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Escultores y
Artistas relevantes
La Semana Santa de Valladolid cuenta con una exquisita colección de pasos procesionales realizados por los más insignes escultores castellanos del Renacimiento y Barroco. Estos se combinan con otros debidos a las gubias de algunos de los imagineros contemporáneos más célebres de los siglos XX y XXI y de otros maestros de la región. Descubre sus biografías y obras aquí.

Isidro de Villoldo (ca.1500 – Sevilla, 1556)
El escultor Isidro de Villoldo nació hacia el año 1500 en una ciudad que hasta el momento nos es desconocida, aunque las que parecen más probables son Toledo, Palencia y Ávila. Sea como fuere, su formación transcurriría en Ávila en el taller de Vasco de la Zarza (147?-1524), que por entonces estaba enfrascado en numerosas obras para la catedral. Debió de conocer a Alonso Berruguete (ca.1488-1561) a lo largo de la década de 1530, acudiendo a su llamada en 1539 para ayudarle en la notable empresa de la sillería del coro de la catedral de Toledo. Pronto se convirtió en uno de sus seguidores más significativos, como así lo indica un testimonio contemporáneo que señalaba que él y Francisco Giralte (ca.1500-1576) “eran habidos por los dos mejores oficiales que había y de quien se podía confiar en dicha obra, por ser muy grande y de mucha calidad”. Finalizado el coro de la seo toledana regresaría a Ávila para terminar la sillería del coro de la catedral, empresa que le revestiría de un notable prestigio que le permitió acaparar los encargos catedralicios: retablo de san Segundo (1546-1548), retablo de San Bernabé y grupos de la Pasión en la sacristía (1549-1553) o el retablo de San Antolín (1551).
El arte de Villoldo se expandió hacia el sur peninsular, de hecho, es considerado uno de los fundadores de la escuela escultórica sevillana junto a otros maestros abulenses y toledanos como Juan Bautista Vázquez “el Viejo” (1510-1588). Marchó allí en 1553 para realizar el retablo mayor de la Cartuja de Santa María de las Cuevas, del cual subsiste un hermoso Calvario. No pudo acabar la obra debido a su muerte prematura en 1556.
El escultor poseyó una exquisita técnica. Su estilo se vio claramente influenciado por Berruguete, derivando en unas composiciones nerviosas y la utilización de un canon alargado, todo lo cual se observa en el Santísimo Cristo Yacente del convento de Santa Isabel que le atribuyó el profesor Parrado del Olmo. Paulatinamente iría corrigiendo el canon, utilizando unas composiciones más correctas y equilibradas, y buscando una belleza idealizada. Fue un maestro versátil que se desempeñó como escultor y entallador (retablista), que supo trabajar tanto la madera como la piedra y el alabastro. Sus retablos poseen notas manieristas en la decoración y en la utilización de elementos extravagantes. Son muy teatrales, soliendo exhibir áticos con doseles descorridos por ángeles que nos quieren la escena que hay tras ellos. Destacó en la escultura en relieve, sumamente refinada, pudiendo reseñarse el magnífico de la Piedad del Museo Diocesano y Catedralicio de Valladolid.
Obra en la Semana Santa de Valladolid
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Santísimo Cristo Yacente (atrib., ca.1538-1553) del convento de Santa Isabel. Cofradía de la O.F.S. La Santa Cruz Desnuda
Francisco Giralte (¿Palencia?, ca.1500/1510 – Madrid, 1576)
Nacido hacia los años 1500-1510 en Palencia, fue el seguidor más importante de Alonso Berruguete (ca.1488-1561). Consta que trabajó en su taller al menos como oficial, sin que pueda asegurarse que hubiera sido su aprendiz. Su radio de acción comprendió en un primer momento el obispado de Palencia, tanto las zonas rurales como los dos grandes núcleos urbanos del mismo, Palencia y Valladolid, realizando obras como el sepulcro de los marqueses de Poza en el convento de San Pablo de Palencia, el retablo mayor de la iglesia de San Pedro de Cisneros (Palencia) o el retablo mayor de la iglesia de San Martín de Tours de Villarmentero de Campos (Palencia), obras que muestra el gran talento de Giralte tanto en su faceta de escultor como de retablista.
Se enfrentó a Juni en el llamado pleito de la Antigua, que, además de dirimir quien se haría con el contrato para realizar el retablo mayor de la iglesia de Santa María La Antigua, vino a zanjar la cuestión de quien era el escultor más prestigioso de la ciudad, si Juni (1506-1577) o Giralte. La victoria del francés aseguró a éste la supremacía en Valladolid hasta su fallecimiento, en cambio, la derrota impulsó al palentino a trasladarse a Madrid, donde alcanzaría gran crédito, llegando a acometer una de las grandes empresas del momento: el retablo mayor y los sepulcros de la Capilla del Obispo, y otras de relevancia como el retablo mayor de la iglesia de San Eutropio de El Espinar (Segovia).
Giralte es un virtuoso de la técnica y, a pesar de considerarse discípulo de Berruguete, fue un maestro ecléctico, pues fundió en su estilo diversas influencias. En sus personajes, concebidos con un canon corto, busca los valores plásticos, insinuar la masa. Suele mostrarles con una belleza ideal, arropándolos en mantos y sayos que caen al suelo contribuyendo a dar una impresión de estabilidad. A veces, y como buen manierista, descoyunta a sus personajes, muchas veces para adaptarles al marco en que se encuentran, salvando así las necesidades compositivas. A este recurso miguelangelesco suma otro: cargar sus figuras de espaldas, encogiendo exageradamente la cabeza entre los hombros, de forma que así sus figuras ganan en estabilidad, lo que se relaciona con el interés por la masa que hemos señalado. La expresividad de sus figuras es contenida, no mostrando personajes tan contorsionados ni dramáticos como hicieran Juni o Berruguete.
Su obra más relevante en Valladolid es el retablo de la capilla doctor Corral en la iglesia de la Magdalena (ca. 1547), en la que podemos hacernos buena idea del estilo que proyectaba en los relieves, con una planitud exquisita que recuerda a Jacopo de la Quercia (1374-1438), y una utilización de diagonales en unos casos y en otras de cuadriculas de líneas horizontales y paralelas para reafirmar los valores estáticos.
Obra en la Semana Santa de Valladolid
- La Entrada Triunfal de Jesús en Jerusalén (atrib., 1542-1550). Cofradía de la Santa Vera Cruz.
Juan de Juni (Joigny, 1506 – Valladolid, 10 de abril de 1577)
Pocos escultores han sabido insuflar vida a la madera, la piedra y el barro como lo hizo Juan de Juni (ca. 1507-1577). Su estilo, a caballo entre lo tradicional y lo moderno, imprimió de realismo a sus creaciones. Juni debió nacer hacia 1507 en la localidad francesa de Joigny, en Borgoña. Su formación transcurriría en esta región y bajo la tradición heredada de Klaus Slüter (ca. 1340-1405/1406), caracterizada por unas figuras de cuerpos anchos, ampulosos ropajes, suntuosidad y un gusto por el descriptivismo de los rostros, donde abundan las arrugas de la piel y la flacidez de la carne. Unas características que serán una seña de identidad de Juni. El sustrato italianizante se ha explicado de dos maneras. La vía tradicional supone que el francés viajó a Italia, donde conocería la obra de Miguel Ángel (1475-1564), Giovanni Francesco Rustici (1475-1554) y la de maestros del norte del país, como Guido Mazzoni (1450-1518), Niccolo dell´ Arca (1435-1494) o Antonio Begarelli (1499-1565), que trabajaron en Módena y Bolonia, realizando grupos escultóricos de barro cocido de tamaño natural. El peso del Laocoonte y sus hijos (Agesandro, Polidoro y Atenodoro de Rodas, Siglo I a.C.) en su obra fue determinante para pensar que el maestro borgoñón tuvo que haber estado en Roma y conocer de primera mano esta escultura helenística, descubierta en 1506. Sin embargo, en la actualidad se tiende a pensar que toda esa influencia del Renacimiento tuvo que conocerla en Francia, donde había asentados muchos artistas italianos. Esta circunstancia, junto con el uso de las fuentes impresas que se rastrean en su obra, tanto nórdicas como italianas, permiten justificar un conocimiento de ese aire renovador renacentista sin tener que haber viajado a Italia. Otra razón pudo ser también la utilización de modelos tridimensionales realizados en materiales dúctiles, lo que explicaría el buen conocimiento de la anatomía del Laocoonte, tantas veces reinterpretado en su obra en clave cristiana.
Genéricamente su obra se puede dividir en tres etapas: la leonesa, aproximadamente entre 1532-1542, la del asentamiento y éxito del taller en Valladolid entre 1542-1560, y la tercera y última, también en Valladolid, en la que su recibe la influencia del romanismo procedente de Gaspar Becerra y que se fecha entre 1560-1577.
Así las cosas, tras una etapa formativa y profesional en Borgoña, Juni aparece hacia 1532 en León. No se sabe la circunstancia concreta por la que vino a España, pero una vía común de entrada de los artistas extranjeros fue el Camino de Santiago. También la gran cantidad de trabajo que había en una potencia política como la corona española, gobernada por Carlos V, favoreció la llegada de muchos maestros. En el Hospital de San Marcos labrará en piedra algunos de los bustos de la fachada o el relieve del Descendimiento, ya en el claustro el de la Natividad, y en madera tallará algunos de los relieves de la sillería del coro alto (1532-1543). A esta etapa leonesa también pertenecen los fantásticos barros que modeló para el convento de San Francisco de Medina de Rioseco: San Jerónimo penitente y el Martirio de San Sebastián, o el sepulcro del canónigo don Diego González del Barco (1536) en la iglesia de San Miguel de Villalón de Campos (Valladolid). De León pasó a Salamanca, donde se mantuvo entre 1540 y comienzos de 1542. Allí concibió en piedra arenisca el fantástico Sepulcro del arcediano don Gutierre de Castro en el claustro de la catedral vieja.
Y por fin, Valladolid. La motivación del maestro francés para asentarse en Valladolid fue la contratación del retablo para la capilla del obispo de Mondoñedo, fray Antonio de Guevara, predicador y cronista de Carlos V, en el desaparecido convento de San Francisco. De aquella máquina, que tuvo que sobrecoger al devoto que la contemplaba, sólo ha llegado el espléndido grupo del Santo Entierro, conservado hoy en el Museo Nacional de Escultura, y que en 1931 fue alumbrado por la Cofradía del Santo Entierro en la Procesión General del Santo Entierro del Viernes Santo. Es una de las mayores creaciones de Juni, su carta de presentación en la ciudad, lo que sin duda le tuvo que otorgar fama.
Desde entonces las obras maestras se sucedieron: el retablo mayor de la iglesia de Santa María La Antigua (1545-1562), cuya contratación supuso el famoso “Pleito de la Antigua”; el retablo mayor de la catedral de El Burgo de Osma (1550-1554), contratado junto al también francés Juan Picardo (ca.1507-d.1558); el retablo de la capilla de doña Francisca de Villafañe del monasterio de San Benito el Real, contratado junto con Inocencio Berruguete (ca.1520-ca.1575), y al que pertenecen los fantásticos San Juan Bautista y la Magdalena que se conservan en el Museo Nacional de Escultura, ambos con una fuerza arrebatadora impresionante; el retablo de la capilla de los Benavente en la iglesia de Santa María de Mediavilla de Rioseco (Valladolid); y, en fin, muchísimas obras más.
Ya de su etapa final, en la que en su escultura se deja sentir la serenidad pregonada por el manierismo romanista, aunque sin perder su potencia y grandilocuencia, destaca sobremanera la Virgen de las Angustias (ca.1561-1570), y también el retablo del Santo Entierro de la catedral de Segovia, y los fabulosos Crucificados del convento de Santa Teresa y el que perteneció al convento de Santa Catalina y que durante años fue alumbrado por la cofradía de la Preciosísima Sangre.
Obra en la Semana Santa de Valladolid
- Nuestra Señora de las Angustias (ca.1561-1570). Cofradía de Nuestra Señora de las Angustias
Manuel Álvarez (¿Castromocho?, ca.1517 – ¿Valladolid?, ca.1587)
Nacido hacia 1517, quien sabe si en la localidad palentina de Castromocho, su formación pudo transcurrir en el taller de su futuro cuñado, Francisco Giralte (ca.1510/1510-1576). Posteriormente trabajó a las órdenes de Alonso Berruguete (ca.1488-1576) en la sillería alta de la catedral de Toledo, aunque realizando tareas secundarias dada su juventud. Años después volvería a trabajar junto a Berruguete en la Ciudad Imperial, concretamente en el sepulcro del Cardenal Tavera. Ya en 1553 se avecindó en Palencia, ciudad en la que abriría taller y realizaría obras tan relevantes como el retablo de San Apolonia en la catedral (1556), el retablo mayor de la iglesia de San Juan Bautista de Santoyo (Palencia) (1562-1573), el Crucifijo de la Vera Cruz de Villamuriel de Cerrato (1568), o el retablo mayor de Tudela de Duero (Valladolid) (1570-1586).
En 1577 se trasladará a Valladolid, ciudad en la que vivirá hasta su muerte, y en la que contrata la desparecida librería del Colegio de San Gregorio. El motivo de su traslado fue el del intentar ascender socialmente y buscar una clientela más variada y cosmopolita que la que podía tener en Palencia, pudiendo trabajar, además, para las grandes órdenes monásticas de la ciudad. La mayoría de las obras en la ciudad han desaparecido, caso del retablo de la capilla de Francisco de Miranda en el convento de San Francisco (1583), del retablo de Juan Delgado en el convento de la Trinidad Descalza (1584) y del retablo mayor de la ermita de Nuestra Señora del Val (1587), de la cual se conserva la escultura de San Eloy en el Centro de Espiritualidad. También se conserva una Virgen con el Niño en la iglesia de Santiago, y la sillería de las Comendadoras de Santiago, dos de cuyos sitiales están en la citada iglesia de Santiago. Otra gran obra de estos momentos, aunque atribuida en parte, es el retablo mayor de Santa María de Torrelobatón.
El estilo de Álvarez fue mutando con el paso del tiempo, ya que al estilo berruguetesco inicial, en el que predominan las inestabilidades manieristas, pero más preocupado por la belleza ideal y el ritmo cursivo elegante, sucedió otro en el que refuerza la masa corporal de sus figuras, con tendencia a tipos musculosos envueltos en amplios ropajes y cabezas de barbas y cabellos de bucles rizados voluminosos, en lo que se advierte la huella juniana, reforzada por el contacto con el romanismo de Gaspar Becerra (1520-1568). Este sentido monumental de la forma, en la que no desaparece su tendencia expresiva y dinámica, se refuerza en Valladolid al contacto con romanismo de Esteban Jordán (ca.1530-1598/1599) o con la interpretación calmada de Juan de Juni (1506-1577) que hace Francisco de la Maza (ca.1540-1585).
Obra en la Semana Santa de Valladolid
- Santo Cristo de las Cinco Llagas (atrib., ca.1548-1563). Cofradía de la Sagrada Pasión de Cristo.
Pompeyo Leoni (Milán, ca.1533 – Madrid, 10 de octubre de 1608)
Pompeyo Leoni fue junto a su padre, Leone Leoni (1509-1590), el encargado de diseñar las principales empresas escultóricas de la monarquía española bajo los reinados de Carlos V y Felipe II. En su juventud venía desde Italia, concretamente desde Milán, para ayudar a su padre a montar y retocar las esculturas, quizás la obra más relevante en la que colaboró con su progenitor fuera El emperador Carlos V y el Furor (1551-1564).
En 1556 se asentó en la Corte española. Sus comienzos fueron tumultuosos ya que en 1557 criticó a la iglesia, a lo que reaccionó la Inquisición tachándolo de luterano y condenándole a ser recluido durante un año en un monasterio. Carlos I, interesado en sus grandes dotes artísticas, redujo su condena a la mitad. Los primeros encargos le llegarían precisamente desde la Corte, caso del sepulcro de doña Juana de Austria en el Monasterio de las Descalzas Reales. Sería precisamente el género escultórico del sepulcro uno de los que más cultivaría, así en mármol, aparte del referido, también ejecutó el sepulcro del cardenal Espinosa de los Monteros en Martín Muñoz de las Posadas (Segovia) o el sepulcro de don Antonio de Sotelo en la iglesia de San Andrés de Zamora. En todos ellos se observan orantes de corte muy realista encuadrados en arquitecturas clasicistas.
Sus dos obras más importantes fueron las esculturas del retablo mayor del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial (Madrid). Trazado por Juan de Herrera (1530-1597), fundió quince esculturas, en las que trabajó mano a mano con su padre, que representan a los Evangelistas, Padres de la Iglesia, San Andrés, Santiago, San Pedro, San Pablo y las tres del Calvario; y los dos grupos de enterramientos de la familia real en la propia basílica del monasterio. En todos ellos se observa a un escultor de gran virtuosísimo y que exhibe tal minuciosidad que parece un orfebre.
Trasladada la Corte desde Madrid a Valladolid en 1601, Pompeyo siguió dicho camino, de suerte que continuó trabajando en la ciudad del Pisuerga para Felipe III y su valido, el duque de Lerma. Para este último realizó los vaciados de las imponentes esculturas orantes del Duque de Lerma y de su mujer, doña Catalina de la Cerda para el convento de San Pablo, además del de su tío, don Cristóbal de Robas, arzobispo de Sevilla, en la colegiata de Lerma (Burgos). De la función de todas ellas se encargó el platero Juan de Arfe (1535-1603) y su yerno, Lesmes Fernández del Moral (ca.1550-1623). En madera ejecutó las esculturas del retablo mayor de San Diego de Valladolid, hoy conservadas en el Museo Nacional de Escultura.
Obra en la Semana Santa de Valladolid
- Santísimo Cristo de las Mercedes (atrib., ca. 1600). Cofradías de las Siete Palabras.
Francisco del Rincón (Valladolid, ca.1567 – 1608)
Francisco del Rincón fue el maestro más importante de los talleres escultóricos vallisoletanos en el tránsito del siglo XVI al XVII, y quien pudo haber llegado a discutir la primacía de su oficial Gregorio Fernández (1576-1636) de no haber fallecido tan joven. De su altísima valía bien hablan su destreza técnica, su capacidad para tallar diestramente la piedra –véase las esculturas que labró en 1604 para la fachada de la iglesia penitencial de Nuestra Señora de las Angustias de Valladolid: San Pedro, San Pablo, la Piedad, la Virgen y el Arcángel San Gabriel– y su papel como creador del primer paso procesional de Semana Santa que desfiló por las calles vallisoletanas estando compuesto por varias imágenes de madera policromada de tamaño natural –la Elevación de la Cruz de la Cofradía Penitencial de la Pasión (1604)– pues hasta entonces eran conjuntos de pequeñas dimensiones y realizados en papelón.
A pesar de la trascendencia de Rincón aún son muchas las suposiciones acerca de su vida. Así, debió de nacer en Valladolid hacia el año 1567 y su formación transcurriría en el taller de Isaac de Juni (1536/1539-1597). Formado en el manierismo romanista, sus primeras obras denotan claramente este estilo, pero poco a poco comenzará a reflejar un naturalismo que desembocará en un estilo barroco que no le dará tiempo a cultivar. Esta evolución se observa perfectamente a lo largo de sus Crucificados, desde el que realizó para el Calvario (1597-1598) del hospital de Simón Ruiz de Medina del Campo hasta el Cristo de los Carboneros (ca. 1606).
Contrajo matrimonio en dos ocasiones: en 1592 con Jerónima de Remesal, hija del pintor zamorano Santiago de Remesal, con quien tuvo a su hijo Manuel (1594-1638), que sería el encargado de proseguir su oficio; y en 1603 con Magdalena Velázquez, emparentando así con la más célebre saga de ensambladores vallisoletanos del momento. Precisamente junto a su suegro realizará el retablo mayor (1602-1604) de la iglesia de las Angustias. Su temprana muerte a mediados de 1608 nos impidió ver a un gran escultor en su plena madurez y compitiendo con su compadre Gregorio Fernández, quien mostró su profunda amistad con aquel al acoger bajo su tutela a su hijo Manuel, a quien además enseñaría el oficio.
De su amplio catálogo podemos destacar el San Antonio Abad (ca. 1593), el grupo de Santa Ana, la Virgen y el Niño (1597) y el retablo de San Jerónimo (ca. 1598) de la iglesia de Santiago Apóstol; las esculturas y relieves del retablo mayor (1597-1598) del citado hospital de Simón Ruiz, realizado en colaboración con Juan da Vila (ca.1560-1610/1611) y Pedro de la Cuadra (ca.1572-1629), el Crucificado (ca. 1600) de las Descalzas Reales, la Santa Ana (ca. 1600) de la catedral, el Cristo Resucitado que poseyó el convento del Corpus Christi, el Cristo Yacente (ca. 1606) del convento de Sancti Spiritus, o la Santa Gertrudis (ca. 1606-1608) de la iglesia penitencial de Nuestra Señora de las Angustias.
Obra en la Semana Santa de Valladolid
- La Elevación de la Cruz (1604). Cofradía de la Exaltación de la Cruz.
- Cristo de los Carboneros (atrib., ca. 1606). Cofradía de Nuestra Señora de las Angustias.
- Hoy estarás conmigo en el Paraíso (atrib., ca. 1606-1608). Cofradía de las Siete Palabras.
Pedro de la Cuadra (¿Valladolid?, ca.1572 – Valladolid, 7 de agosto de 1629)
Del escultor Pedro de la Cuadra se desconoce casi todo en lo referente a sus comienzos: lugar y fecha de nacimiento e incluso el maestro con quien se formó, aunque en este último caso se cree con bastante certeza que su aprendizaje transcurrió en el taller del romanista Adrián Álvarez (1551-1599), el gran escultor de la ciudad en aquellos momentos junto con Esteban Jordán (ca.1530-1598/1599) y Francisco del Rincón (ca.1567-1608). En 1592 contrajo matrimonio con Catalina de Miranda en la iglesia de San Andrés, collación en la que moraría toda su vida y en la que instalará su obrador. Fue un escultor de escasos vueltos y que recurrió en numerosas ocasiones a pleitear en los tribunales a causa de su poca palabra a la hora de cumplir los contratos pactados: ya fuera porque subía los precios o porque no cumplía los plazos.
Formado en el manierismo romanista de Adrián Álvarez, según el cual concibió figuras muy corpulentas y macizas con rostros casi seriados en los que destacan los ojos saltones inexpresivos, llegado el momento supo evolucionar hacia el naturalismo, pero no motu proprio sino intentando copiar los modelos y el estilo de Gregorio Fernández (1576-1636), sabedor de que sería un éxito seguro. Ha de quedar claro que Cuadra no se vio influido por el arte del gallego, con quien mantuvo buena relación, sino que directamente lo copió, eso sí, dentro de sus capacidades.
Supo hacerse su cuota de mercado al saber trabajar, además de la madera, la piedra y el alabastro, especializándose en la escultura funeraria, que, además, es lo mejor su amplísimo catálogo productivo. Por ejemplo: los bultos orantes de Simón Ruiz, María de Montalvo y Mariana de Paz (1598-1600) del hospital de Simón Ruiz de Medina del Campo (Valladolid), los desaparecidos bultos orantes de Hernando de Rivadeneira y Ana Velázquez (1598) del convento de San Agustín, los bultos funerarios de Fabio Nelli de Espinosa, Violante de Rivadeneira y Claudio Nelli (1606-1609) del citado convento de San Agustín, los bultos funerarios de don Andrés Cabeza de Vaca y doña María de Castro (1607) del convento de Santa Catalina, o los bultos funerarios de la familia Venero y Leyva (1612) que, procedentes del desaparecido convento de San Francisco, se conservan en la capilla de San José de la catedral y que posiblemente sean sus obras maestras. De su escultura procesional se puede citar el Cristo atado a la columna y el Jesús Nazareno (1623) de Grajal de Campos (León). En Valladolid podemos destacar una Santa Águeda (1599) conservada en el Santuario Nacional de la Gran Promesa, el grupo de la Transfiguración (1603-1612) del retablo mayor de la iglesia del Salvador, o el retablo de la capilla de doña Luisa de Zárraga (1617) en el monasterio de las Huelgas Reales.
Es factible que fuera discípulo suyo el destacado escultor Francisco Alonso de los Ríos (ca.1595-1660), cuyos estilos poseen diversos puntos de contacto.
Obra en la Semana Santa de Valladolid
- Nazareno del paso Camino del Calvario (ca. 1610). Cofradía del Santísimo Cristo Despojado.
Gregorio Fernández (Sarria (Lugo), abril de 1576 – Valladolid, 22 de enero de 1636)
Gregorio Fernández es el genio absoluto de la escultura barroca castellana en general y de la procesional en particular. La Semana Santa de Valladolid le debe buena parte de su prestigio pues son numerosas las obras que nacieron de sus gubias que toman parte en ella, ya fueran labradas ex profeso para las cinco cofradías penitenciales de su época o bien incorporadas con función procesional en los siglos XX-XXI. Prototipo de artista de la Contrarreforma, fue un hombre profundamente creyente que rezaba y ayunaba antes de trabajar, y que practicaba con asiduidad la caridad y la limosna para con los más desfavorecidos.
Fernández nació en Sarria (Lugo) en 1576, siendo hijo de un entallador homónimo. Debió de aprender el oficio en Galicia, en alguno de los dos focos existentes por entonces en dicha tierra: Santiago de Compostela y Orense, tomando este último mayores visos de realidad por los lazos artísticos que ha mantenido siempre esta tierra con Valladolid. Su llegada a Valladolid se produciría hacia el año 1600, entrando en calidad de oficial en el taller de Francisco del Rincón (ca.1567-1608), el más prestigioso del momento. La relación con los Rincón fue más allá de lo laboral puesto que se hizo cargo de la tutela de su hijo, Manuel del Rincón (1594-1638), al que enseñó el oficio de escultor, y también fue padrino de su nieto, Bernardo del Rincón (1621-1660). A la muerte de Rincón, en 1606, el matrimonio formado por Fernández y María Pérez, ya vivía en la calle del Sacramento, en cuya casa tendría instalado su famoso taller, por el cual pasarían innumerables aprendices y oficiales, entre ellos los sucesivos maridos de su querida hija Damiana. Padeció numerosos achaques de salud, especialmente en sus últimos años, lo que en ocasiones le obligó a tener que interrumpir su trabajo. Falleció el 22 de enero de 1636, siendo su cuerpo sepultado en el convento del Carmen Calzado.
Su producción, tanto la documentada como la atribuida, es infinita, lo que indica que dispuso de un amplio taller que le ayudó a sacar adelanta los numerosos pedidos que le solicitaban. A pesar de que Fernández posee un estilo claro, identificable, y que sería copiado incesantemente, su producción puede dividirse en seis etapas que le llevarían desde un refinado manierismo, influenciado por Pompeyo Leoni (ca.1533-1608), Giambologna (1529-1608) e incluso Juan de Juni (1506-1577), a un acendrado naturalismo barroco, no estando exento éste de un tamizado clasicismo que siempre subyace en toda su obra. Según Martín González, máxima autoridad en el escultor junto con Jesús Urrea, su obra se puede dividir en los siguientes periodos:
1er periodo: Años 1605-1610. En esta primera época son claros los resabios manieristas y la influencia de Giambologna en algunas composiciones. Es la época de sus primeros trabajos en el Palacio Real, y en el que destacan sobremanera las esculturas del retablo mayor de la antigua iglesia de San Miguel.
2º periodo: Años 1611-1615. Periodo de grana actividad, poco a poco va transitando hacia el naturalismo, mostrando durante estos momentos un clasicismo muy elegante y en el que aún no ha penetrado el patetismo. Buen ejemplo de ello es el Crucificado del paso Sed Tengo, el Ecce Homo del Museo Diocesano, o la Verónica y el Cirineo de Camino del Calvario.
3er periodo: Años 1616-1620. El naturalismo ha dejado atrás todos los resabios manieristas, y buena prueba de ello es el paso del Descendimiento de las Angustias, en el que comienza a mostrar su gusto por la utilización de los postizos. Proliferan los pliegues quebrados abultados que acentúan los claroscuros, pero los tipos humanos son naturalistas, como se puede comprobar en el San Pedro en cátedra y el San Sebastián conservados en el Museo Nacional de Escultura.
4º periodo. Años 1621-1625. Durante estos momentos el naturalismo se ve afianzado en su producción, que pasa a ofrecer una mayor variedad de iconografías y de clientela. Son obras características de estos momentos la Sagrada Familia de la iglesia de San Lorenzo, la Santa Teresa del Carmen Calzado, o el San Ignacio y San Francisco Javier de la iglesia de San Miguel. La obra maestra del periodo es el paso del Descendimiento de la Santa Vera Cruz. Los plegados se quiebran aún más al tiempo que sus bordes se hacen más finos, lo que no hace sino confirmarnos la virtuosa técnica del maestro.
5º periodo. Años 1626-1630. En su periodo de mayor actividad, en el cual recibió encargos para dotar de esculturas a retablos, por lo que su taller debía estar repleto de aprendices, oficiales y colaboradores. Hace su acto de aparición el llamado “plegado metálico”, que posee unos quiebros que se asemejan a los golpes sobre una plancha metálica. Las obras maestras menudean: el retablo mayor de la catedral de Plasencia, el Cristo Yacente de Medina de Pomar (Burgos), el Santo Domingo del convento de San Pablo de Valladolid, el San Marcelo de León o el San Francisco de Asís de Arévalo (Ávila).
6º periodo. Años 1631-1636. La acumulación de obras asfixia a su taller, a lo que se suman las enfermedades que padeció y que le impedirán trabajar en ocasiones. Es por tanto un periodo en el que existe una amplia colaboración del taller, pero en el que también demuestra su madurez suprema al crear obras magistrales como el Cristo atado a la columna de Ávila o el Cristo de la Luz del monasterio de San Benito el Real. El patetismo ha alcanzado su cénit.
A lo largo de toda su producción queda patente que el escultor crea imágenes con una técnica y un acabado exquisito, imitando a la perfección los cabellos mojados, las venas, la piel mórbida, etc, todos ellos están labrados con minuciosidad. Para lograr un mayor realismo no duda en utilizar diversos postizos que van desde las uñas de asta de toro, a los baldeses de cuero para las heridas, pasando por los dientes de marfil o los ojos de cristal. Estos postizos llegan incluso a las vestimentas, en las cuales puede disponer elementos metálicos, piedras preciosas o incluso brocados de tela. Es también muy característico de Fernández el plegado metálico que muestra una notable dureza en contraposición con la tersura y delicadeza de la piel. En su obra hay un claro interés por el desnudo, y juegan un importante papel la cabeza y las manos a la hora de dotar a sus personajes de expresividad.
La importancia de Fernández también es enorme desde el punto de vista de la creación de tipos iconográficos, especialmente en el campo de las representaciones pasionistas de Cristo, e incluso de la Virgen. Así, veremos que serán infinitas las copias y emulaciones de sus iconografías de Cristo atado a la Columna, Ecce Homo, Cristo Crucificado, el Descendimiento, la Piedad, Cristo Yacente, Santa Teresa, San José, la Inmaculada, San Francisco Javier, San Ignacio, la Virgen del Carmen, etc.
Obra en la Semana Santa de Valladolid
- Santísimo Cristo de los Trabajos (atrib., ca. 1610). Cofradía de las Siete Palabras.
- Padre, Perdónalos porque no saben lo que hacen” (atrib., Cristo, ca. 1610; Pilatos, ca. 1620; Sayón de la lanza, ca. 1627-1628). Cofradía de las Siete Palabras
- Santísimo Cristo del Consuelo (atrib., ca. 1610). Cofradía del Santo Sepulcro.
- Camino del Calvario (1614-1615, con la excepción del Nazareno que es obra de Pedro de la Cuadra, ca. 1610). Cofradía del Santísimo Cristo Despojado.
- Sed Tengo (1612-1616). Cofradía de N. P. Jesús Nazareno.
- Nuestro Padre Jesús con la cruz a cuestas (1614-1615). Cofradía de la Sagrada Pasión de Cristo.
- San Juan y Santa María Magdalena al pie de la Cruz (1616-1617. En ocasiones se incorporan las imágenes de Dimas y Gestas realizados por los hermanos Solís, a partir de los originales fernandescos, para la Cofradía de las Siete Palabras entre 1965-1966). Cofradía de Nuestra Señora de las Angustias.
- El Señor atado a la columna (1619). Cofradía de la Santa Vera Cruz.
- Ecce Homo (ca. 1620). Cofradía de la Santa Vera Cruz.
- Madre, ahí tienes a tu hijo (–Cristo de 1621, San Juan y la Virgen de 1607–). Cofradía de las Siete Palabras.
- El Descendimiento (1623-1624, con la excepción de la Virgen que es obra anónima de 1757). Cofradía de la Santa Vera Cruz.
- Nuestra Señora de los Dolores de la Vera Cruz (1623-1624). Cofradía de la Santa Vera Cruz.
- La Quinta Angustia (1627). Cofradía de Nuestra Señora de la Piedad.
- Cristo Yacente (ca. 1627). Cofradía El Descendimiento.
- Santísimo Cristo de la Luz (ca. 1630-1633). Hermandad Universitaria del Santísimo Cristo de la Luz.
- Cristo Yacente (Taller, ca. 1631-1636). Cofradía del Santo Entierro.
Francisco Alonso de los Ríos (¿Valladolid?, ca.1585 – Valladolid, 1 de agosto de 1660)
Francisco Alonso de los Ríos es uno de los escultores contemporáneos de Gregorio Fernández (1576-1636) que poseyeron mayor talento, y que sin formar parte de su taller sí que se dejó influir por él tanto en iconografías como en sus rasgos estilísticos, si bien creó un estilo propio. Nacido en Valladolid, en el barrio de San Andrés, quizás pudo aprender el oficio en el tallar de Pedro de la Cuadra (ca.1572-1629), con quien mantiene ciertas similitudes estilísticas, sobre todo al comienzo de su carrera. Posteriormente, como ya hemos indicado se dejó influir, como el resto de escultores vallisoletanos, y aún castellanos, por Fernández. Gustará de componer sus personajes con pliegos duros que forman grandes curvos, son pliegues que carecen de la angulosidad de Fernández. Crea unas quebraduras que producen claroscuros y forman masas triangulares y profundas oquedades.
Al contrario que su maestro, debió poseer unas bellas cualidades humanas y una inquebrantable responsabilidad profesional. En el plano personal, casó con Magdalena de Aro, con la que tuvo una numerosa descendencia, sobresaliendo entre toda ella su hijo Pedro Alonso de los Ríos (1641-1702), que perpetuaría la profesión paterna, llegando a gozar de gran crédito en la Corte madrileña y a ser el maestro del gran escultor Juan Alonso Villabrille y Ron (1663-1732).
Su primera obra documentada fueron las esculturas del retablo mayor de la primitiva iglesia de San Juan Bautista (ca. 1617), a las que siguieron otras tan destacadas como el fabuloso San Antonio de Padua (1627-1628) de Castrillo de Don Juan (Palencia), o las esculturas del retablo mayor de la capilla de las Maldonadas en la iglesia de San Andrés (1631-1634), capilla en la que años después realizaría en madera policromada de blanco, para imitar el mármol, los bultos funerarios de la familia Maldonado (1653-1656). Dos de sus obras más célebres, si bien están atribuidas, son los sendos Ecce Homo conservados en el Museo Diocesano y Catedralicio y en el Museo Nacional de Escultura. El segundo de ellos, tallado hacia 1641, procede del desaparecido convento de San Nicolás de Tolentino (Agustinos Recoletos), y es alumbrado desde 1923 en el paso Preparativos para la Crucifixión, no perteneciendo en origen a este conjunto. No podemos acabar sin reseñar los numerosos relieves de santos y de la vida de Cristo conservados en la iglesia de San Ildefonso que pertenecieron al desaparecido retablo mayor del primitivo templo, obra realizada en colaboración con Bernardo del Rincón (1621-1660).
Obra en la Semana Santa de Valladolid
- Ecce Homo del paso Preparativos para la Crucifixión (ca. 1641). Cofradía del Santísimo Cristo Despojado.
Andrés de Solanes (¿Valladolid?, ca.1595 – Vitoria, 20 de diciembre de 1635)
Andrés Solanes nacería a finales del siglo XVI, probablemente hacia 1595, en Valladolid, siendo sus padres el ensamblador Andrés de Solanes, que trabajó en las obras patrocinadas por el Duque de Lerma, y Magdalena Sustarse o Sustayan. Solanes tuvo un hermano, Francisco, que también se dedicó al mundo artístico, aunque en su caso siguió el oficio paterno, es decir, el de ensamblador.
Desconocemos los extremos de su relación laboral con Gregorio Fernández (1576-1636), es decir, si accedió a su taller ya en calidad de oficial o bien ya se había formado con él como aprendiz. La relación entre ambos fue tan cercana, ya no solo en lo estilístico, que una vez que se independizó hacia 1626, siguió colaborando con Fernández en algunos encargos. Por ejemplo, en 1630 la Cofradía de la Piedad solicitó el concurso de ambos para realizar un paso del Santo Entierro, proyecto que no pasaría de la fase del boceto. Su fallecimiento en Vitoria el 20 de diciembre de 1635 está relacionado también con un encargo de Fernández pues por hacerle un favor marchó al convento franciscano de Aránzazu para ver cómo iban las obras de los retablos para los que Fernández estaba labrando las esculturas.
En su círculo de amistades se encontraban los escultores Antonio de Ribera (ca.1606-d.1648), quien casualmente junto a Francisco Fermín (1600-d.1647) realizaría en 1642 el citado paso del Santo Entierro, y Juan Rodríguez (ca.1616-d.1674), que parece que pudo ser su discípulo. Este último es un interesantísimo maestro de origen salmantino que alcanzó gran repercusión, teniendo su obra repartida entre Valladolid y Salamanca.
Respecto a su estilo, Urrea señala que “la dependencia de los modelos utilizados por Solanes con respecto a las creaciones originales de Gregorio Fernández resulta muy estrecha, pero sus figuras adoptan formas más pesadas y anchas, ofreciendo un canon menos esbelto, sin que la calidad de sus cabezas se vea afectada ya que la minuciosidad de cabellos y traducción de expresiones están resueltos con verdadera maestría. Su manera de doblar las telas, ampulosas y metálicas, puede recordar la técnica originalísima de Francisco Alonso de los Ríos”.
Su obra documentada hasta la actualidad es escasa pero exquisita, y en buena parte se encuentra en paradero desconocido. Cronológicamente, su primer gran encargo fue las esculturas del retablo mayor y tabernáculo del convento de San Pablo (1626-1628), de los que se conserva este último en la iglesia de San Miguel; posteriormente vinieron el fantástico paso de La Oración del Huerto (ca.1627-1628) para la cofradía de la Vera Cruz, del que parecen conservarse seis esculturas, y una Santa Teresa (1629), copia del modelo de Fernández, para la iglesia de San Vicente de Zamora. El otro magno proyecto que abordó fue la ejecución de las esculturas para la capilla de las Reliquias del Monasterio de la Santa Espina en el término de Castromonte (Valladolid). Entre todas las imágenes que labró para dicho lugar destacan las copias de esculturas pasionistas de Fernández: un Cristo atado a la columna, un Ecce Homo –el modelo del conservado en el Museo Diocesano y Catedralicio–, un Crucificado y un Cristo Yacente, todas ellas diseminadas por pueblos cercanos tras la Desamortización.
Obra en la Semana Santa de Valladolid
- La Oración del Huerto” (ca.1627-1628). Cofradía de la Santa Vera Cruz
Francisco Fermín (ca.1600 – d.1654)
Francisco Fermín es uno de los llamados “escultores fernandescos” más desconocidos. Este apelativo alude a todos los escultores influenciados por Gregorio Fernández (1576-1636). Ignoramos casi todo acerca de su vida: dónde y cuando nació, se casó y murió, con quién se formó, cuánto tiempo permaneció en el taller de Fernández. De lo poco que sabemos es que debió nacer hacia el año 1600, que trabajó para Fernández durante muchos años y que vivió en la calle de la Mantería. Su estilo, deudor de Fernández, no se conoce en profundidad debido a la escasez de obra localizada.
Su obra se reduce al Cristo Yacente (1636) de la iglesia de Santa María la Nueva de Zamora, al San Sebastián (ca. 1636-1637) de la catedral de Palencia, al paso del Entierro de Cristo (1641) para la Cofradía de la Piedad, y al retablo del Descendimiento (1639-1647) de la parroquial de Gallegos (Valladolid), en el cual parece que trabajó junto a Antonio de Ribera (ca.1606-d.1648) y Juan Rodríguez (a.1616-d.1674). En 1642 firmó un contrato con el arquitecto vizcaíno Antonio de Alloytiz en el que se comprometía a ayudarle durante tres años en la realización del retablo de la Basílica de Begoña y en otras obras.
Obra en la Semana Santa de Valladolid
- El Entierro de Cristo / Cristo de la Cruz a María (1641. Realizado conjuntamente con Antonio de Ribera). Cofradía de Nuestra Señora de la Piedad.
Juan Sánchez Barba (Madrid, 16 de noviembre de 1602 – 24 de agosto de 1673)
Juan Sánchez Barba fue uno de los maestros madrileños más destacados del siglo XVII, aunque por desgracia su obra, como la de otros magníficos escultores de la Villa y Corte de esa centuria, se ha perdido en su mayoría debido a sucesos como la Guerra de la Independencia o la última Guerra Civil. Nacido en 1602, su formación transcurrió en el taller de Antonio de Herrera Barnuevo (ca.1585-1646), importante escultor que había contraído matrimonio con su hermana mayor. Una vez aprendido el oficio, le sirvió como oficial hasta que en 1634 decidió seguir su propio camino y abrir taller.
A pesar de la escasez de obras conservadas éstas son suficientes como para comprobar la altísima calidad escultórica que llegó a alcanzar. La mayor parte de imágenes poseen una temática pasionista puesto que efigian Cristos Crucificados y Yacentes. De ambas iconografías podemos señalar fabulosos ejemplares: son los casos del Cristo de la Agonía del Oratorio del Caballero de Gracia y del Cristo en la Cruz de la iglesia de San Antonio de los Alemanes; y de los Cristos Yacentes de la iglesia del Carmen y San Luis, de la iglesia de San José, y el de la cofradía de la Vera Cruz de Navalcarnero (1652). Hay que tener en cuenta la importancia de la Orden del Carmen en los dos primeros yacentes ya que las actuales iglesias del Carmen y de San José fueron en origen los templos de los conventos de Carmelitas Calzados y Descalzos.
El rostro de todos ellos posee unas características similares y bien definidas, lo cual sirvió de argumento a José Ignacio Hernández Redondo para atribuir con plena seguridad el Cristo de la Misión de la Hermandad del Santo Cristo de los Artilleros. Como explica el antiguo conservador del Museo Nacional de Escultura, “la similitud de soluciones en ambas piezas se hace particularmente evidente cuando se recurre a los detalles. Uno de los más personales es el trabajo en la melena de ambas figuras, con abultados y sinuosos mechones, que proporcionan un gran virtuosismo y profundidad a la talla. Otro tanto se puede decir, salvando las lógicas diferencias iconográficas, en el modo de marcar los rasgos del rostro, con la nariz de ancho tabique, los ojos rehundidos y la prolongación de la barba en dos rígidos y largos mechones partidos”.
Fuera de esta temática cristífera no se puede dejar de citar la fabulosa Virgen del Carmen entregando el escapulario a San Simón Stock (1656-1657) del retablo mayor de la iglesia del Carmen y San Luis –templo en el que ya vimos que se conservaba uno de sus Yacentes–, para el cual también labró las desaparecidas efigies de San Andrés Corsino y San Pedro Tomás.
Obra en la Semana Santa de Valladolid
- Cristo de la Misión (atrib., ca. 1660-1670. Las piernas las realizó Miguel Ángel Tapia en 2019).
Antonio de Ribera (Toro (Zamora), ca.1606 - ¿Valladolid?, d.1648)
Antonio de Ribera debió nacer en Toro (Zamora) hacia el año 1606, siendo hijo de un escultor homónimo, en cuyo taller se formaría y trabajaría hasta la muerte de aquél en 1624. Es probable que fuera entonces cuando viniera a Valladolid y se integrara en el taller de Gregorio Fernández (1576-1636), en el cual terminaría de aprender el oficio y llegaría a convertirse en uno de sus oficiales más diestros. Según su propio testimonio trabajó al lado de Fernández durante muchos años, quizá hasta su muerte, abriendo posteriormente su propio obrador. Su estilo, deudor de Fernández, no se conoce en profundidad debido a la escasez de obra conservada.
Morador en la calle de la Mantería y en el barrio de San Miguel, en 1646 contrajo matrimonio con María de Répide en la catedral, dictando testamento un año después debido a un momentáneo bache de salud que superó. La última noticia que poseemos de él data de finales de 1648, desconociéndose el lugar y fecha de su óbito. Mantuvo buenas relaciones con otros maestros de su oficio, tales como Francisco Díez de Tudanca (1616-1686), Francisco Fermín (1600-d.1647) o Juan Rodríguez (a.1616-d.1674), a quien nombró albacea en su testamento, o con Alonso de Billota (ca.1605-d.1665), fundador de una saga de ensambladores que se prolongará con su hijo Antonio y su nieto Francisco.
Aparte de sus dos pasos procesionales vallisoletanos, entre su obra conservada podemos citar el retablo del Descendimiento (1639-1647) de la iglesia parroquial de Gallegos (Valladolid), en el cual debió de colaborar con Francisco Fermín y Juan Rodríguez, o el Calvario del retablo mayor de Baquerín de Campos (Palencia) que hoy se encuentra en el monasterio de San Zoilo de Carrión de los Condes (Palencia). Entre su obra desaparecida se encuentran los doce ángeles que labró para el convento de San Agustín o el Cristo Resucitado del convento de San Nicolás de Tolentino.
Obra en la Semana Santa de Valladolid
- El Entierro de Cristo / Cristo de la Cruz a María (1641. Realizado conjuntamente con Francisco Fermín). Cofradía de Nuestra Señora de la Piedad.
- El Azotamiento del Señor (atrib., 1650. Realizado en compañía de Francisco Díez de Tudanca). Hermandad Penitencial de N. P. Jesús Atado a la Columna.
Francisco Díez de Tudanca (Valladolid, 29 de mayo de 1616 – ¿Peñafiel, 29 de noviembre de 1686?)
Francisco Díez de Tudanca se formó con algún discípulo directo de Gregorio Fernández (1576-1636), de quién tomo para sí sus modelos iconográficos (Inmaculada, Cristo Yacente, etc.), descollando por ser un especialista dentro del campo de la escultura procesional. Tal es así que le demandaron numerosas copias de los “pasos” vallisoletanos desde diferentes puntos de Castilla, como los Descendimientos para la Cofradía de la Soledad de Medina de Rioseco (1663, al mismo tiempo contrató un Santo Sepulcro) y Benavente (1667), y los pasos para la Cofradía de Jesús Nazareno de León: el Expolio (1674), el Cirineo para el Nazareno (1674) y la Coronación de Espinas (1675); y de la actual comunidad autónoma de Extremadura: Jesús Nazareno y Nuestra Señora de la Soledad (1678) para Montehermoso de Coria (1678). El Cristo del Perdón (1656-1657) de Bernardo del Rincón (1621-1660) lo copió en, al menos, tres ocasiones para los Trinitarios Descalzos de Valladolid (ca. 1664), Pamplona (1664) y Hervás (Cáceres) (1677).
Tudanca fue junto a Alonso de Rozas (ca.1625-¿1681?) el gran dominador de la escuela vallisoletana durante el tercer cuarto del siglo XVII. A diferencia de Rozas, Tudanca fue un maestro mediocre que fundamentó su popularidad en los precios económicos de sus obras. Su popularidad llegó a tal extremo que no solamente fue uno de los maestros a los que se le solicitó más obras, sino que también recibió en su obrador a un número interminable de discípulos, siendo, con diferencia, el escultor del que se han localizado más contratos de aprendizaje. Señala al respecto la profesora Fernández del Hoyo que el caso de Tudanca “es representativo de un fenómeno sociológico hoy frecuente pero que rebasa la consideración temporal: la supervaloración de un determinado artista por encima de sus merecimientos. El paso del tiempo y el mejor conocimiento de su obra revelan, a veces, la falta de una base cierta para ello”. A pesar de sus evidentes limitaciones no podemos negar que mantuvo un papel muy relevante. Su clientela la conformaron mayoritariamente parroquias y cofradías rurales de las provincias de Ávila, Burgos, León, Palencia, Segovia, Valladolid, Zamora y Cáceres; si bien tampoco le faltaron encargos para importantes instituciones locales: el Ayuntamiento, la Cofradía de la Sagrada Pasión de Cristo, los conventos de San Francisco y de los Trinitarios Calzados (orden con la que mantuvo una fructífera relación laboral), etc.
Cofrade de Nuestra Señora de la Piedad, también militó en la de San Lucas, que agrupaba a pintores, escultores y plateros, y probablemente en la de Nuestra Señora de la Pasión, para la que labró los ángeles de la peana que sujeta a la Virgen de la Pasión en el retablo mayor de la penitencial.
Su producción, que fue bastante numerosa y ha desaparecido en su mayoría, es por lo general mediocre y con un acabado bastante tosco cuando tiene que enfrentarse al desnudo, o a la hora de definir los cabellos y los pliegues de las vestimentas. Sus rostros son estereotipados y carentes de cualquier emoción o sentimiento. Su mayor logro fue adiestrar en el oficio a José Mayo (1642-1679/1680), y, sobre todo, a Juan de Ávila (1652-1702), una de las figuras descollantes de la escuela vallisoletana.
Entre su obra podemos destacar los Cristos Yacentes que labró para la Cofradía de Jesús Nazareno de Villada (Palencia) (1652) y para Martín Muñoz de las Posadas (Segovia) (1653); el relieve de la Transfiguración de Boadilla de Rioseco (Palencia) (1653); o el Cristo atado a la columna de Mojados (Valladolid).
Obra en la Semana Santa de Valladolid
- El Azotamiento del Señor (atrib., 1650. Realizado en compañía de Antonio de Ribera). Hermandad Penitencial de N. P. Jesús Atado a la Columna.
- Todo está consumado / La Crucifixión del Señor (atrib. ca. 1650-1661. El Crucifijo que procesiona actualmente, obra de Alonso de Rozas, procede de la parroquia de Bercero). Cofradía de las Siete Palabras.
Bernardo del Rincón (Valladolid, mayo de 1621 – 3 de enero de 1660)
El escultor Bernardo del Rincón nació en Valladolid a finales del mes de mayo de 1621 siendo hijo del escultor Manuel Rincón (1594-1638) y Ana María Martínez de Espinosa -miembro de una célebre familia local de pintores y policromadores-, y nieto de Francisco del Rincón (ca.1567-1608). Se le impusieron las aguas bautismales en la iglesia de San Ildefonso el 1 de junio, teniendo por padrinos al matrimonio formado por el escultor Gregorio Fernández (1576-1636) y María Pérez.
Desde pequeño aprendería el oficio en el taller paterno, no pudiéndose descartar que recibiera alguna lección de su padrino, aunque éste falleció cuando el joven apenas contaba con 14 años. El profesor Urrea piensa que tras el óbito del padre pudo proseguir ampliando su formación, o bien ejercer como oficial, en el taller de Francisco Alonso de los Ríos (ca.1585-1660), con quien trabajó mano a mano en el desaparecido retablo mayor del Convento de la Encarnación de Agustinas Recoletas –posteriormente iglesia de San Ildefonso–. El estilo de Bernardo es claramente deudor del de su padrino.
En 1643 contrajo matrimonio con María Sánchez de Quiñones, con la que tuvo ocho hijos. Bernardo del Rincón falleció el 3 de enero de 1660 en la más absoluta de las pobrezas en su vivienda de la calle de la Pasión. Hasta tal punto llegaba su falta de recursos que tuvo que enterrarle de caridad su querida Cofradía de la Pasión en la iglesia de San Lorenzo.
Su obra ha desaparecido casi en su totalidad: Virgen de Guadalupe (1639), Virgen de la Natividad (1646) para el gremio de tejedores de lienzos, el retablo mayor del convento de la Encarnación (1648-1651) del que se conservan los relieves en la iglesia de San Lorenzo, y una Virgen de vestir (1655) para el pintor Diego Valentín Díaz (1586-1660). Entre las obras que se le atribuyen destaca el Ecce Homo (ca.1650-1660) de Nava del Rey, que es copia del que realizó Fernández para la Cofradía de la Santa Vera Cruz.
Obra en la Semana Santa de Valladolid
- Cristo del Perdón (1656-1657). Cofradía de la Sagrada Pasión de Cristo.
Alonso Fernández de Rozas (Mondoñedo (Lugo), ca.1625 - ¿Oviedo?, 1681)
Alonso de Rozas fue el gran maestro del tercer cuarto de siglo. Nacido en Galicia hacia 1625 le encontramos ya avecindado en Valladolid en 1654, año en el que firma como testigo en un arrendamiento de casa otorgado por el escultor Juan Rodríguez (ca.1615-d.1675), con quien quizás pudo adiestrarse en el oficio, y de quien pudo haber sido oficial, dadas las concomitancias estilísticas entre ambos. En Valladolid se encontró un ambiente totalmente impregnado por la “maniera” de Gregorio Fernández, y ese será el punto de partida desde el que desarrollará la suya, que se definirá por un progresivo barroquismo visible tanto en el dinamismo de las poses como en el movimiento de las ropas, singularizado en la multiplicación de los pliegues. En palabras de Martín González, Rozas “fue otro firme reducto del arte de Fernández en el tercer cuarto del siglo XVII. Sin embargo, que es sensible a los nuevos tiempos, que reclaman mayor dinamismo”.
La dispersión e importancia de sus comitentes pregonan la fama que alcanzó. Especial relevancia tiene el último de los encargos que acometió: las esculturas para el retablo mayor del convento de San Pelayo de Oviedo, en las cuales colaboró con su discípulo Antonio Borja (1660-1730), si bien su aprendiz más destacado fue su hijo José de Rozas (1662-1725). Entre sus logros se encuentran la creación de un modelo escultórico del rey San Fernando, para lo cual siguió un grabado de Claude Audran; y el haber intervenido en 1661 en la defensa de los intereses de su gremio, ganando junto con otros compañeros el denominado pleito “del soldado”. Desconocemos cuando falleció, si bien el óbito debió de acaecer al poco de finalizar las esculturas de San Pelayo de Oviedo, teniendo como límite el 27 de diciembre de 1681, fecha en la que su esposa figura ya como viuda. Fue cofrade de las Angustias, llegando a rechazar el cargo de alcalde debido a sus múltiples compromisos laborales.
Entre su obra podemos destacar la Asunción de la iglesia de Santa María de Tordesillas (Valladolid) (1660), las esculturas del retablo mayor del convento de Santa Clara de Medina de Rioseco (Valladolid) (1663), el Crucificado de Bercero (Valladolid) (1665) que actualmente forma parte del paso Todo está consumado, un Crucificado (1667) del Santuario de Nuestra Señora del Carmen Extramuros, la Virgen del Rosario y el Jesús Nazareno de San Cebrián de Campos (Palencia) (1667); las esculturas del rey San Fernando para las catedrales de Palencia (1671), Zamora (1671) y Valladolid (1671), o las esculturas del retablo mayor de la capilla de Gabriel López de León de la iglesia de San Pedro de Zamora (1678).
Obra en la Semana Santa de Valladolid
- Crucificado (1660) del paso “Todo está consumado” / “La Crucifixión del Señor”. Cofradía de las Siete Palabras.
- Los durmientes (1674-1681) del paso El Santo Sepulcro. Cofradía del Santo Sepulcro.
Juan Antonio de la Peña (Mondoñedo (Lugo), ca.1650 – Valladolid, 2 de enero de 1708)
Juan Antonio de la Peña nació hacia 1650 en la feligresía de Santa María de Galdo, perteneciente al obispado de Mondoñedo. Desconocemos si se formó en algún taller gallego o vino a aprender el oficio a Valladolid. Desposado en 1673 con Francisca de Santiago en la iglesia de Santa María La Antigua, tuvo una numerosa descendencia, de la que tan solo sobrevivieron tres vástagos: José, que se dedicó a la pintura y se trasladó a vivir a Miranda do Douro (Portugal), María Lorenza, que contrajo matrimonio con el escultor Pedro de Ávila (1678-1755), y Juana Rosa, que ingresó en el convento de agustinas de San Nicolás.
A pesar de la humildad de sus primeras obras, pronto se haría con un nombre en la ciudad y recaerían en él prestigiosos encargos, así como las solicitudes de personajes relevantes para tasar sus obras escultóricas, son los casos de don José Gutiérrez del Mazo, abogado de la Real Chancillería, y de Domingo Rojo Salgado, escribano de lo civil en la citada institución. Casi toda su vida vivió en los límites de la parroquia de San Miguel, en la cual estuvo involucrado hasta su muerte, pues si en vida llegó a desempeñar algunos cargos, caso del de mayordomo seglar, a su fallecimiento realizó un legado para que el templo pudiera contar con un nuevo cancel en las puertas principales. Es, asimismo, en esta iglesia en la que contrajeron matrimonio su hija María Lorenza y Pedro de Ávila, a quien debió tener en su taller en calidad de oficial. En 1707 es nombrado testamentario por su colega de oficio José de Rozas (1662-1725), cargo que no llegaría a ocupar dado que Rozas superaría el bache de salud, no así De la Peña que fallecería el 2 de enero del año siguiente, siendo sepultado en su querida iglesia de San Miguel. Fue hermano de las cofradías de la Pasión y de la de San Lucas.
De la Peña muestra un estilo artístico harto similar al de su consuegro Juan de Ávila (1652-1702), y que está basado en un notable naturalismo, con anatomías y rostros realistas en los que se acusan morbidez, y unas vestimentas surcadas por plegados suaves y de líneas paralelas. Su obra documentada es muy escasa, a pesar de lo cual no cabe duda de que fue un maestro con una exquisita calidad técnica. La más antigua conocida es el relieve de San Martín (1674) del retablo mayor de la iglesia de San Martín, a la que siguieron un Crucificado (1675) conservado en la iglesia de San Pedro de Montealegre de Campos (Valladolid), que es un precedente del Cristo de la Agonía (1684) que labró para la Cofradía de Jesús Nazareno y que es sin duda su obra maestra. Para la Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad de León labró una Nuestra Señora de la Soledad (1682) que sigue el archiconocido modelo de viuda difundido por Gaspar Becerra (1520-1568) y de la que la mayoría de los ejemplares son de vestir, siendo en este caso de bulto redondo, con las ropas también labradas. Un buen cliente fue la Colegiata de San Luis de Villagarcía de Campos (Valladolid), que en 1682 le solicitó las efigies de San Pedro, San Lucas y San Marcos para el retablo mayor de la capilla de las Reliquias, y una de Santa Lucía para un retablo colateral de la misma. Los dos últimos grandes encargos que se le tienen documentados son las esculturas para el retablo mayor de la iglesia de San Sebastián de Soreasu de Azpeitia (Guipúzcoa) (1694) y las esculturas de la capilla de don Gaspar de Vallejo de la iglesia de San Martín (1699), de las que hoy en día tan solo se conserva la efigie de San Juan de Sahagún y el relieve de San Bartolomé. Atribuidas, pero con plena seguridad, están las esculturas del convento de Santa Clara de Peñafiel (Valladolid), en las que nos encontramos con unas bellas imágenes de San Francisco, San Pedro Regalado y la Anunciación.
Obra en la Semana Santa de Valladolid
- Santísimo Cristo de la Agonía (1684). Cofradía de N. P. Jesús Nazareno.
Juan de Ávila (Valladolid, 7 de febrero de 1652 – 6 de noviembre de 1702)
Juan de Ávila forma junto a José de Rozas (1662-1725) y Juan Antonio de la Peña (ca.1650-1708) la triada de grandes maestros del foco vallisoletano de finales del siglo XVII. Nacido en la calle de Santiago, fue hijo del maestro de obra prima Hernando de Ávila y de su esposa Juana Martínez. Huérfano desde muy pequeño, ingresó en el taller del escultor Francisco Díez de Tudanca (1616-¿1686?), si bien unos meses antes había probado suerte en el del pintor Gabriel de Palacios, experiencia que debió de resultar fallida. Al finalizar su aprendizaje emparentó con su maestro ya que casó con una su sobrina Francisca Ezquerra, con la que tuvo siete hijos, uno de ellos el futuro escultor Pedro de Ávila (1678-1755). Contrajo matrimonio en segundas nupcias con Bentura Sedano, hija de Mateo Sedano (1621-1686), el mejor escultor palentino del barroco. Con Bentura tuvo otros dos hijos, uno de los cuales fue el futuro escultor Manuel de Ávila (1690-1733). Cofrade de las penitenciales de Jesús Nazareno y de Nuestra Señora de la Pasión, además de otras como las de San Isidro o el Santo Ángel de la Guardia de la iglesia de Santiago, falleció prematuramente en un momento de plena madurez y cuando estaba acometiendo un mayor número de encargos. Da buena prueba del prestigio que llegó a alcanzar el hecho de que la colegiata de San Pedro de Lerma (Burgos) le encargara las esculturas de su retablo mayor, siendo especialmente destacable la copia que hizo del San Pedro en cátedra que Gregorio Fernández (1576-1636) había tallado para el convento del Abrojo.
Su estilo, muy similar al de su consuegro Juan Antonio de la Peña, lo que en numerosas ocasiones ha llevado a atribuir imágenes a ambos maestros, es directo heredero de la “maniera” de Gregorio Fernández. Partiendo tanto de sus rasgos estilísticos como de sus modelos iconográficos, a los que añade una especial blandura y morbidez de carnes, además de una multiplicación de paños, generalmente suaves y ondulados, crea un estilo mucho más moderno y dinámico. Fue un maestro bastante completo ya que supo trabajar diversas materias (madera, piedra, pasta y otros materiales ligeros) y llegó a componer arquitecturas efímeras, trazas e incluso efectuó puntuales incursiones en el campo del ensamblaje.
Entre su catálogo productivo podemos destacar el Santiago Matamoros de la sacristía de la iglesia de Santiago (1681), las esculturas del retablo mayor de la Colegiata de Lerma (Burgos) (1692); el San Isidro y la Santa María de la Cabeza de la ermita de San Isidro (1698), las esculturas del retablo mayor de la iglesia de Santiago (1698-1702), o las esculturas y relieves de los retablos colaterales del Oratorio de San Felipe Neri (1699), actualmente el San Juan Bautista se encuentra en el Museo Diocesano y el San Francisco de Sales en el convento de las Salesas. También se le atribuye el fantástico Santo Ángel de la Guarda de la iglesia de Santiago (ca. 1672-1677), las esculturas de los retablos del Calvario, Sagrada Familia y de San Joaquín, Santa Ana y la Virgen del colegio de los Ingleses (ca. 1679), o las esculturas del retablo mayor de San Quirce (ca.1688-1689 y 1693-1694).
Obra en la Semana Santa de Valladolid
- Nuestro Padre Jesús Nazareno (atrib., 1678). Cofradía de N. P. Jesús Nazareno.
- Preparativos para la Crucifixión (1678-1679. El Ecce Homo que procesiona actualmente, obra de Francisco Alonso de los Ríos, se conserva en el Museo Nacional de Escultura). Cofradía Penitencial del Santísimo Cristo Despojado.
José de Rozas (Valladolid, 25 de abril de 1662 – 9 de enero de 1725)
José de Rozas es uno de los mejores escultores del Valladolid de finales del siglo XVII. Aprendió el oficio junto a su padre, Alonso de Rozas (ca.1625-¿1681?), tras cuya prematura muerte se establecería como maestro independiente, morando toda su vida en el barrio de San Miguel, colación en la que tomará en arrendamiento el 17 de abril de 1692 una casa propiedad de don Manuel de Arce y Astete, caballero del orden del Santiago del Consejo de su Majestad y su presidente en la Real Chancillería de Granada, sita en la calle de San Miguel. Tomaría en alquiler esta casa con la idea de mudarse a ella con su futura esposa, Dorotea Francisca de Herguedas, con la que contrajo matrimonio semanas después. Aunque la pareja no tuvo descendencia su esposa ya tenía un hijo de un matrimonio anterior. Se trataba del joven José Pascual (1677-1714), que con el paso de los años se convirtió en un buen escultor. Además de esa relación de maestro-discípulo compartieron la ejecución de las esculturas del retablo mayor de la iglesia penitencial de Nuestro Padre Jesús Nazareno (1703). En 1724 resultó lastimado en una “pelea ocurrida en el atrio de San Miguel de Valladolid, y de la que han resultado varios heridos”. Ignoramos si las heridas sufridas en dicho lance fueron las que le llevaron a fallecer el 9 de enero de 1725. Sea como fuere, su cuerpo fue sepultado, según su expreso deseo, en la primitiva iglesia de San Miguel. A lo largo de su vida fue cofrade de las penitenciales de Nuestro Padre Jesús Nazareno, Nuestra Señora de la Piedad, Nuestra Señora de la Pasión y Nuestra Señora de las Angustias.
Su estilo de formas dulces continúa en un primer momento las directrices marcadas por su padre, que a su vez derivaban de las impuestas por Gregorio Fernández (1576-1636). A partir de ahí multiplica el número de pliegues y los vuelve más quebradizos, si bien hacia el final de su carrera irá tendiendo hacia las formas más calmadas. Concibe unas esculturas pausadas, con actitudes reposadas, tan solo los pliegues las infunden cierto movimiento. Rostros reflexivos que suelen adquirir forma oval con ojos almendrados, narices grandes y aletas nasales fuertemente marcadas.
Trabajó tanto la madera y la tela encolada como la piedra, tocando casi todos los campos escultóricos puesto que realizó imágenes de culto, de retablo e incluso procesionales, tanto de santos como de episodios de la Pasión de Cristo. Es importante su labor en este último ámbito puesto que talló alguno de los últimos pasos procesionales del barroco tanto de Valladolid (Cristo de la Humildad y Ángeles para el paso del Santo Sepulcro) como de Palencia (Longinos y Camino del Calvario); siendo estos últimos copia de originales vallisoletanos, con lo cual además tienen un valor documental dado que, al menos, el primero de ellos ha desaparecido casi en su totalidad. Su obra es abundantísima y de desigual calidad, lo que parece apuntar a que poseyó un amplio taller. El prestigio adquirido con el tiempo le llevó a ser solicitado en numerosas ocasiones como tasador, y a que su arte se expandiera por buena parte del noroeste peninsular: León, Palencia, Segovia, Zamora, Monforte de Lemos o Bilbao.
Entre su obra podemos destacar las esculturas de San Francisco y Santo Domingo del retablo mayor de la iglesia del Hospital del Rosarillo (1689) (realizadas junto con Antonio Vázquez); las esculturas y relieves del retablo mayor del Oratorio de San Felipe Neri (1689-1690) (realizadas junto con Andrés de Pereda); la Asunción de la iglesia de Santa María de Pozaldez (Valladolid) (1690); los pasos del Longinos (1692) y Camino del Calvario (1693) de la Cofradía de Jesús Nazareno de Palencia realizados junto con Antonio Vázquez, la Virgen del Carmen de la iglesia de San Isidoro de Zamora (1694); o las esculturas de San Bartolomé, San Juan Bautista, San Fernando, un Crucificado y la Virgen de las Angustias de la iglesia de San Bartolomé de Astorga (León) (1705).
Obra en la Semana Santa de Valladolid
- Cristo de la Humildad (1691). Cofradía de Nuestra Señora de la Piedad.
- Cristo Yacente y Ángeles (1696-1697) del paso El Santo Sepulcro. Cofradía del Santo Sepulcro.
Juan Alonso Villabrille y Ron (Argul (Asturias), 1663 – Madrid, 5 de septiembre de 1732)
Nacido en Asturias en 1663, pudo formarse inicialmente en algún taller local del Principado. Urrea crea que se trasladaría en Madrid hacia 1680, relacionándose con el círculo de los Churriguera. Es muy probable que estos primeros años en Madrid estuviera relacionado, quizás siendo oficial de su taller, con el vallisoletano Pedro Alonso de los Ríos (1641-1702), hijo del también escultor Francisco Alonso de los Ríos (ca.1585-1660). Con el tiempo se fue convirtiendo en uno de los maestros más acreditados del foco cortesano debido a su técnica minuciosa y exquisita, con la cual es capaz de concebir personajes con un realismo idealizado pues tampoco olvida de dotarles de cierta belleza, sin duda anticipándose al Rococó. Por si fuera poco, en su haber consta el haber sido el maestro con quien se formó el mejor escultor español del siglo XVIII: el vallisoletano, nacido en Nava del Rey, Luis Salvador Carmona (1708-1767). Consta que contrajo matrimonio en dos ocasiones y que cuando dictó testamento en 1728 le vivían tres hijos: Juan, Tomás, y Andrea, que contrajo matrimonio con el escultor segoviano José Galbán (ca.1680-1731), que se vio influido estilísticamente por su suegro.
Para Valladolid, y más concretamente para al Colegio de San Ignacio, actual iglesia de San Miguel y San Julián, labró el Calvario y la Virgen de la Amargura para el retablo de la Buena Muerte (1727), y dos exquisitos bustos de Ecce Homo y Dolorosa (1726), estos últimos fueron trasladados en 1770 al cercano monasterio de San Quirce y Santa Julita con motivo de la supresión de la orden jesuítica. Sin embargo, su obra más célebre en la cuidad es la Cabeza decapitada de San Pablo (1707) que en origen se destinó a la sacristía del convento de San Pablo y que después pasó al actual Museo Nacional de Escultura, institución que custodia otras obras del asturiano. Son los casos del grupo de la Familia de la Virgen (ca.1701-1732) que procede del convento de la Encarnación de los Clérigos Menores, y de las esculturas de San Agustín y Santa Rita de Casia, que proceden del convento de la Magdalena (Agustinas Recoletas) de Alcalá de Henares (Madrid). Otras obras imprescindibles de este fantástico escultor, no tan conocido como mereciera por su altísima calidad, son el busto del cardenal Cisneros de la Universidad Complutense, el San Isidro y Santa María de la Cabeza (1723) labrados en piedra que decoran el puente de Toledo en Madrid, en las que colaboró su discípulo Carmona, o el portentoso busto de San Pablo ermitaño del Meadows Museum de Dallas.
Obra en la Semana Santa de Valladolid
- El Monte Calvario (atrib., ca. 1727, excepto el Cristo de la Buena Muerte que se atribuye a Juan de Juni, ca. 1540-1577. Cofradía El Descendimiento
- Virgen de la Amargura (atrib., ca. 1727). Cofradía El Descendimiento
Pedro de Ávila (Valladolid, 30 de junio de 1678 – 10 de julio de 1755)
Pedro de Ávila nació en Valladolid en 1678, siendo el cuarto de los hijos habidos en el matrimonio formado por el escultor Juan de Ávila (1652-1702) y Francisca Ezquerra. Su aprendizaje transcurriría al lado de su padre, al que ayudaría en alguna de sus grandes empresas, caso de las esculturas del retablo mayor de la iglesia de Santiago (1698-1702), aunque en las postrimerías de la centuria pasaría a trabajar al taller de su futuro suegro, Juan Antonio de la Peña (ca.1650-1708), una de las figuras señeras del último cuarto del siglo XVII. Con el bagaje y el aprendizaje acumulado al lado de estos dos grandes maestros herederos de la tradición de Gregorio Fernández, Ávila estaba destinado a ser un artífice de similares características, es decir un escultor con buena técnica que seguiría las iconografías de Fernández, pero añadiéndolas algo más de movimiento y unos plegados dulcemente curvados. Sin embargo, un hipotético viaje a Madrid (entre 1705-1707) varió su rumbo artístico ya que allí recibiría influencias muy diversas (madrileña, andaluza, italiana). El elemento más destacado que aprendió en la Villa y Corte fue el “pliegue a cuchillo”, del cual fue el introductor en la escuela castellana. Este paño de configuración muy aristada, aparecido en España por primera vez en Sevilla debido al influjo flamenco-italiano que trajo consigo José de Arce (ca.1600-1666), aporta un mayor dinamismo y vértigo a las composiciones debido a los juegos de claroscuros que crean sus pliegues. Tras regresar a la capital del Pisuerga se convirtió inmediatamente en el escultor más prestigioso de la ciudad, llegando a ocupar cargos como el de maestro mayor de escultura del obispado. Su supremacía abarcó todo el primer tercio del siglo XVIII y tan solo cedió su puesto de privilegio ante el empuje renovador que trajo consigo en la década de 1730 el escultor riosecano Pedro de Sierra (1702-1761). Cofrade de la penitencial de la Pasión, en sus últimos años padeció una ceguera que le alejó de su oficio.
Ávila fue un maestro de gran pericia técnica que mantuvo una notoria superioridad respecto al resto de artífices avecindados en la urbe y en las ciudades cercanas debido a la exquisita perfección formal que alcanzó en sus esculturas y también a su capacidad para trabajar diferentes materiales (madera, piedra y yeso). Asimismo, ejecutó con igual maestría imágenes de bulto redondo, en relieve, y de vestir –algunas anatomizadas y otras simplemente de bastidor–. Su producción comprende dos etapas bien definidas. Un primer estilo, desarrollado al contacto con su padre y con su suegro englobaría los años de aprendizaje. Este periodo concluiría con su viaje a Madrid, tras el cual, y hasta su fallecimiento, desarrolló un estilo personal que se caracteriza por mostrar unos rasgos morfológicos sumamente identificativos.
La elevada calidad de su obra posibilitó que su producción se diseminara por buena parte del noroeste peninsular conformando un hecho sin precedentes puesto que la escuela vallisoletana no había alcanzado tal nivel de expansión territorial desde la época de Gregorio Fernández. Así, nos encontramos con que exportaron obra a puntos tan distantes como Orense, Santillana del Mar, Pamplona, Lekeitio u Oñate, y por supuesto a lugares más cercanos como las actuales provincias de Castilla y León.
Entre su numerosa obra podemos destacar las esculturas que realizó para las capillas de la catedral (San Juan Evangelista, Santa María Magdalena, San José, San Pedro y San Miguel) (1714-1715), o las que realizó para el oratorio de San Felipe Neri (San Pedro y San Pablo del retablo mayor, Santa María Magdalena, Cristo del Olvido y la Inmaculada) (1720-1721). También deben ser citadas la Traslación de San Pedro Regalado (1709) y la Virgen del Refugio (ca. 1716-1717), ambas en la iglesia del Salvador, Nuestra Señora de la Pasión (ca. 1702) del Colegio de los Ingleses, las pequeñas imágenes de Cristo Atado a la Columna (ca. 1710) y el Ecce Homo (ca. 1710) que labró para la Cofradía de las Angustias, o el Cristo Yacente (ca. 1718-1723) que esculpió para la Cofradía de N. P. Jesús Nazareno.
Obra en la Semana Santa de Valladolid
- Las Lágrimas de San Pedro (atrib., ca. 1710-1718). Cofradía de N. P. Jesús Resucitado.
- San Juan Evangelista (1715). Hermandad del Santísimo Cristo Jesús de Medinaceli.
- Santísimo Cristo del Olvido (1721). Cofradía de la Preciosísima Sangre.
- Nuestra Señora de los Dolores (atrib., década de 1730). Cofradía de la Exaltación de la Cruz.
Juan Guraya Urrutia (Bilbao, 1 de junio de 1896 – Getxo, 19 de noviembre de 1965)
Nacido en Bilbao en 1893, fue hijo del acreditado ebanista Juan Guraya Ugarriza, creador de diseño mobilar para diversos salones palaciegos y chalets de Guecho y Bilbao a comienzos del siglo XX. Siendo joven quedó huérfano, pero gracias al apoyo prestado por la marquesa de Lezama Leguizamón, que le apadrinó, consiguió ingresar en el colegio salesiano de Barakaldo y posteriormente en las escuelas barcelonesas de Sarriá. En Barcelona se especializó en la escultura, interesándose en los maestros catalanes Enric Clarasó (1857-1941), Josep Clará (1878-1958), Joan Llimona (1860-1926) o Miguel Blay (1866-1936). Al regresar a Bilbao se vinculó al entorno de la Escuela de Artes y Oficios de Achuri, relacionándose con los escultores Quintín de Torre (1877-1966), Moisés de Huerta (1881-1962) e Higinio Basterra (1876-1957).
Tras cumplir con sus obligaciones militares, trabajó en Madrid con Lorenzo Coullaut Valera (1876-1932) y Mateo Inurria (1867-1924). De carácter independiente, retorno a Bilbao para dirigirse a París, su meta soñada. Allí conectó con el escultor ruso-francés León Droucker (1867-1944), que le impulsó a viajar a Cuba en 1924, isla para la que realizó varios monumentos al acorazado Maine, al general Máximo Gómez en colaboración con Huerta, y a la Marina Mercante; esculturas religiosas como San Francisco de Asís y dos ángeles para el convento franciscano; e incluso decoró parte del Capitolio junto a Droucker y Angelo Zanelli (1879-1942). Posteriormente pasó a México y a Estados Unidos, realizando una Virgen de Fátima para los PP. Oblatos de San Juan en Texas. De regreso a Bilbao acometió obras como la Santísima Trinidad para el convento de las Trinitarias de Deusto, o las esculturas en piedra de San Juan Bosco y María Auxiliadora para su antiguo colegio de salesianos.
En la escultura religiosa supo combinar los postulados de la tradicional técnica de escultura policromada con su particular estética de raigambre Art Decò. Acostumbrado a modelar bocetos en barro, sus modelos estuvieron inspirados en el natural, recreaciones de su estancia africana, como se constata en los rostros judaicos del apostolado de La Sagrada Cena (1942-1958), con tipos buscados en Tetuán, ciudad en la que instaló un modesto taller. Al tiempo que se encontraba realizando este paso, a no dudarlo su obra maestra, ejecutó otro con la misma iconografía: la Última Cena (1943) para la Cofradía de la Santa Vera Cruz de Bilbao, con la diferencia de que las esculturas de este último son de vestir y están hechas en escayola.
Obra en la Semana Santa de Valladolid
- Jesús de la Esperanza (1946). Cofradía de la Sagrada Cena.
- La Sagrada Cena (1942-1958). Cofradía de la Sagrada Cena.
Genaro Lázaro Gumiel (Villalengua (Zaragoza), 28 de octubre de 1901 – La Codosera (Badajoz), 15 de septiembre de 1977)
Genaro Lázaro Gumiel fue un escultor aragonés que siendo aún joven marchó a Madrid para formarse en Escuela de San Fernando como alumno libre, recibiendo clases de dibujo de Eduardo Navarro (1886-1958) y de escultura de José Capuz (1884-1964). Aunque llegó a trabajar en Estándar Eléctrica y Ferrocarriles, abandonó ese oficio para dedicarse a la escultura, e incluso se especializó en el arte de la forja y la orfebrería. Como señala Francisco Javier Juárez Domínguez, “son numerosos los testimonios que alaban su bondad, su generosidad, sus actos piadosos. Artista de gran talento, sobre todo en imaginería, que unido a la humildad de su carácter tanto personal como profesional, contribuyó a su prolífica carrera artística”.
Hombre de profundas convicciones religiosas, conoció a Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, ingresando en la Obra en 1933, aunque poco después la abandonaría. Escultor eminentemente religioso, entre su escultura procesional destaca el Nazareno de la cofradía jesuita del ICAI de Madrid, la Dolorosa de las Concepcionistas de El Pardo (Madrid), o la Dolorosa y el Crucificado del Desamparo que se alumbran en Semana Santa en el distrito de Barrio Nuevo en Madrid. Fue autor igualmente de la custodia eucarística del templo de la Concepción de Madrid, pieza en la que utilizó el oro, la plata, el platino, brillantes, piedras de color y esmaltes finos.
Una de sus empresas más singulares, en la que tendrá que ver su origen aragonés, fue la ejecución de copias en bronce de la Virgen del Pilar a través del vaciado que poseía de la imagen original. Dos ejemplares son los conservados en el Seminario de Madrid y en el Santuario Nacional de la Gran Promesa de Valladolid (1953). En nuestra ciudad dejó otras muestras de su buen hacer, caso del San Pedro Regalado (1951) de la iglesia del Salvador o el Cristo de la Preciosísima Sangre (1953). Trabajó también para el convento de las carmelitas de Tordesillas (Valladolid), realizando una imagen de Cristo Rey, titular de su fundación conventual, hoy en Medina del Campo (Valladolid).
Dos de sus obras más relevantes son Nuestra Señora del Rosario Coronada (1939), patrona y alcaldesa perpetua de Bullas (Murcia), que le fue encargada por Antonio García y García, arzobispo de Valladolid, y natural de dicha localidad; y Nuestra Señora de los Dolores de Chandavila de La Codosera (Badajoz). Buena parte de la vida del escultor estuvo ligada a esta localidad y más concretamente al Santuario de Chandavila, que tiene su origen en las apariciones de la Virgen de los Dolores a dos niñas, Marcelina y Afra, en 1945. Fue benefactor del templo, al que dedicó buena parte de su trabajo pues además de la imagen de la Virgen de los Dolores, titular del santuario, también ejecutó el retablo mayor, dos altares y los grupos escultóricos de los Siete Dolores de María en tamaño natural. Tras su fallecimiento, fue sepultado en una de las capillas del santuario y se ha intentado iniciar su proceso de beatificación. En reconocimiento de su labor, la Cofradía de la Preciosísima Sangre instituyó en 2004 el Premio Lázaro Gumiel a la iniciativa cofrade.
Obra en la Semana Santa de Valladolid
- Santo Cristo de la Preciosísima Sangre (1953.). Cofradía de la Preciosa Sangre.
Joaquín Cruz Solís (Andújar (Jaén), 1930 – Madrid, 2021)
Joaquín Cruz Solís fue un ilustre restaurador nacido en el seno de una familia de restauradores, siendo hijo de Fernando Cruz Muñoz y hermano de Antonio y Raimundo (1931), todos ellos dedicados a dicha disciplina. Profesor de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad complutense, pasó a ser director del Institución Central de Restauración y jefe del departamento de escultura del Instituto de Conservación y Restauración de Obras del Arte (desde 1985 llamado I.P.C.E.). Junto a sus hermanos revolucionó las técnicas de restauración, así como los criterios bajo los cuales se restauraban las esculturas.
Creador del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico, a lo largo de su dilatada carrera intervino en algunas de las obras más famosas de la Semana Santa de España, fundamentalmente de Sevilla: el Santísimo Cristo de la Expiración en 1973, el Jesús del Gran Poder en 1983 y 2006, o Nuestro Padre Jesús de la Pasión (1996); aunque también de Valladolid, caso de los ladrones del paso de El Descendimiento de la Cofradía de las Angustias, entre 1965-1966, aprovechándose entonces para ejecutar una reproducción de ambos para la Cofradía de las Siete Palabras.
Obra en la Semana Santa de Valladolid
- Dimas y Gestas del paso En tus manos encomiendo mi espíritu” (1965-1966. Copias de los originales de Gregorio Fernández realizados entre 1616-1617). Cofradía de las Siete Palabras.
Francisco Fernández León (Revellinos de Campos (Zamora), 1933 – Valladolid, 2000)
Nacido en 1933 en Revellinos de Campos (Zamora), con catorce años llega a Valladolid para estudiar en la Escuela de Artes y Oficios, en la que aprenderá el oficio de ebanista-tallista junto al profesor Miguel Trapote, miembro de una ilustre familia de escultores locales. Tras superar con éxito la etapa de formación abrió junto a su hermano Suceso un acreditado taller de carpintería y ebanistería llamado “Creaciones Fernández León”. En un primer momento regentaron un local en el barrio de La Farola, para después trasladarse a la Avenida de Santander. Para su vida y obra fue fundamental su acercamiento a los franciscanos, y especialmente a los capuchinos de la iglesia de la Inmaculada Concepción y a la cofradía de la Santa Cruz Desnuda, pues para ambas instituciones realizó buena parte de su obra. Tal fue su vinculación con la cofradía que ésta le nombró cofrade de honor y mérito, llegando a participar en muchas procesiones de Semana Santa. Murió en el año 2000.
Entre su obra podemos destacar el hemiciclo de las Cortes de Castilla y León en el castillo de Fuensaldaña (Valladolid), la carroza y el antiguo paso de la Santa Cruz Desnuda (1960), labrada junto a su hermano Suceso, la nueva Cruz Desnuda (1993), la carroza del paso de Cristo de Jesús a María (1995) de la Cofradía de Nuestra Señora de la Piedad, y múltiples trabajos para la Cofradía de la O.F.S. La Santa Cruz Desnuda: la Cruz guía, las andas y parihuelas de La Santa Cruz, las varas directivas, las matracas o los atributos de la Pasión que son portados en las procesiones por los cofrades infantiles.
Obra en la Semana Santa de Valladolid
- La Santa Cruz Desnuda (1993). Cofradía de la O.F.S. La Santa Cruz Desnuda.
Francisco Fernández Enríquez
Francisco Fernández Enríquez es un escultor y restaurador sevillano que cursó estudios en la Escuela de Artes Aplicadas de su ciudad. Desde pequeño trabajó en varios talleres de imagineros sevillanos, caso de los de Francisco Buiza (1922-1983), Carlos Valle, Antonio Eslava Rubio (1909-1983), Manuel Domínguez (1924-2010), y también el del restaurador José Rodríguez Rivero Carrera (1927-2019). Durante años alternó el mundo laboral con el de la imaginería, hasta que consiguió abrir su propio taller, en el que tendría la colaboración de sus hijos Darío (1973) y Rubén Fernández Parra (1978). En 1995 le fue adjudicado el premio de imaginería otorgado por la Organización del Certamen Nacional de Imaginería Sebastián Santos.
Entre su obra escultórica, fundamentalmente procesional, se pueden citar el Jesús de la Salud y Misericordia Atado a la Columna de Los Realejos (Santa Cruz de Tenerife), el monumento a Don Bosco en Sevilla, una María Auxiliadora del Zaidín (1996) para Granada, La Borriquita de La Entrada en Jerusalén (2000) de Écija (Sevilla), el relieve en terracota policromada de las Ánimas Benditas del Purgatorio (2003) para la Hermandad del Carmen de Calatrava de Sevilla, el San Juan Evangelista (2004) de la Hermandad del Cristo de los Remedios de Montellano (Sevilla), un San Ignacio de Loyola (2007) para el poblado de San Ignacio del Viar (Sevilla), o una Inmaculada Concepción ejecutada en barro y telas encoladas que preside el retablo de la capilla sacramental del Santuario de los Gitanos de Sevilla. Se le conoce también una fantástica reproducción en madera policromada del Jesús del Gran Poder (1994-1995).
Obra en la Semana Santa de Valladolid
- Santísimo Cristo de la Exaltación (1999. Realizado junto a su hijo Rubén Fernández Parra). Cofradía de la Exaltación de la Cruz.
José Antonio Saavedra García (Valladolid, 1952)
José Antonio Saavedra García es un escultor y restaurador nacido en Valladolid en 1952. Desde joven se vio influenciado por el ambiente artístico de la ciudad, admirando las obras de Juan de Juni (1506-1577) y Alonso Berruguete (ca.1488-1561), el Museo Nacional de Escultura y, por supuesto las imágenes que desfilaban en la Semana Santa vallisoletana. Estudió en la Escuela de Artes y Oficios, recibiendo lecciones de grandes maestros como Ángel Trapote (1914-1988), Antonio Vaquero (1910-1974) y Leopoldo del Brío (1945), del cual asimiló su concepto escultórico. Terminó los estudios artísticos con la obtención del título de Maestro Imaginero, tras lo cual amplió sus estudios aprendiendo el sacado de puntos en madera, la técnica polícroma y el vaciado en piedra artificial de la mano de Miguel Ponte Varela, siendo premiado con el Nacional de Escultura en 1979 y primer premio como belenista.
Saavedra ha compaginado tanto la escultura naturalista como la abstracta, esta última de carácter orgánica basada en la creatividad formal y en la plasticidad volumétrica. Señalaba el profesor Plaza Santiago que “le interesa la proyección espacial de las formas abstractas, que desarrolla a partir de la tradición escultórica castellana de un Alonso Berruguete. La madera es el material que más se adapta a la creación de las superficies pulidas y de suave curvatura que le caracterizan”. Cofrade desde pequeño de la Cofradía del Despojo y posteriormente de la de la Sagrada Cena, ha restaurado diversas tallas y enseres de su patrimonio. También ha cultivado la escultura religiosa, buena prueba de ello son la Virgen del Rosario del Sanatorio Antituberculoso, la Virgen de Valvanera de Cirueña (La Rioja), el boceto de Cristo camino del Calvario que materializó el escultor cordobés Miguel Ángel González Jurado (1965) para la Cofradía del Santísimo Cristo Despojado, o el cuerpo de José de Arimatea, del que tan solo se conservaba la cabeza, del paso denominado Cristo de la Cruz a María.
En las últimas décadas ha destacado como restaurador desde su puesto en el Taller diocesano de restauración de Santo Domingo de la Calzada, del cual es director técnico desde 1980.
Obra en la Semana Santa de Valladolid
- Cuerpo de José de Arimatea del paso Cristo de la Cruz a María (1995). Cofradía de Nuestra Señora de la Piedad.
José Antonio Hernández Navarro (Rincón de Almodóvar (Murcia), 4 de diciembre de 1954)
El escultor José Antonio Hernández Navarro tiene el honor de ser uno de los maestros contemporáneos que ha realizado un mayor número de imágenes para la Semana Santa de Valladolid, pues cuenta con tres repartidas entre la Real Cofradía del Santísimo Cristo Despojado y la Hermandad Penitencial de N. P. Jesús Atado a la Columna. Nacido en 1945 en Rincón de Almodóvar (Murcia), pedanía de Los Ramos, desde joven se sintió atraído por el dibujo y el modelado. Comenzó su formación en el taller de la escultora Elisa Séiquer (1945-1996), frecuentando desde poco después el de José Sánchez Lozano (1904-1995). Gracias a Séiquer conoció al artesano belenista Pedro Serrano Moñino, con el que pasaría a trabajar desde los quince años como modelista-escultor, y también gracias al consejo de la escultora se matriculó en la asignatura de Dibujo en la Escuela de Artes y Oficios, asistiendo a las clases durante tres años.
Combinando su formación y las visitas a los diversos talleres reseñados, su primera obra llegaría en 1972: la Virgen de la Huerta. Precisamente en este año abandonaría el taller de Serrano Moñino para pasar a trabajar al de los belenistas hermanos Griñán en Puente Tocinos (Murcia). En esta nueva etapa iría ganando reputación a lo largo de los años, de suerte que poco a poco iría reduciendo sus horas en el taller belenista para poder acometer las obras que le encargaban las cofradías de Semana Santa. En 1986 abandonaría este taller para abrir uno propio y dedicarse en exclusiva a la imaginería. Su prestigio creciente se vio reflejado con su nombramiento como Restaurador de la Virgen de la Fuensanta en 1996, en sustitución de Sánchez Lozano, y en su nombramiento en el año 2000 como académico de la Real Academia de Bellas Artes de Santa María de la Arrixaca.
Su producción escultórica es ingente y destaca tanto por la calidad como por incorporar nuevos tipos iconográficos. A lo largo de su trayectoria se observa una evolución en cuanto a los tipos estilísticos empleados, en los que Hernández imprime un claro sentido religioso, pudiéndose registrar dos etapas: una primera (1986-1990) en la que se vio influenciado por los escultores José Planes (1891-1974), José Capuz (1884-1964) o Juan González Moreno (1908-1996), y en la que introdujo métodos acordes con su concepción en la escultura como la eliminación de los postizos y la concepción de una musculatura más magra; y una segunda (desde 1990), que es su periodo de madurez, en el que ya exhibe un estilo personal definido, en el que a la perfección formal suma una dulzura de aspecto (apenas hay rastros sanguinolentos en sus representaciones de Cristo) y de formas propia de la escuela murciana.
A pesar de que ha trabajado fundamentalmente para la comunidad de Murcia y sus alrededores también cuenta con obra en Semanas Santas más lejanas como la de Valladolid, Zaragoza o Cuenca. Entre sus obras destacan el Cristo de las Penas (1986) de la Cofradía de los Coloraos (1986), El Ascendimiento de la Cofradía del Santísimo Cristo del Perdón, o El Descendimiento (2001) de la Cofradía del Santísimo Cristo de la Misericordia, hermanades todas ellas radicadas en Murcia, la Aparición de Jesús a los Apóstoles en el Lado Tiberíades (1982-1983) para la Cofradía de N. P. Jesús Resucitado de Cartagena (Murcia), o el Cristo de la Coronación de Espinas (1995) para la cofradía homónima de Hellín (Murcia). En Valladolid, aparte de las tres imágenes pasionistas también ejecutó el Sagrado Corazón de María (1994) para el Centro Diocesano de Espiritualidad.
Obra en la Semana Santa de Valladolid
- Santísimo Cristo Despojado (1993). Cofradía del Santísimo Cristo Despojado.
- Nuestra Señora de la Amargura (2000). Cofradía del Santísimo Cristo Despojado.
- Santísimo Cristo de la Humildad (2004). Hermandad Penitencial de N. P. Jesús Atado a la Columna.
Ricardo Flecha Barrio (Zamora, 1958-2023)
Ricardo Flecha Barrio nace en la ciudad de Zamora en 1958, donde el 4 de octubre de 2023 fallece. Formado en los talleres locales del tallista Arturo Álvarez García, del pintor Antonio Pedrero Yéboles (1939), y del escultor Ramón Abrantes Blanco (1930-2006), posteriormente se licencia en Bellas Artes por la Universidad de Salamanca en la Especialidad de Escultura (1984-1989). Desarrolló su faceta docente como profesor de talla en madera en la Escuela de Artes y Oficios de Zamora. Aunque generalmente el dicho popular nos recuerda que “nadie es profeta en su tierra”, su obra llega a calar en el sentir zamorano de la segunda mitad del siglo XX y primeras décadas del siglo XXI, quedando ligada así a la ciudad de Zamora y su provincia. Buena muestra de ello son sus obras religiosas y civiles que realiza para la ciudad y algunas de las más importantes localidades de la provincia de Zamora, cuya ejecución por paisanaje recaerá en Ricardo Flecha. Su obra religiosa es muy extensa y se encuentra repartida entre colecciones privadas, templos y cofradías. Parte de ella, tanto pasos completos como cruces guía, participa en las procesiones de las Semanas Santas declaradas de Interés Turístico Internacional de: León, Medina del Campo (Valladolid), Salamanca, Valladolid, Zaragoza y Zamora.
Destacó por sus innovadoras iconografías y la utilización de nuevos materiales y técnicas para la escultura procesional tales como el añadido de elementos metálicos, la pátina con anilinas y óxidos de hierro al fuego, fijados con ceras naturales, refuerzo de grietas con resina de poliéster, etc. En definitiva, el suyo fue un alegato a favor de las técnicas más innovadoras de la escultura contemporánea de los años finales del siglo XX.
Entre su obra destacan el Cristo Yacente (1987) de Manganeses de Lampreana (Zamora), el Cristo del Perdón (1991) para la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno de Toro (Zamora), el paso de La Exaltación de la Cruz (1993) para la cofradía homónima de Zaragoza, el paso La Virgen y San Juan ante el Sepulcro (1994) para la Cofradía del Santo Entierro de Zamora, el paso de Nuestra Señora de la Piedad (1998) para la Cofradía del Santísimo Cristo de las Bienaventuranzas de León, o el Jesús Resucitado (1998) de la Iglesia de Santa María del Azogue de Benavente (Zamora). Trabajó en numerosas ocasiones para Valladolid, por ejemplo, realizó la Virgen de la Concha (1998) para la Casa de Zamora, la Calavera de Adán (2017) para el paso el Santo Cristo de las Cinco Llagas de la Cofradía de la Sagrada Pasión, N. P. Jesús Resucitado (1994), la Cruz guía (2006) y la Virgen de la Alegría (2009) para la Cofradía de N. P. Jesús Resucitado, o el imponente Cristo en su Mayor Desamparo de Medina del Campo (Valladolid).
Obra en la Semana Santa de Valladolid
- Nuestro Padre Jesús Resucitado (1994). Cofradía de N. P. Jesús Resucitado.
José Antonio Navarro Arteaga (Sevilla, 23 de octubre de 1965)
El sevillano José Antonio Navarro Arteaga es el autor de una de las últimas incorporaciones al patrimonio escultórico de la Semana Santa de Valladolid, concretamente la Cofradía de la Sagrada Cena le encargó una imagen de Nuestra Señora del Sagrario (2022-2023). Nacido en el barrio de Triana de la capital hispalense, su formación comenzó con tan solo 15 años ingresando como aprendiz en el taller de Juan Ventura (1954), siendo a la vez discípulo de dos de los grandes escultores sevillanos del momento: Luis Ortega Bru (1916-1982) y Francisco Buiza (1922-1983). En 1986 abrió su propio obrador, el cual ha cosechado un gran éxito desde entonces, de suerte que se trata de uno de los escultores imagineros más prestigiosos de la actualidad, siendo sus servicios requeridos por múltiples cofradías y hermandades tanto de Andalucía como del resto de España caso de Zaragoza, Valladolid, Salamanca y León, e incluso ha conseguido que una obra suya, Santa María la Antigua, patrona del Panamá, esté en los jardines del Vaticano.
Sus obras poseen un estilo neobarroco, basado en un naturalismo que a la vez está idealizado y es sumamente expresivo. Se trata de un estilo reconocible y caracterizado por la minuciosidad de la talla y por la presencia de influencias de los antiguos maestros, aunque dándolas un toque moderno. Entre su numerosa obra podemos citar Nuestro Padre Jesús de la Esperanza en el Puente Cedrón (2008) para la Hermandad de la Milagrosa de Sevilla, la Santa Cena (1996-1999) de la cofradía homónima de Almería, la Santa Cena (2014-2017) de la Cofradía de la Institución de la Sagrada Eucaristía de Zaragoza, las imágenes de N. P. Jesús de la Redención (2015), María Santísima del Dulce Nombre (2019) y San Juan Evangelista (2020) de la Archicofradía del Rosario de Salamanca, o la Exaltación de la Cruz (2000) y La Crucifixión (2019-2022) para los nazarenos de León.
Obra en la Semana Santa de Valladolid
- Nuestra Señora del Sagrario (2022-2023). Cofradía de la Sagrada Cena.
Miguel Ángel González Jurado (Stuttgart, 1965)
El cordobés Miguel Ángel González Jurado, nacido circunstancialmente en Alemania por motivos labores familiares, sintió desde pequeño un amor hacia el mundo de la escultura religiosa debido a que su madre poseía una tienda de antigüedades y tenía por vecinos a los hermanos restauradores Camacho, a quienes visitaba frecuentemente en verano. Ingresó en la Escuela de Artes y Oficios de Córdoba, cursando las asignaturas de dibujo y modelado al tiempo que estudiaba el bachillerato. Su iniciación en el mundo de la imaginería se produciría con Rafael Rivera, hijo del escultor sevillano José Rivera. Posteriormente, en 1984 marchó a Sevilla, asistiendo a la Facultad de Bellas Artes y al mismo tiempo permaneciendo durante cuatro años como aprendiz en el taller de Luis Álvarez Duarte (1950-2019). A su regreso a Córdoba abrió su propio taller, localizado junto al palacio renacentista de los Páez de Castillejo.
Como buen imaginero, sus esculturas muestran un acentuado sentido espiritual y un notable estudio psicológico. Gusta de mostrar dinamismo en sus composiciones, y unos acabados perfectos. Entre sus numerosas obras destacan la Virgen de la Caridad (1991) de la Hermandad del Buen Suceso, la Sagrada Cena (1993-1996) y María Santísima de la Esperanza del Valle (2001) de la Hermandad Sacramental de la Sagrada Cena, o el Cristo de la Sed (2013) del convento de Santa Ana, todas ellas en Córdoba.
Obra en la Semana Santa de Valladolid
- Cristo camino del Calvario (2009). Cofradía de Santísimo Cristo Despojado
Miguel Ángel Tapia (Valladolid, 1966)
Miguel Ángel Tapia es el último representante, hasta el momento, de la muchas veces centenaria imaginería vallisoletana. Nacido en 1966, aprendió el oficio escultórico en la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos de su ciudad natal. Finalizados estos estudios su formación ha sido continua, destacando por la investigación para recuperar los procesos y técnicas tradicionales de la escuela escultórica castellana, cuyos momentos de mayor esplendor fueron los siglos XVI al XVIII, incluida la de la policromía. Actualmente compagina su labor como escultor con la docente y la de conferenciante, siendo además el presidente de FOACAL (Federación de Organizaciones Artesanas de Castilla y León).
Siempre se dice que nadie es profeta en su tierra, este no es el caso de Tapia puesto que desde joven ha contado con el favor de instituciones religiosas y cofradías, para los cuales ha labrado numerosas piezas. Una de las primeras fue el paso del Prendimiento (1995-2011), para la Cofradía de la Oración del Huerto, hermandad que también le encargó una Oración del Huerto (2000-2002) e incluso su Cruz Guía (2003). La otra cofradía para la que ha trabajado en más ocasiones es la del Santo Sepulcro, para la cual gubió la Virgen de la Alegria (1996), un Cristo Yacente (2008) y su Cruz Guía (2004), que está inspirada en el Cristo del Consuelo de Gregorio Fernández (1576-1636). Otras obras relaciones con la Pasión son el grupo de Cristo Resucitado (1997) de la catedral de Valladolid o las imágenes de Cristo Resucitado (2005) y la Virgen de la Alegría (2007) para la Junta de Cofradías de Soria. En Valladolid también pueden admirarse en sus respectivas parroquias un San Nicolás de Bari (1998), una copia de la Virgen de San Lorenzo (2000), y un San Pascual Bailón (2004).
Obra en la Semana Santa de Valladolid
- El Prendimiento (1995-2011). Cofradía de la Oración del Huerto.
- Virgen de la Alegría (1996). Cofradía del Santo Sepulcro.
- La Oración del Huerto (2000-2002, reformado entre 2012-2013). Cofradía de la Oración del Huerto.
- Piernas del Cristo de la Misión (2019). Hermandad del Santo Cristo de los Artilleros.
Juan Antonio Blanco Ramos (Sevilla, 24 de septiembre de 1970)
Juan Antonio Blanco nació en Sevilla en 1970. Su temprana vocación por el mundo del arte se vio recompensada con premios en algunos concursos, si bien su formación como escultor comenzó en 1998 cuando entró como aprendiz en el taller del escultor Jesús Santos Calero (1938-2008). En 1992 se graduó en Artes Aplicadas y Oficios Artísticos de Sevilla, tanto en madera como en piedra, siendo partícipe ya desde entonces de distintas exposiciones. De su taller, localizado en Mairena del Aljarafe (Sevilla), ha salido numerosa obra con destino principalmente a localidad andaluzas. Podemos destacar la Entrada en Jerusalén de Nuestro Señor Jesucristo para Badolatosa (Sevilla) (1996-1997), un Nuestro Padre Jesús Nazareno para Parla (Madrid) (1997-1998), el Misterio de Nuestro Padre Jesús Cautivo ante Pilatos de Torreblanca (Madrid) (2004-2005), o el paso de la Sagrada Cena para la Sacramental y Penitencial Hermandad de la Sagrada Cena y Nuestra Señora del Patrocinio de Mérida (Badajoz) (2005-2011).
Obra en la Semana Santa de Valladolid
- Jesús de Medinaceli (2012). Hermandad del Santísimo Cristo Jesús de Medinaceli.
Ana Rey Martínez (Cádiz, 15 de agosto de 1981)
Ana Rey Martínez (1981) es la primera escultura que ha logrado que sus imágenes formen parte de los desfiles procesionales vallisoletanos merced a las imágenes que está labrando para el paso de La Sentencia que la Hermandad del Santísimo Cristo de Jesús de Medinaceli, Nuestra Señora de la Divina Misericordia y Discípulo Amado está formando entorno a su imagen titular de Jesús de Medinaceli (Juan Antonio Blanco, 2012). Se trata de una maestra especialista en la imaginería procesional pasionista, pionera en la utilización del modelado digital en 3D, y poseedora del premio La Hornacina a la mejor escultura del año 2018 por su talla del Jesús Despojado de Pulpí (Almería)–.
El centurión que labró para el paso de La Sentencia tiene la particularidad de ser el primer soldado romano que se labra desde que lo hiciera por última vez Alonso de Rozas (ca.1625-1680/1681) a finales del siglo XVII –entre 1674-1681 concibió los cuatro soldados romanos del paso del Santo Sepulcro de la Cofradía de Nuestra Señora de las Angustias–. Incidimos en este hecho porque el Centurión romano de Ana Rey es un hito dentro la iconografía de la Pasión vallisoletana, tanto por el hecho de recuperar la figura del “romano” como por el de que sea el primero de vestir, para así ir en consonancia con Jesús de Medinaceli. Entre su obra podemos destacar La Coronación de Espinas de Algeciras (Almería), una Piedad de colección particular jienense, María Santísima de la Salud de Cabezas de San Juan (Sevilla), el Cristo Yacente de Tarancón (Cuenca), o el Nazareno con el Cirineo de la Cofradía de la Bienaventuranza de León.
Obra en la Semana Santa de Valladolid
- Centurión romano (2022), Pilatos (2023) y Claudia Prócula (2024) para el paso de La Sentencia. Hermandad del Santísimo Cristo Jesús de Medinaceli.
Rafael Martín Hernández (Cádiz, 1983)
Rafael Martín Hernández nació en Cádiz en 1983, aunque poco después su familia se trasladó al barrio sevillano de Triana. Desde pequeño tuvo un vivo interés por imaginería, de suerte que comenzó a aprender el oficio con tal solo 12 años junto al acreditado escultor sevillano Antonio Dubé de Luque (1943-2019), a cuyo lado permaneció como aprendiz durante 10 años. Estudió Bellas Artes en la Universidad, licenciándose en 2006 y doctorándose en 2014 con la tesis Morfología de la Expresión Emocional Genuina y Autogestionada en el Rostro Humano. En esta misma institución ha impartido numerosas asignaturas, siendo en la actualidad profesor en el Departamento de Escultura.
A pesar de su juventud posee ya una numerosa producción que está repartida a lo largo y ancho de España e incluso del extranjero pues cuenta con obra en América Latina, Alemania y Francia. Su obra está concebida con un naturalismo idealizado, estando preocupado por dotar a sus personajes de expresividad, alma y unción sagrada. Para lograrlo hace que sus rostros transmitan sus sentimientos y su psicológica emocional, llegando así al corazón del fiel. Especial énfasis pone a la hora de trabajar los ojos, los cuales parecen agotados de tanto llorar. Finalmente, otra característica de su obra es que concibe cada una de ellas de manera individual y exclusiva, evitando copiar modelos ajenos y reiterarse en los propios.
Entre su obra podemos destacar el Niño Jesús (2001) de la Virgen del Carmen de la iglesia penitencial de la Santa Vera Cruz, la imagen de Nuestro Padre Jesús Flagelado (2016) de la Hermandad de Jesús Despojado de Alcalá de Henares (Madrid), el Cristo de la Verdad (2019) de la colección del autor, Nuestro Padre Jesús Flagelado (2020) de la Hermandad de Jesús Nazareno de las Tres Potencias de Guatemala, el Santísimo Cristo de la Humildad (2021) de La Peñarrodada (Almería) o sus numerosas Dolorosas de vestir.
Obra en la Semana Santa de Valladolid
- María Santísima de la Caridad (2017). Cofradía de la Preciosísima Sangre.
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