Cristo Yacente (Taller de Gregorio Fernández, h. 1631-1636), imagen titular de la Cofradía del Santo Entierro, que tiene este convento por sede canónica desde 1935; el Busto de Dolorosa de Pedro de Mena y el Busto de Ecce Homo atribuido a Francisco Alonso de los Ríos.

Santo Sepulcro • San Benito

MONASTERIO DE SAN BENITO EL REAL
Cofradía del Santo Sepulcro y Santísimo Cristo del Consuelo

Calle San Benito, 3, 47003

El 21 de septiembre de 1390 el rey Juan I fundaba el monasterio de San Benito el Real de monjes benedictinos prietos en lo que fuera el Alcázar de los reyes de Castilla. La importancia del monasterio, que pasó de ser una pequeña comunidad de observancia a convertirse a finales del siglo XV en cabeza de la nueva congregación, obligó a los religiosos a construir un nuevo edificio más capaz puesto que la iglesia que tenían por entonces era reducida y estrecha.

El nuevo templo comenzó a construirse en 1499 por los arquitectos Juan de Arandia y García de Olave, contando para ello con el patrocinio de importantes personalidades del clero, caso de don Alonso de Valdivieso, obispo de León y presidente de la Real Chancillería de Valladolid, que se obligó a sufragar la capilla mayor y la del ábside del evangelio (puesta bajo la advocación de San Marcos) para convertirlos en su sepultura y la de su hermano Lope de Valdivieso. Por su parte, la capilla del ábside de la epístola fue costeada por don Fernando de Zúñiga, arcediano de Sevilla. Años después de acabada la iglesia se acometió el pórtico, construido por Rodrigo Gil de Hontañón entre 1569-1575, y recrecido años después, entre 1577-1583, con otros dos cuerpos de ladrillo que corrieron a cargo de Juan de Ribero Rada y que fueron derribados en 1856.

Los monjes benedictinos continuaron viviendo en el monasterio hasta que, con motivo de la desamortización, fueron expulsados por Decreto de 8 de marzo de 1836. Si la desamortización afectó a todos los cenobios masculinos éste no fue menos, aunque por suerte la mayor parte de sus bienes lograron conservarse al pasar en 1837 a engrosar los fondos del Museo Provincial de Bellas Artes: la sillería de coro, el retablo mayor y otros muchos retablos, la Virgen de la Piedad, esculturas, pinturas y diversas alhajas y relicarios. Precisamente en ese año fue cuando la iglesia quedó cerrada definitivamente al culto por el general Zariátegui, pasando a poder de los militares hasta que en 1878 la pusieron a disposición del Ayuntamiento. Ésta a su vez se la entregó el 2 de noviembre de 1892 a la Venerable Orden Tercera del Carmen con la condición de que la abriera al culto, como así hizo. El último hito es la llegada de los Carmelitas Descalzos, que formaron comunidad y tomaron posesión del templo el 5 de enero de 1897 y allí se mantienen desde entonces. Desde 1945 es la sede canónica de la Cofradía del Santo Sepulcro y Santísimo Cristo de la Buena Muerte, nacida en el seno de la Asociación Josefina, dirigida por el Padre José Antonio Carrasco de los PP. Carmelitas Descalzos.

La fachada de la iglesia presenta una torre pórtico de planta cuadrada con pilares octogonales y dos cuerpos de altura con arcos apuntados en el inferior y de medio punto en el superior. Están cubiertos por sencillas bóvedas de media naranja barrocas (la del segundo cuerpo se derrumbó en 1935) que sustituyeron a las estrelladas originales que se cayeron con motivo del incendio desatado en la fachada en 1605. Como curiosidad, sobre la puerta de acceso al templo se descubrió hace unos años el escudo del rey José I.

La iglesia es grandiosa, respondiendo a la tipología de iglesia de salón con tres naves que poseen casi la misma altura, proporcionando al interior una sensación de diafanidad y verticalidad. Las naves están divididas por pilares octogonales con columnillas adosadas y cubiertas por bóvedas de crucería estrelladas de terceletes labradas en piedra, algo realmente extraordinario en la ciudad. La reja del coro (Juan Tomás Celma, 1571) separa el ámbito del pueblo de la zona de los monjes. La cabecera presenta tres ábsides poligonales, mientras que a los pies se dispone un coro alto con bóvedas estrelladas de terceletes y combados. De las múltiples capillas y arcosolios en la actualidad tan solo se conservan las dos del lado del evangelio: la del licenciado Butrón y la del doctor Daza; y en el evangelio los restos de diversos arcos que acogieron capillas y sepulcros, así como el arco de la capilla de los Mudarra.

En la capilla del licenciado Butrón, que posee una bella bóveda estrellada en la cual aún se conservan las claves, se guardan las imágenes procesionales de la Cofradía del Santo Sepulcro: el Cristo del Consuelo (Gregorio Fernández, h. 1610) y la Virgen de la Alegría (Miguel Ángel Tapia, 1997), así como el Cristo Yacente (Miguel Ángel Tapia, 2008) que la cofradía pone en besapié en la mañana del Sábado Santo. En la capilla del doctor Daza nos encontramos con un grupo escultórico en barro policromado de la Anunciación (Anónimo, Mediados del siglo XVI) que originalmente estuvo dispuesto sobre el arco de la capilla de los Mudarra, y un interesante lienzo de La Aparición de la Virgen a San Antonio de Padua (Salvador Seijas Garnacho, h. 1893).

En el ábside del evangelio destacan las esculturas de San Joaquín con la Virgen Niña (atrib. Juan de Ávila, h. 1690), que procede de la capilla de San Pedro Regalado de la iglesia del Salvador, y la del Glorioso Patriarca San José (Salvador Vicent, 1942), propiedad de la Asociación Josefina. Por su parte, en el ábside de la epístola hallamos a San Elías (Anónimo vallisoletano, Finales del siglo XVII), procedente del convento del Carmen Calzado y que fue la imagen titular de una cofradía de viudas que le tenía como patrón, San Gregorio Magno (atrib. Felipe de Espinabete, h. 1770) y una serie de sepulcros góticos.

La capilla mayor acoge un retablo barroco que fue muy viajero. Realizado junto a dos retablos colaterales en 1703 para el convento agustino de Nuestra Señora de la Fuensanta de Portillo, tras la desamortización los tres recalaron en la iglesia de San Juan Evangelista de Arrabal de Portillo. Ya en 1865 el arzobispo Moreno Maisonave los llevó a la catedral, en la que el mayor permaneció hasta 1923 en que fue depositado en la iglesia conventual de San Benito tras haber logrado la seo hacerse con el retablo mayor que Juan de Juni labrara para la iglesia de Santa María la Antigua. En la hornacina principal se dispuso a la Virgen del Carmen (Claudio Cortijo, 1797), imagen titular de la V.O.T. del Carmen fundada en 1772 en el convento del Carmen Calzado, y en las laterales a San Benito (se trata de un San Plácido transformado) y San Bernardo.

En el muro de la epístola encontramos la antigua capilla de los Mudarra, actualmente puesta bajo la advocación de Santa Teresa, en la cual existe un altorrelieve de Santa Teresa (Juan Imberto, 1614) procedente del retablo mayor del convento de Santa Isabel y que en origen fue la Santa Isabel que lo presidía. En los arcosolios subsiguientes destaca la imagen del Niño Jesús de Praga (1928), obra de Francisco Font y Pons, a quien se debe la fantástica Transverberación de Santa Teresa (h. 1900) conservada en la sacristía. Este último espacio acoge, asimismo, una interesante Virgen de la Piedad (Taller El Arte Cristiano de Olot, 1912) y dos grandes pinturas de artistas locales contemporáneos: El Cristo de Castilla (José David Redondo, 1975) y La Virgen Protectora (Mariano Olcese, 1975).

Angustias • Penitencial de las Angustias

IGLESIA PENITENCIAL DE NUESTRA SEÑORA DE LAS ANGUSTIAS
Ilustre Cofradía Penitencial de Nuestra Señora de las Angustias

Calle de las Angustias, 10. 47003

La iglesia penitencial de Nuestra Señora de las Angustias no ha sido la primera que regentó la cofradía puesto que en un primer momento la Cofradía de la Quinta Angustia, pues este fue su nombre fundacional, estuvo establecida en una ermita con hospital en la calle de las Angustias Viejas (Torrecilla). La construcción de la actual penitencial, erigida frente al palacio del Almirante de Castilla don Alonso Enríquez, hoy frente al Teatro Calderón, fue posible gracias a la munificencia del cofrade y rico mercader Martín Sánchez de Aranzamendi y su esposa doña Luisa de Ribera, que el 23 de junio de 1613 otorgaron la escritura de patronato del templo para sí y sus sucesores.

Las obras, que corrieron a cargo del arquitecto Juan de Nates, dieron comienzo en 1597, aunque el proyecto debía estar ya listo el año anterior, y quedaron casi rematadas en 1606. Diversos maestros participaron en la edificación, caso del maestro cantero Martín de Uriarte, que labró la sillería y la portada lateral, y realizó las labores ornamentales de basas, columnas, impostas e incluso el escudo de Aranzamendi que corona la fachada; Juan da Vila dio moldes para la cantería, Hernando de Munar labró los capiteles de la fachada, Juan de Rozadilla ejecutó los capiteles de yeso del interior del templo, Bartolomé de la Calzada realizó las bóvedas de yeso, Matías Ruiz construyó el balcón grande de hierro y las rejas, y Francisco de Villamuriel ejecutó las cerraduras y demás herraje de las puertas.

El templo presenta una fachada influenciada por la catedral de Valladolid y la arquitectura escurialense. Posee dos cuerpos con columnas adosadas de orden corintio y en los intercolumnios nichos que acogen las esculturas en piedra de San Pedro, San Pablo y la Anunciación, mientras que en el tímpano sobre la portada hay otra escultura de la Piedad, todas ellas debidas a las gubias de Francisco del Rincón hacia 1605-1606. La fachada se remata con frontón triangular, en cuyo interior está labrado el escudo de los Aranzamendi.

La iglesia posee una única nave con dos tramos cubiertos por bóvedas de cañón decoradas con yeserías geométricas, y un crucero que hace las veces de capilla mayor, sobre el cual se eleva sobre pechinas una cúpula de media naranja. A los pies se dispone el coro, y a las espaldas del crucero la sacristía, que comparte terreno con la capilla de la Virgen de las Angustias, abierta en el muro de la epístola perpendicularmente al crucero. Construida entre 1704-1710 para proporcionar a la Virgen un espacio propio para su devoción, que ya por entonces era notorio en la ciudad, consta de dos espacios: uno primero ochavado, cubierto por cúpula y linterna, que cuenta con tribunas, dos retablos presididos por pequeñas estatuas de Cristo atado a la columna y el Ecce Homo (atrib. Pedro de Ávila, h. 1710), y dos hornacinas que acoge al San Juan y la Magdalena del paso del Descendimiento (Gregorio Fernández, 1616-1617) de la cofradía; y otro, que es el propio santuario de la Virgen de las Angustias (Juan de Juni, h. 1561), que asienta en su tabernáculo y cuenta con camarín. Alrededor del tabernáculo se disponen las pinturas de los Siete Dolores de la Virgen (Manuel Peti, h. 1710).

También perpendicular, pero abierta en el muro del evangelio de la nave, se encuentra la capilla del Cristo, en la cual se conservan un retablo churrigueresco (Anónimo vallisoletano, 1686) que acoge al Cristo del Jubileo (Anónimo mejicano, Segunda mitad del siglo XVI), un interesante Crucificado realizado en madera y pasta de caña de maíz; y un Cristo Yacente (Anónimo vallisoletano, h. 1640) dentro de su sepulcro.

El crucero está presidido por el fantástico retablo mayor (1600-1606), obra realizada en colaboración por el ensamblador Cristóbal Velázquez, el escultor Francisco del Rincón y el pintor Tomás de Prado, a quien también se deberán las portentosas pinturas murales que se desarrollan en el muro alrededor del retablo y que representan a cuatro Virtudes: Fe, Caridad, Prudencia y Templanza. Éste está presidido por un gran relieve de la Encarnación, advocación del templo, mientras que para el ático se labró una Piedad que será el precedente de las de Gregorio Fernández.

En la nave, en el lado del evangelio hallamos la capilla de San José, que acoge un retablo dedicado al santo que fue costeado por el entallador Antonio López, que asimismo sufragó las dos pinturas de los lados de la capilla que representan El Hogar de Nazaret y la Muerte de San José, obras ambas realizadas por Diego Díez Ferreras en 1668. En esta capilla estuvo asentada la cofradía de San José de maestros entalladores. Al pie del altar se conserva la piedra sepulcral de Antonio López. A continuación, está la capilla del Santo Cristo de los Carboneros que acoge la portentosa efigie del Crucificado salida de las gubias de Francisco del Rincón hacia 1606.

En el lado de la epístola otras dos capillas: la primera es la de la Encarnación, con un retablo barroco realizado por el ensamblador Juan Guerrero en 1682. Está presidido por la Virgen de la Encarnación (Anónimo vallisoletano, Segunda mitad del siglo XVI), llevando pinturas en el banco (Santo Domingo, San Francisco, San José y Santa Teresa) y en el ático (el arcángel San Gabriel), quizás debidas al pincel del pintor y dorador Antonio Barreda. En sendas peanas del retablo dos pequeñas esculturas dieciochescas de San Bernardo y San Pedro Regalado. A continuación, la capilla de Santa Gertrudis con un retablo clasicista que acoge una estatua relicario de Santa Gertrudis (Francisco del Rincón, h. 1606-1608) y en el ático una pintura de la Virgen de las Angustias.

A ambos lados de la iglesia se disponen los diferentes espacios propios de una cofradía penitencial: en el lado derecho la casa de hermandad y en el izquierdo la sala de pasos en el piso bajo, al cual se accedía desde el exterior por una elegante puerta de piedra, y encima la sala de cabildos.

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