Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu

Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu, la Séptima Palabra, fue montada por primera vez en 1942, año en el que tras verlo desfilar en la Procesión General el arzobispo Antonio García exclamó: “Esto es realmente carne”. El conjunto lo preside el Santísimo Cristo de las Mercedes, un colosal (230 cm) Crucificado con origen en el Convento de San Francisco y atribuido a Pompeyo Leoni (1531-1608). Cristo, que ya ha muerto, presenta un apurado estudio anatómico enriquecido por una policromía que resalta los matices e incluso simula las marcas que las cuerdas han provocado en manos y tobillos.

En origen la escena se completó con los ladrones del Descendimiento de la Cofradía de las Angustias, sin embargo, su mal estado de conservación llevó a encargar sendas copias a los hermanos Joaquín y Raimundo Cruz Solís. Sus cuerpos son un compendio de naturalismo. Contraponen sus actitudes: a la calma y muerte plácida sufrida por Dimas se contrapone la actitud burlona de Gestas, cuyo rostro agresivo saca la lengua al público. El rostro del Buen Ladrón guarda una conocida ¿leyenda?: El Duque de Lerma adeudaba dinero a Gregorio Fernández por ciertas obras que éste le habría realizado. En “venganza” el escultor puso su rostro a Dimas.